Casa sosegada

- Javier Sicilia - Sunday, 17 Nov 2019 11:29 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El mundo de los seres humanos, escribió Octavio Paz resumiendo el pensamiento de Herder, “está hecho de palabras”.

Lenguaje y crueldad

El mundo de los seres humanos, escribió Octavio Paz resumiendo el pensamiento de Herder, “está hecho de palabras”. En ellas se funda el sentido y el ser de una nación. Cuando sus significados se corrompen “las sociedades se pierden y se prostituyen”.

Si algo caracteriza hoy a la televisión, al cine y a ciertas formas musicales –por no hablar de otros medios de comunicación más modernos como las redes sociales o los videojuegos– es la corrupción de la palabra, en particular sus usos desmedidos de la crueldad en todas sus dimensiones. Las fantasías y presuntas realidades que habían sido el surtidor de lo que conocemos en México como “machismo” –la fuerza, el poder del dinero, el lenguaje soez, las aberraciones sexuales y el desafío a la ley– han pasado intactas al cine, a las series televisivas y a los narcocorridos.

Es imposible saber a qué grado estas expresiones inician o aceleran comportamientos imitativos en la realidad (la psicología clínica trabaja en ello), pero es evidente que en el orden del lenguaje el espectáculo de la crueldad en los medios, su obsesión por la violencia y sus expresiones más burdas y brutales están vinculados con el carácter social y político de nuestra época.

Sus formas de abordar el horror nada tienen que ver con esa gran literatura que, al revelar la barbarie moderna, el extenso retorno de la tortura y la mentira a la vida social y política, la degradación programada de la persona humana en campos de concentración, en casas de seguridad, en fosas clandestinas, nos sensibilizan ante el horror y llaman a nuestra humanidad más profunda. Lejos de las profundidades de Crimen y castigo, de Dostoievsky, de la Colonia penitenciaria de Kafka, de La trilogía de Auschwitz, de Primo Levi, de La escritura o la vida, de Jorge Semprún, de La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa, de Una novela criminal, de Jorge Volpi o de El vendedor de silencio, de Enrique Serna, lo que hoy realizan y promueven los medios masivos de comunicación es la exaltación y la normalización del horror. Al expresarlo directamente mediante la fantasía, se suman a las energías de lo inhumano.

A diferencia de los universos de Sade, que en su lubricidad anunciaron los horrores del Terror y, como lo propone Albert Camus, preludiaron los Estados policíacos del siglo XX, series como el Chapo, Pablo Escobar, Narcos, La Reina del sur; películas como Los hijos del diablo, El profesional narco, La mafia no perdona… o la gran cantidad de narcocorridos que pululan en Youtube; incluso películas estilo Hollywood de combate al crimen o los Talk Shows al estilo Laura Bozzo, no anticipan el horror, lo promueven y lo consienten.

Es posible que ese tipo de expresiones en los medios modernos de comunicación no tenga graves consecuencias en sensibilidades cultas –habría que estudiarlo con seriedad–, pero es casi seguro que las tiene en vidas imaginativas estériles, devoradas por el hastío y la impotencia o mal dotadas para diferenciar la irrealidad de la realidad. Para saberlo hay que escuchar la banalidad de los argumentos de los asesinos –una muestra de ello está en la novela de no ficción de Emmanuel Carrère, El adversario– y compararlos con la banalidad del mal de nuestros lenguajes mediáticos.

No es un juicio moral. Es la descripción de un fenómeno que está, como lo muestran Herder y Paz, relacionado con la degradación del lenguaje y el carácter social y político de una nación. Iván Illich lo resumió en una frase que viene de San Jerónimo: “La corrupción de lo mejor es lo peor”; la corrupción del lenguaje, que es el mundo de lo humano, engendra aberraciones sociales y políticas como las que desde hace décadas México padece.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a Morelos.

 

 

 

 

 

 

 

Versión PDF