Tomar la palabra

- Agustín Ramos - Sunday, 24 Nov 2019 08:00 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El autor se la jugó en serio al titular 'La ruleta del plagio' a su primera novela.

 

La ruleta del plagio

El autor se la jugó en serio al titular La ruleta del plagio a su primera novela. En un extremo de la mesa cubierta de paño verde el crupier activa la canica de marfil, a los lados los apostadores ponen fichas en la cuadrícula de números rojos y negros y, ya encarrerada, la ruleta provoca taquicardias hasta a quienes sólo hemos visto desde la barrera esa rueda de la fortuna horizontal. Yesid Contreras, colombiano y mexicano de méritos, agarró por los cuernos el descomunal toro de los abismos dostoyevskianos y las crónicas garcíamarquezcas, duplicando una apuesta en la que el juego de azar constituye la trama exacta e imprescindible para a-bordar el obsesivo tema centrípeto de un plagio. De Chetumal, Quintana Roo, el epicentro de la novela irradia a casi todo el país, avanzando la mayor parte del tiempo a saltos cortos, en capítulos económicos, sincopados, abarcables a golpes de vista, que van alternando el pensamiento sin puntos ni comas del secuestrado –al ritmo de una respiración entrecortada–, con una voz narrativa ubicua y cadenciosa, a veces distante e imparcial, reflexiva, y por momentos tan próxima que nos hace caer redondos en la red de sus peripecias.

En los capítulos correspondientes a la víctima vamos en plano picado, desde la piel lacerada hacia lo más hondo, la condición del indefenso, del solitario, del extraño, del aislado, del desamparado que se refugia en la resignación de saberse muerto, en la ilusión de intentar una fuga o en el sueño de que es una medusa en el mar y un ave en el cielo. En los otros capítulos, ordenados con astucia artera, el autor nos va presentando a los personajes; primero y sólo citándolo, a Silverio Traconis, especialista en negociar secuestros; después a los captores y gradualmente al resto –familiares, empleados, agentes–, para que entre todos desplieguen la misma realidad que cualquier lector conoce, padece y goza: la descomposición gradual de una sociedad sin la que ninguna vida individual digna de tal nombre será viable. Así, el autor de, entre otros, el espléndido libro Citadinias. Cuentos urbi et orbi, vástago digno de la talentosa y vigorosa estirpe de Andrés Caicedo y Evelio Rosero, obliga al lector a complicarse (a verse como cómplice, a identificarse por obra o por omisión) en esta sucesión de casillas donde destellan el Caribe lujuriante y, cómo no, el bajo mundo de la alta política: aquí, es decir ahí, secuestran a un monstruo abisal sólo denominado El Jefe, pagando 32 millones de dólares por sus barbas, en un rescate donde participa el arriba citado Silverio Traconis, cuyas intervenciones fungen como contrapuntos equivalentes, supongo, al tránsito de la bolita blanca sobre la casilla verde, la número cero.

Alguien como yo, para quien resulta difícil el Juego de la Oca y por tanto debe conformarse con la sencilla bipolaridad de las Serpientes y Escaleras, debería considerarse instantáneamente excluido de la mínima comprensión de la ruleta, ya no digamos de su disfrute. Eso, sin contar con que ni siquiera consideré atender la convocatoria del autor para hacer una lectura rayueliana de La ruleta del plagio. Pero, ¿qué creen? Que pese a mis limitaciones y a mi inercia lineal, viví esta magistral novela como si en vez de leerla entrara en un casino y fuera a donde la ruleta a ponerme cada vez más tenso, repitiendo por dentro los brinquitos de la canica, pin pin pin, sobre las casillas, sobre los capítulos, sobre la página, sobre las palabras, en un vértigo creciente, circular, buscando sacar la cabeza del agua, encontrar la salida, llegar al final, conocer el desenlace (por eso Yesid Contreras excluye a la casilla cero de las variantes cortazarianas propuestas, pues ésta sí debe leerse hasta el final).

Presentada en Bogotá en el café “Luvina” de La Macarena y en la Universidad Nacional de Colombia, La ruleta del plagio llega a la FIL Guadalajara este 7 de diciembre.

 

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