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Neoliberalismo y neofascimo: los tiempos infames

'Neofascismo. La bestia neoliberal', Adoración Guamán, Alfons Aragoneses y Sebastián Martín (coordinadores), Siglo XXI España, España, 2019.
Enrique G. Gallegos

La urgencia de los tiempos que vivimos demandaba un libro que tratara de hacerse cargo de las relaciones entre neofascismo y neoliberalismo. Bajo el prefijo neo, que mienta la novedad, se ocultan las políticas de la reacción, los afanes de someter y el desprecio social. La emergencia de la ultraderecha y los neofascismos en Estado Unidos, Brasil, España, Argentina, Bolivia y otros países ha hecho que el pensamiento crítico sienta el apremio de comprenderlos, entender sus resortes y configuraciones para desenmascararlos y trazar el campo de lucha. Están aquí y no sólo deben ser comprendidos, sino también combatidos. La exigencia de un pensamiento crítico que se ponga a prueba con lo real agresivo de los neofascismos y los gobiernos neoliberales que han mostrado, una vez más, los brutales efectos del modo de producción capitalista, sus ideologías y amarres culturales y simbólicos, que parecieran no dejar de vencer, para invocar la sexta tesis benjaminiana de la historia.

Desde el punto de vista teórico, pareciera que las fuerzas políticas emancipatorias no han respondido con la urgencia que el momento actual demanda, inmovilizando el accionar crítico y, a lo sumo, añorando los viejos tiempos del Estado benefactor del progresismo (que tarde o temprano entrega la casa a los enemigos, como fue evidente en Argentina con Macri y Brasil con Bolsonaro). Quizá la excepción sea el feminismo —el cual no pocas veces opera cargado de contenidos propios del neoliberalismo—, que en sus múltiples geografías vislumbra aportunidades emancipatorias.

Neofascismo. La bestia neoliberal se compone, además del prólogo y la introducción, de catorce artículos divididos en dos partes, una histórica y teórica y otra que podríamos llamar “empírica”, en la que explora los “ejes de [su] dominación”. La imagen apocalíptica del neofascismo como una “bestia neoliberal” sintetiza bien los peligros, riesgos y arreglos históricos que producen las ultraderechas. Sin embargo, habría que iniciar señalando que el libro resulta un tanto disparejo, particularmente la primera parte, pues cumple parcialmente lo que se anuncia en el título: explicar la relación entre el neofascismo y el neoliberalismo.

De esta parte teórico-histórica, sólo dos textos cumplen lo anunciado de explorar ese binomio. El resto carece de una perspectiva teórica adecuada y es utilizado como subterfugios para revisar otros temas y defender otras posiciones políticas, rozando en la superficie el objetivo señalado en el título del libro. En algunos artículos hay una peculiar ceguera para poner atención en las estructuras sociales, políticas y económicas y las prácticas culturales que explicarían cómo se relacionan neoliberalismo y neofascismo. Esta parte del libro abre con el capítulo de Franklin Ramírez. Su texto es una suerte de reseña de definiciones sobre el neofascismo; si bien se comprende el objetivo —trazar, digamos, una suerte de estado del arte—, la ausencia de un punto de vista aglutinante y un horizonte político definido lo torna un tanto deshilachado y conceptualmente flojo.

Los capítulos escritos por María José Fariña y Luciana Cadahia, paradójicamente, son gemelos y comparten un mismo aire de familia: sus perjuicios contra el marxismo y su defensa del liberalismo (el primero) y de cierto populismo descolorido (la seagunda), pero sin hacerse cargo de las relaciones y peligrosas continuidades que existen entre liberalismo y neoliberalismo, populismos y neofascismos… Se comprende lo problemático y los riesgos de defender el liberalismo y el populismo en el contexto de la emergencia del neofascismo. El texto de Clara Ramas, si bien registra algunos rasgos de la caída de los regímenes bipartidistas y la irrupción de movimientos y gobiernos de ultraderecha, a los que clasifica como “social-identitarios” y “neoliberales autoritarios”, las explicaciones que da la autora de sus resortes son poco convincentes, quizá porque en ningún momento se hace cargo de aclarar el ajuste estructural que va del liberalismo al neoliberalismo. Quien desee comprender cuáles son las relaciones, continuidades y rupturas entre neoliberalismo y neofascismo, difícilmente lo logrará en estos capítulos.

En cambio, los dos capítulos que vale la pena revisar de la parte teórico-histórica son el de Jorge Polo y el de Albert Noguera. En el primero tenemos una exploración de las complejas relaciones entre los fascismos y las oligarquías empresariales y los intentos de crear sus propias organizaciones sindicales, bajo los conceptos de comunidad, raza y tierra, para liquidar el concepto de lucha de clases. Como bien apunta el autor, en el fascismo asistimos a un doble movimiento: la protección del capital y el sometimiento del movimiento obrero. Siguiendo a otros historiadores del fascismo, la tesis del capítulo es que las lógicas de acumulación de capital y sus momentos de crisis han posibilitado, primero, la emergencia de los fascismos y, después, la de los neofascismos —más allá de sus diferencias. El capítulo de Albert Noguera, con mucho, es el más sustancioso de esta primera parte del libro, pues intenta explicar el surgimiento de los neofascismos a partir del conjunto de relaciones económicas, políticas y culturales pero situándolos históricamente, de tal manera que aquél se explicaría por la relación entre la “superestructura ideológica y jurídica-política” y por las determinaciones históricas de cada país. Esto le permite trazar un corte entre, por ejemplo, el capitalismo fordista y la constitución democrática (con tres columnas: derechos de libertad, derechos sociales e instancias de mediación de clase), que se relacionan con los fascismos; mientras que al capitalismo “financiarizado-automatizado” le corresponderá el neofascismo, como una suerte de tránsito, que va implicar la destrucción de las tres columnas del constitucionalismo democrático. Por supuesto, no es una relación causal o lineal, sino tensa y compleja. En la medida en que estos elementos resultan insuficientes para explicar el neofascismo, el autor introduce las prácticas culturales e ideológicas propias de cada país y sus desarrollos históricos, para avanzar en la explicación de las relaciones entre neoliberalismo y neofascismo.

Partes verdaderamente sustanciosas del libro aparecen en la segunda sección. Son como una mirada a nivel de terracería de las manifestaciones de los neofascismos y neoliberalismos. El texto de Alfons Aragoneses rastrea cómo la constitución del “enemigo” hunde sus raíces en la misma lógica de configuración histórica del Estado-nación; Joaquín Pérez y Adoración Guamán analizan las formas de manipulación del trabajo por parte de los gobiernos neoliberales. Esto va a implicar despojar al trabajo de su componente de lucha de clases, combatir el sindicalismo, introducir formas de trabajo desregularizado (como los servicios y el emprendedurismo) y “naturalizar” las desigualdades y exclusiones, para finalmente constituir a los enemigos (extranjeros, inmigrantes, feministas, sindicalistas, pobres, indígenas, etcétera).

Juan José Tamayo explora las relaciones entre
los movimientos religiosos integristas y los neofascismos. Estas relaciones se expresan en la explosiva mezcla de fundamentalismo y discursos de odio hacia los feminismos, homosexuales, el movimiento
lgbttti, los inmigrantes y desplazados y que se manifiestan en prácticas de xenofobia, racismo y aporofobia. El marco amplio de análisis de este capítulo permite entrar en los contenidos del siguiente, escrito por Nuria Alabao, cuyo título ya traza sus coordenadas: “¿Por qué el neofascismo es antifeminista?” Como recuerda la autora, las mujeres han liderado las mayores manifestaciones contra Bolsonaro, Trump, el Partido Popular, Vox y sus fundamentalistas seguidores que han hecho del odio al feminismo y la supuesta “ideología del género”, el fin último de sus luchas reaccionarias. ¿Por qué ese odio? La respuesta de Alabao es nítida: porque amenaza la “identidad masculina retrógrada” y exige “reorganizar la sociedad sobre nuevas bases”. No es casualidad, entonces, que
el núcleo de los ataques neofascistas sean los movimientos feministas, justamente porque ponen en jaque tanto al patriarcalismo como al modo de producción capitalista del que se alimenta como el monstruo Polifemo. De aquí el talante subversivo del feminismo. Por ello, sin dejar de reconocer las diferencias contextuales, de acuerdo con la autora, “el feminismo como movimiento social de mayor potencia mundial es el perfecto enemigo [de los neofascismos] que les permite aglutinarse en su contra”.

El capítulo de Carol Proner analiza el “uso del derecho y los derechos humanos para producir efectos contrarios o perversos a su vocación original”; es decir, su instrumentalización para desestabilizar, perseguir a los adversarios políticos y generar condiciones políticas para golpes de Estado “blandos”. Durante los últimos años se ha recurrido al llamado lawfare —que es la contracción de law (ley) y warfare (guerra)—, que la autora describe como una “técnica de guerra jurídica”. Para Proner, la lógica del lawfare opera desde una legalidad manipulada, fabricando acusaciones de corrupción, apoyándose en los medios de comunicación y usando técnicas selectivas, de tal forma que se constituye en una estrategia de combate para eliminar adversarios, como en los casos de Lula y Dilma en Brasil, Correa en Ecuador y, más recientemente, Evo Morales en Bolivia. Por lo regular es una estrategia socorrida por los gobiernos de derecha y ultraconservadores para eliminar gobiernos de izquierda o progresistas. Otros capítulos del libro exploran las relaciones entre el neoliberalismo, el fascismo y la comunicación, el Frente Nacional de Le Pen y la memoria antifascista.

A pesar de que algunos de los capítulos incumplen la promesa anunciada en el título, a saber, analizar las relaciones entre el neoliberalismo y el neofascismo —bestia neoliberal—, y de que otros asimilan el neoliberalismo a las configuraciones del liberalismo y el neofascismo con los fascismos históricos, el libro en conjunto permite darse una idea general de las configuraciones y prácticas de los movimientos ultraconservadores y sus estrechas relaciones con la actual deriva financiarizada y desregularizada del capitalismo. Comprender sus configuraciones, derivas y relaciones ayudaría a trazar un campo de lucha en los turbios, catastróficos y apremiantes tiempos que vivimos, llamados neoliberales.

 

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