Avante despacio / Odysseas Elytis

- Odysseas Elytis - Sunday, 31 May 2020 07:34 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

II* ( 2a. parte)

 

Ahí donde habitan los dioses y los más imperceptibles desvíos adquieren dimensiones gigantescas y muestran el peso que tiene en nuestros actos y en nuestra mente aquello que considerábamos carente de importancia. Tal vez –no es extraño– nuestros grandes y continuos fracasos a eso se deban. A esa negligencia.

Como sol que de pronto rasga nubes negras y espesas.

Sí. El reloj da correctamente la hora.

Y se te hacen visibles las casas en la hierba.

No. Algo no va bien.

Y aparecen en el pasto blanquísimas las casas.

Tampoco. Parece aclaración.

Forja cumbres la montaña y tú mira casas en la hierba.

Eso es. Ese “mira casas en la hierba” que cae como tajo, que realmente desvanece la turbiedad. Si no entiendes la diferencia, si no tienes eso en cuenta en la misma medida en la política, en el amor y en tus escritos, estás perdido. Esto también explica cuán difícilmente avanza la humanidad.

Por desgracia, el hombre fácilmente adquiere gran educación
y en lo que sólo exige cerebro se distingue. Sin embargo, en lo que exige que participen los sentidos, dormita. Sus órganos sensoriales, en estado permanente de hipotermia, son incapaces de transformar la fuente de estímulo en imagen que proporcionalmente se refleje en el espíritu. De ahí el famoso intelectualismo de nuestra época que corta uno a uno todos los hilos que nos vinculan con la vida inmediata y nos condena a un hambre de abrazos afectuosos y verdaderas lágrimas.

Qué tipo de vida “poética” puede ser la tuya cuando incluso la muchacha que besaste, la callejuela oscura donde la besaste y
la música que de lejos te llegaba cuando la besaste, tienes que buscar y encontrar en los diccionarios.

Ya me cansé. El viento sigue soplando. Me levanto a dar unos pasos, luego me detengo un poco detrás de la puerta de vidrio y observo la batalla por el viento de las begonias y los geranios. Luchan. Todos luchamos. El barco se levanta y golpea las olas; a veces se inclina por una banda, a veces por la otra. Afortunadamente mi carga es pesada y aérea. Pesada por la oposición que hasta ahora no ha habido nadie que la reconozca, que la adopte. Y ligera por los trazos de vivencias a las que se les sustrajo, tras su santificación, el contenido temporal, y han llegado a ser elementos inasibles, alimento de abejas: palabras de Parménides, jazmines de España diríase recién liberados por una mano amada, pelotas de vidrio de las aguas del Cavo Malea1, nubecillas de Parténis2, sentencias de Blake, lágrimas y besos engarzados en rosario, mirtos y otras inocencias de mi mente en estado primigenio.

En medio de un mar borrascoso y en contra de los tiempos y las modas, un segundo mundo, de otra especie, fluido, todo flora, al que me tiro de cabeza y emerjo a la superficie veinte años más joven en la concepción de las cosas y lo mudable que representan. Es decir, el caudal de la materia que es imprescindible para llegar y tocar lo permanente que ocultan.

Viaje solitario que he intentado con el lugar a mi derecha vacío, sí, pero siempre acompañado por una hilera de plantas que dividen geométricamente el espacio, santos como Hölderlin o Solomós, muchachas recién cortadas como la cereza, mitad realidad, mitad fantasía, que se desplazan ligeras, pero siempre con prendas interiores de arácnido tejido, que primero se frotan en ti como un fósforo y se encienden, y luego tiemblan y se disuelven para dejar en tu brazo quemado por el sol dos o tres gotas de frescura.

Ocurre que haga el amor así y me vuelva un devoto como pocos.

 

Notas:

* Por error, el capítulo de Avante despacio en el número 1315 (17/v/2020), apareció con el número i cuando en realidad es el ii.

1 Cabo Malea. Cabo al sureste del Peloponeso y punto más al sur de la Europa occidental.

2 Constantino Parténis (1878-1967). Pintor nacido en Alejandría.

 

Versión y notas de Francisco Torres Córdova

 

 

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