Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
11nepantla.jpg

Donde aquí es allá

'Nepantla', Elsa Cross, Era, México, 2019.
Antonio Soria

En 2012, El Fondo de Cultura Económica publicó la Poesía completa de Elsa Cross, un grueso volumen de casi ochocientas páginas en el que se incluyen desde Naxos, la primera plaquette firmada por la también catedrática, traductora y ensayista mexicana nacida en Ciudad de México a principios del mes de marzo de 1946, hasta Escalas, poemario publicado originalmente ese mismo año, es decir hace ocho.

Sin contar antologías, traducciones y otros textos aparecidos a lo largo del tiempo, desde aquel 2012 hasta la fecha la autora de Bacantes, Visiones del niño Ram, Jaguar, Singladuras y Bomarzo, entre muchos otros, antes de Nepantla publicó al menos otro par de títulos –los también poemarios Más rojo bajo el sol (2014) e Insomnio (2017)–, así como el ensayo Puerta del Este, en 2020. Ciñéndose a sus libros de poesía, son treinta y dos los volúmenes fruto de un trabajo ininterrumpido desde 1966, es decir, a lo largo de cinco décadas y cuatro años.

En la presentación de aquella Poesía completa, la propia Elsa definió de manera sucinta e insuperablemente clara su postura ante la poesía y el acto mismo de escribir; no sería un despropósito suponer que el paso del tiempo no ha hecho variar, sino sólo refrendado, aquello que postula y que, por razones obvias, vale la pena reproducir con amplitud aquí: “La poesía ha sido muchas cosas para mí: el registro de una experiencia en el mundo y una forma de conocimiento, ha sido búsqueda y encuentro, una contemplación, un juego, un diario de viaje. Aunque siento que la poesía es intemporal, y nunca he podido ubicar la mía propia dentro de alguna corriente, si tuviera que circunscribirla a una tradición, diría que mi escritura se ha nutrido de una larga sucesión de poetas que han ligado el ser a la palabra y la naturaleza, y han exaltado el canto.”

Nepantla es un instante”, dice el primer verso del cuarto poema –sin título, como el resto–, y a lo largo de las cuatro secciones en que el libro se divide, la autora realiza una suerte de ritornello para ahondar en todo aquello que es y en lo que se desdobla y multiplica Nepantla –ese vocablo nahua que significa “en medio; estar en medio”, según el Gran diccionario náhuatl, convenientemente citado al principio del volumen–, de manera que también, como más adelante afirma, “Nepantla abre un abismo” que se abre “entre el nombre y la cosa” y está compuesta por sílabas que tienen la forma de “una cosa ensangrentada”.

Naturalmente, resulta inevitable asociar Nepantla, el sitio, con la presencia intemporal de sor Juana Inés de la Cruz; tan es así, que aquella población asoció su nombre prehispánico con el de nuestra poeta mayor, y esto es algo que Cross por supuesto sabe y no sólo eso sino, de manera sutilísima, desliza en el hálito más profundo de cada poema y cada verso. Para que un lector desavisado no cometa el error de suponer que hallará referencialidades crasas o alusiones fácilmente localizables, es preciso aclarar que esta Nepantla no es sorjuanesca ni cosa parecida; lo que busca sugerirse aquí es muy distinto: que sin eludir el cobijo inapelable de la décima musa, Cross transita por su propio territorio, es decir, el de sor Juana, pero traído a este tiempo presente, en el que el paisaje y sus elementos naturales son lo que son, objetos, las cosas mismas, pero también los símbolos en los que Cross descubre, reconoce y relanza, como destacando su pervivencia a través de las eras.

Se cumple de ese modo un par al menos de los principios poéticos –y de poiesis, cabe sostener– declarados por la autora en el texto arriba citado: su Nepantla se nutre, como no podía ser de otra manera, entre muchos de aquella autora nacida en la tierra de en medio, ahí, “entre las cosas// y sus nombres”, y al hacerlo liga el ser “a la palabra y la naturaleza”. También, por supuesto, se verifica en estas páginas esa búsqueda seguida del encuentro tan cara a la autora, lo mismo que la contemplación –“Vivos helechos/ alzan sus curvas amorosas/ acogiendo en lo fresco/ los visos nómadas/ del sol que se abraza a lo oscuro”– y, como siempre en la poesía de esta autora imprescindible, el juego, uno tan lúdico como lúcido.

 

Versión PDF