Lo público y lo privado / Odysseas Elytis

- Odysseas Elytis - Sunday, 09 Aug 2020 07:54 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

II (2da parte)

Tal vez todo esto (es necesario que lo diga), no siempre coincida, o para nada, con las conclusiones de la ciencia. Pero yo digo lo que leo en los únicos textos que nos dejaron y que son las obras de sus manos. Tanto por los ocres como por las líneas sinuosas se llega al restablecimiento de una ética de la belleza que posiblemente alguna vez haya dominado en este mundo. El que ninguna ciudad importante estaba construida en un lugar que proporcionara ventajas defensivas, como las posteriores acrópolis o los innumerables castillos de la Edad Media, así como también el hecho de que no encontramos más que raramente la existencia de obras de fortificación, directamente defienden este punto de vista. Como indirectamente lo defienden todas las obras de arte que nos dejaron. Empezando por los frescos, en los que la concepción cromática se manifiesta con una inocencia que fue necesario que pasaran miles de años, ni siquiera para volver a encontrarla, sino para que con esfuerzo y conocimiento volviéramos a realizar, pasando después por la variedad infinita de gemas para anillos, esos óvulos de un mundo mágico en el que los acordes de la imaginación y la destreza forman un verdadero Pandectas1 del potencial de configuración de la materia, hasta, por último, los objetos de su vida cotidiana, éstos más enérgicos si es que no a veces incluso primitivos, pero con una inventiva inagotable en las formas y tamaños.

Aquí, no sé cómo decirlo, pero siento algo parecido a la envidia, que es a la vez lamento y deseo. He aquí lo que quiero decir. Me gustaría que todo esto pudiera encontrarse en constante comunicación con el sol. Que hubiera también para todo esto un fototropismo que, así como asegura a las plantas la indispensable clorofila para que se renueven sin cesar y nos humedezcan la mirada con su frescura, le infundiera algunos estremecimientos peculiares dotados con el don, incluso a través de las más terribles calamidades que aplastan civilizaciones y devastan la integridad de pueblos, de saltar de un siglo a otro y dar puntadas en la piel del tiempo. Que pase La Parisina2 de Cnosos a la Recolectora de Azafrán de Tera,3 y ésta a la Kore con el retoño de mirto4 de Paros, y ésta a la Portadora de mirra, la de color rosa con el cirio, y ésta a la bella Adriana de Atenas, y ésta a la Kore con la granada5 de Egina.

Y no por otra cosa, sino porque habitamos las mismas tierras.

 

Notas:

1 Pandektis: palabra que significa “aquello que acepta o recibe todo”. Por supuesto, Elytis también hace referencia al Pandectas o Digesto, la obra de Justiniano, emperador de Oriente (483-565), sobrino de Justiniano I. Se trata de la recopilación de varias obras, especialmente los códigos de derecho civil, que fueron reunidas en los cincuenta libros del Digesto.

2 Uno de los frescos más famosos del arte minoico. Esta mujer, una de las más impresionantes de la composición, de labios carnosos, mirada intensa y nariz pronunciada, expresa toda la vitalidad del espíritu minoico. Fue llamada La parisina por el arqueólogo Evans. Pertenece al período minoico posterior II, hacia 1450 aC, Palacio de Cnosos.

3 Este fresco cubría el muro oriente de la habitación del primer piso de un edificio de la ciudad prehistórica de Akrotiri, en Tera (Santorini) y es parte de un fresco que se extendía hasta el muro norte. Pertenece al final del período medio de la civilización cicládica, hacia 1650 aC.

4 Relieve tumulario. El epíteto está tomado de un poema de Arquíloco. Archilochus Iam., Eleg., Fragamenta: Fragment 30, line 1.

5 Estatua antigua que representa a una joven adolescente. Es el equivalente femenino de los famosos Kuros o Kouros.

 

Versión y notas de Francisco Torres Córdova

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