Biblioteca fantasma

- Eve Gil - Sunday, 03 Jan 2021 07:48 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Una muñeca de palo

 

Qué sabes de amor

si nunca has besado a un muxe’

Según Wikipedia, muxe, término zapoteca, refiere a una persona nacida varón que asume el papel milenariamente adjudicado a las mujeres, algo bastante común en la región zapoteca del Istmo de Tehuantepec donde, se estima, existen 3 mil. Muchos pensarán: sí, claro, son transgénero. Pero más allá de orientación o biología, se relaciona también con una cultura, los llamados “usos y costumbres”… o eso creo entender tras leer a la joven –prefiere el femenino pese a su nombre masculino, aunque en uno de sus poemas se refiere a sí misma como “Carolina”– Elvis Guerra, que a sus veintisiete años nos presenta un primer e impactante libro de poesía, Ramonera (LetraVersal, Círculo de poesía, 2020). Los muxes, nos dice Elvis, son hombres que nacen oliendo a flor, “abrazados a una muñeca de palo”. El verbo castellano “ramonear”, que alude a la actividad alimentaria de los animales herbívoros, cambia radicalmente su significado dentro de este peculiar universo donde todo es de colores, o no es: Un “ramón”, según el poema que da título a este libro, es un hombre viril que también es muxe’ y practica el sexo con otros como él. Exacto como el varón de la bellísima portada de este libro que no me canso de contemplar, realizado por artista Juan Miguel Galera.

Este poemario borró de mi mente la concepción idealizada que adquirí de los muxes cuando leí una maravillosa novela de Leonardo Da Jandra, La almadraba (2008), cuya protagonista, Catalina, es una bellísima “mushe” (sic) que derrocha sensualidad, orgullo e impone respeto. Pensaba que en aquella geografía matriarcal no existiría la homofobia ni se toleraría el machismo. Pero Elvis me desencanta al respecto desde la dedicatoria, para “…Adriana, muxe’ de la novena sección asesinada en 2009”. Su experiencia es prácticamente la misma de muchos homosexuales, aunque asume su identidad con orgullo casi estético, como si las heridas de la discriminación embellecieran: “Me quise sin maquillaje./Me quise por encima/de todos los hombres que no me quisieron.” (“Letanía para una muxe”.) Aunque no le dieron a elegir ser muxe, expresa la autora en otro poema, que si volviera a nacer sería nuevamente muxe’.

En el prólogo sin firma se habla de “una autobiografía tan pequeña como única”, pero yo percibo un mundo de vivencias que desbordan escasos veintisiete años de vida y una de sus virtudes consiste en hacernos sentir el proceso mediante el cual termina por crecer, ausente de abnegación. Una madre que no tenía reparo en que su hijo varón caminara sobre sus tacones; un padre que odiaba a los muxes y fue asesinado de un tiro en la cabeza; un tío que la viola a los seis años, posteriormente un vecino cometerá la misma afrenta; confiesa que padece vph (virus del papiloma humano) de una manera totalmente ensamblada a su discurso poético. Los besos tienen más de dos colores. Su abuela le muestra la perfecta metáfora del amor cuando mata a un cerdo que Elvis tenía por mascota: “sí, a ese cerdo lo cuidó tanto/ para matarlo ella misma./ ahí entendí el concepto del amor:/cuidar algo para después destruirlo”. (“Árbol genealógico.”) Aspectos trágicos que ella expone como parte de un trámite para alcanzar la madurez. Se nos presenta como una mujer esencialmente feliz y despreocupada, “cintura de 65 cms y pene de 19”. La parte trágica de su existencia la componen los asesinatos de sus hermanas muxes, como sería el caso de Adriana, asesinada a los veintiocho años: “El cabello de Adriana/era un nido de tulipanes que ríen de noche […] Adriana aprendió a preparar caldo/de iguana a los catorce años;/ supo que un chile de más en la comida/ es un infierno que se disfruta a solas./Adriana supo a los quince años/ que quería casarse vestida de blanco/ en un templo que nunca existió.” (“Adriana muxe’ , la flor que se desgranó.”)

La poesía de Elvis Guerra es lúdica, mezcla de tragedia y carnaval. Es además una ventana a un mundo que, no por ser tan cruel como éste, deja de ser más fascinante.

Versión PDF