Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 03 Jan 2021 07:55 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Cierre de año: el (des)balance

 

Culturalmente afectos a la simbología de las cifras, antes de que comenzara el año recién concluido se hablaba del “veinte-veinte” como de algo intrínsecamente auspicioso, bueno y agradable, y aunque de hecho los años nuevos nunca cumplan una promesa que sólo existe en la mente de sus imaginadores, nadie habría podido calcular que 2020 se convertiría en la antípoda absoluta de cualquier parabién: la pandemia ocasionada por el virus SARS-COV2, en vías de ser controlada pero todavía vigente y letal, echó por tierra los habituales propósitos que Mediomundo suele hacerse en vísperas de un nuevo ciclo.

Naturalmente, la industria cinematográfica no habría de ser la excepción sino parte de la regla: los planes expansivos, tanto de productores como de distribuidores y exhibidores fílmicos, tuvieron que ser dejados para un mejor momento y ser cambiados por otros, más bien orientados hacia la sobrevivencia en ciertos casos, y en otros a la astringencia. Como es sabido, lo anterior tuvo como resultado un imprevisto acelere del boom que las plataformas digitales ofertoras de materiales cinematográficos ya experimentaban previamente a la pandemia, de tal modo que si el propósito era ver novedades cinematográficas, lo que hace un año era tendencia se volvió recurso casi único.

Nada, ni siquiera una amenaza tan seria a la vida colectiva, ha podido sustraerse a la lógica neoliberal y, una vez más, la industria del entretenimiento en general y el cine en particular no iban a ser la excepción. En consecuencia, cinematográficamente hablando lo que vimos fue un simple traslado de dominio, por así decirlo: mientras Cinépolis, Cinemex, cineclubes y demás espacios de exhibición se las arreglaban mientras tanto –unos con su poder económico intacto, otros con el rosario en la mano–, empresas como Netflix y Amazon Prime prácticamente monopolizaron difusión y exhibición, dejándole a otros espacios una rebanada muy pequeña de un pastel tradicionalmente mal repartido.

Acostumbrada a desempeñar el papel de triste y disciplinado eco, casi exclusivamente sólo de aquello que indiquen quienes determinan qué se estrena, cuándo y cómo, la desoladora mayoría de la prensa especializada desperdició una oportunidad quizás irrepetible: la de mirar hacia otro lado y descubrir que, a contrapelo de su costumbre comodona, así como siempre ha sido falso que lo único de lo que vale la pena hablar proviene de Hollywood, también lo es que si la película no pasó por Netflix no es interesante.

 

La misma canción

En el ínter, la comunidad cinematográfica nacional sintió amenazado no tanto un esquema de producción sino lo que, para muchos, más bien era un modus vivendi: la extinción de los fideicomisos fílmicos hizo poner el grito en el cielo a Másdeuno, escandalizado y encolerizado porque “la cuatroté hipócrita no cumple” y no apoya al cine mexicano. Tan acostumbrada estaba esa comunidad al esquema, que ya no podía mirarle los defectos sino nada más las cualidades y, por razones entendibles pero no por eso justificables, pretendió que la ley se aplicara nada más en los bueyes del compadre, cosa que no sucedió pero que al final, y con su paradójico silencio de por medio, tampoco significó que la producción vaya a derrumbarse este año recién comenzado. Desde otra perspectiva, también fue desaprovechada una oportunidad inmejorable para desenlatar cientos de filmes apenas o jamás exhibidos.

Por lo demás, a final de cuentas nada de lo anterior significó diferencias esenciales en la naturaleza del cine mexicano, ni en su concepción ni en su habitual suerte: una mayoría de películas medianas, buen número de petardos más o menos bien promocionados y un puñadito de filmes memorables, de todo lo cual el gran público vio un porcentaje ínfimo. No hay que ser Nostradamus para saber que, en este 2021, la canción seguirá siendo más o menos la misma.

Versión PDF