Bemol sostenido

- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Saturday, 23 Jan 2021 23:59 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Phil Spector, detrás de la pared sonora

 

En ese video en blanco y negro, Phil Spector tiene diecinueve años de edad. Toca la guitarra y hace coros con los Teddy Bears. La canción que abordan es “To Know Him is to Love Him”, cuyo título fuera epitafio en la tumba de su padre suicida. El trío actúa como grupo invitado en el afamado programa televisivo de Perry Como quien, una vez terminada la pieza, entrevista a los jóvenes mientras acintura a su cantante. No cabe duda: son otros tiempos.

Viendo el impoluto saco claro, el cabello engominado y la sonrisa franca, nos parece imposible relacionar a ese muchacho que canta de amor con el genio compositor, el estrafalario productor y el loco homicida en que Spector se convertirá al paso de cincuenta años, tiempo en que su cabellera mutará incontenible reflejando su múltiple personalidad. “Es como un niño eterno”, diría su tercera y última esposa Rachelle Short cuando lo encarcelaron por el asesinato de la actriz Lana Clarkson.

Llama la atención, lectora, lector, que la mayoría de las rutas que sigan tomando como punto de partida el nombre de Phil Spector llevarán a un episodio violento en el que habita un arma de fuego, un accidente de auto, un encierro paranoide, el abuso familiar o una demanda laboral. Conflictivo como pocos, este hombre
–muerto el pasado día 16 de enero por complicaciones relacionadas con el coronavirus– parecía forzar su entorno para transformarlo en una realidad imaginada. Tal como un niño monstruoso. Ello puede ser fructífero en terrenos artísticos, desde luego, pero en el mundo concreto supone incongruencias que lastiman a los demás.

Cinco mujeres lo acusaron de amenazas con armas de fuego. Los míticos Ramones, padres del punk, atestiguaron su comportamiento errático con una pistola. Lo mismo le pasó a John Lennon, quien sufrió en su oído interno por el disparo de Spector en plena grabación del álbum Rock N’ Roll. Leonard Cohen dijo que siempre tenía armas alrededor. Tuvo tres matrimonios que le dieron cinco hijos (uno murió de leucemia siendo niño). Casi todos los miembros de esos núcleos lo acusaron de ser un arbitrario inmoderado.

Hoy, tras su muerte, muchos dirán que la enfermedad terminó haciendo justicia. Pero su legado lo supera. No nos referimos únicamente a las contribuciones en álbumes icónicos de los Beatles (juntos: Let It Be, o separados: All Things Must Pass, Plastic Ono Band), Leonard Cohen (Death of a Ladie’s Man), Ramones (End of the Century) o Tina Turner (River Deep–Mountain High), por mencionar algunos. Hablamos, además, de algo que subsiste dentro de todo lo que producía. Su mítica wall of sound.

Él decía que era como jugar a la música clásica dentro del rock (el niño otra vez). Se trataba de un concepto de grabación exhaustivo en el que había que repetir por capas lo hecho con distintos instrumentos hasta alcanzar tímbricas singulares, con un volumen amplificado y mayor limpieza, lo que en conjunto ponderaba bloques sonoros más “pesados”, sólidos, comienzo de una era en donde los discos podían superar a las ejecuciones en vivo de sus autores. Así de importante fue. O sea que si antes los músicos ensayaban a morir para elegir su mejor huella en un disco, tras lo hecho por él podían jugar con el estudio como generador de auténticas fantasías.

Digamos que Phil Spector concibió una realidad aumentada que cambió el entendimiento de la música grabada, aunque ese mismo superpoder –en su vida personal– propiciara discordancias lamentables. ¿Preferiríamos que no hubiera matado aunque ello supusiera quedarnos sin su wall of sound? Claro. No enaltecemos al asesino. Pero el pasado es inmutable. Lamentando el horrendo feminicidio podemos señalar su aportación al mundo sonoro como un cisma que incluso hoy nos permite soñar despiertos y crear universos acústicos agigantados. Escuchemos su trabajo sabiendo quién fue, pero sin pensar demasiado en él. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

Versión PDF