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- Luis Tovar @luistovars - Saturday, 23 Jan 2021 22:49 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Juan Carlos Tabío: retrato en movimiento

 

“En la madrugada de este lunes 18 de enero falleció en La Habana el director de cine Juan Carlos Tabío (1943), importante figura de la cinematografía nacional y autor de obras reconocidas por el público y la crítica”: con estas palabras, lacónicas a más no poder y que nada dicen en cuanto a la causa del deceso, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) dio a conocer la muerte de quien, a la zaga solamente de Tomás Gutiérrez Alea, Titón, debe ser considerado el cineasta cubano más relevante.

Fue precisamente en colaboración con Gutiérrez Alea que Tabío codirigió el que, sin duda, es su filme más célebre: Fresa y chocolate, de 1993, confirmaba el prestigio de Titón e instalaba a Tabío en la memoria cinéfila no sólo cubana y latinoamericana sino, dado el éxito de la cinta, también mundial. Dos años más tarde, en 1995, volverían a trabajar al alimón en Guantanamera. Con la muerte de Gutiérrez Alea apenas al año siguiente, en 1996, Tabío quedó solo en el puesto más alto de los creadores cinematográficos que la Isla ha dado al mundo.

 

Tabío contra la ñoñería

Fresa y chocolate no es la primera película en la que este par de iconos cubanos reunieron su talento; de hecho, el propio Tabío cuenta cómo sucedieron al principio las cosas entre Titón y él: “Se permuta [su debut en largo, de 1983] fue hecha prácticamente a instancias de Titón. Él quería que yo hiciera un largometraje, y me sugirió que por qué no tomaba una permuta masiva como pretexto para hacer un corte en nuestra sociedad. Él me ayudó a elaborar el guión, y esa fue nuestra primera colaboración, que ha quedado en créditos como ‘idea original de T.G. Alea’.”

Aquel filme no sólo significaría la primera muestra visible de una colaboración que iba a extenderse desde entonces y hasta la muerte de Gutiérrez Alea, sino que también daría un claro indicio de los derroteros temáticos, formales y conceptuales que habría de seguir la ulterior carrera fílmica de Tabío, tal como lo demuestra su siguiente película, Plaff, también conocida como Demasiado miedo a la vida, que filmó un lustro después. De nuevo en palabras del propio cineasta, “en sentido general, Plaff es un filme mucho más maduro que Se permuta […] Mucho más incisivo en cuanto a su nivel de penetración de la realidad”. Al igual que su debut largometrajista, y del mismo modo en que sucedería con El elefante y la bicicleta, de 1994, Tabío echaba mano de los recursos genéricos de la comedia, pero no la que tiene como principal distintivo a la ñoñería –que a Tabío le causaba un profundo repelús–, sino la que exhibe una problemática aguda y compleja de manera cáustica –la de Plaff, referida a la lucha entre lo nuevo y lo viejo, a través de Concha, personaje femenino ya presente en Se permuta.

Sin ser comedia, la multimencionada Fresa y chocolate no carece de pasajes agridulces matizados por el humor, que le confieren la paradójica y notable combinación de ligereza y profundidad. Algo similar puede afirmarse en el caso de Guantanamera, definida por su coautor como “una comedia de humor negro ligada a una situación económica real”, en referencia al que se conoció como período especial en Cuba derivado de la caída del socialismo real en Europa, que dejó a la Isla como uno de los escasos sobrevivientes de un modelo político eternamente cuestionado. Por su parte, Lista de espera (2000), con la que Tabío cerraba el siglo XX, es otro fresco social protagonizado por un conjunto de personajes que hacen de la cotidianidad, de a ratos difícil hasta la exasperación, motivo de autocrítica bienhumorada e incluso de ensueños amables.

Tres filmes más –Aunque estés lejos (2003), El cuerno de la abundancia (2008) y 7 días en La Habana (2012)— rubrican la trayectoria de un cineasta que, ya fuese en documental, género en el que legó más de cuarenta producciones, o en ficción, hizo el retrato en movimiento de una sociedad y una cultura enteras.

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