El neo noir a la mexicana: 'Días y combates' de Taibo II / Belascoarán

- Rafael Aviña - Sunday, 14 Feb 2021 07:49 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Un breve pero sustancioso repaso por la producción cinematográfica mexicana del género policíaco a partir de la década de los setenta, en el que Ciudad de México comparte créditos con el famoso detective Héctor Belascoarán Shayne, creación de Paco Ignacio Taibo II en su novela ‘Días de combate’.

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En 1972 surgía la Academia de Policía y Tránsito del Distrito Federal. Su objetivo: formar policías con conocimientos técnicos y humanísticos, fomentar el método de prácticas de crucero y las visitas a las comandancias, laboratorios de criminalística, servicio médico forense y otros más para transformarse, en 1977, en Colegio de Policía. Entre sus requisitos para ingresar: Estatura 1.65 metros mínima. Edad de veintiuno a treinta y cinco años. Dos cartas de recomendación. No antecedentes penales ni policiales. Presentar certificado de primaria. No ser adicto ni a drogas ni a licor. Ser honrado y no padecer enfermedades físicas… “De los jóvenes que acudían, muchos no satisfacían las condiciones señaladas y resolvían el predicamento si venían recomendados por algún jefe policíaco, diputado, senador o funcionario de cierta influencia”: Gendarmes y guaruras (50 años del Servicio Secreto) 1a Parte”. David García Salinas, Populibros La Prensa, 1985.

En contraste, asaltantes y homicidas de origen árabe fueron sometidos durante un tiroteo en la Unidad Independencia en octubre de 1971, y en enero de 1972 era rescatado el entonces director de aeropuertos Julio Hirschfeld Aldama, plagiado por miembros del llamado Frente Unido Zapatista. Por esos años, el veinteañero Paco Ignacio Taibo II y otros más cofundaban la Cooperativa de Cine Marginal (1971-1976), y para 1976 escribe su novela Días de combate, con la que inicia la saga del detective Héctor Belascoarán Shayne, que en breve daría el salto a la pantalla grande para recuperar el cine policíaco desde una perspectiva más irónica y desencantada.

 

La capital de los años setenta


Los años setenta del siglo pasado trajeron como consecuencia una revalorización del cine negro contemporáneo. Un espacio físico y emocional, centrado en esencia en una Ciudad de México que se debatía entre bandas de secuestradores y delincuentes, donde el negocio del narco empezaba a abonar terreno y la guerrilla en varios estados del país era consecuencia de la represión y la cruda de 1968. Un sitio donde la moral dejaba de tener significado y el crimen y el poder se identificaban con una urbe violenta y enrarecida, que la cinematografía de los años setenta aprovechó al máximo y prolongó con la llegada de José López Portillo al poder.

En 1978 Alfredo Gurrola, ganador de varios premios de cine experimental en formato súper 8 y egresado del CUEC, debutaba en la industria con La sucesión, centrada en las relaciones del dominio político y el terrorismo revolucionario. Un año después contribuye a dignificar una suerte de neo noir a la mexicana, otorgando distinción al siempre menospreciado género policíaco a partir de los atractivos thrillers Días de combate y Cosa fácil, inspirados en las novelas homónimas de Paco Ignacio Taibo II y a su vez filma Llámenme Mike, escrita por Jorge Patiño y Reyes Bercini.

 

Cosa fácil: los Días de combate de Belascoarán Shayne


Nacido en España y naturalizado mexicano, Taibo II ha logrado encabalgar la novela y la crónica histórica con el género policíaco, lanzando al detective independiente –más no privado– Héctor Belascoarán Shayne, sucesivamente interpretado en la pantalla por Pedro Armendáriz hijo, Sergio Goyri y Alejandro Camacho, este último en un filme en video que jamás se terminó. A Días de combate le seguirían ocho títulos más: Cosa fácil (1977), No habrá final feliz (1981), Algunas nubes (1985), Regreso a la misma ciudad y bajo la lluvia (1989), Amorosos fantasmas (1989), Sueños de frontera (1990), Desvanecidos difuntos (1991) y Adiós, Madrid (1993). En las dos adaptaciones dirigidas por Alfredo Gurrola y escritas por Jorge Patiño y el propio Taibo II, filmadas al unísono entre noviembre y diciembre de 1979, Armendáriz hijo encarna a una suerte de ángel vengador defeño que comparte su oficina con el tapicero Carlos Vargas (Gerardo Vigil), el plomero Gilberto Gómez Letras (Ernesto Gómez Cruz) y el ingeniero experto en drenaje profundo Javier Villarreal el Gallo (Manuel Flaco Ibáñez).

En Días de combate, Belascoarán Shayne sigue los pasos de un refinado estrangulador y feminicida millonario que vive en Las Lomas de Chapultepec (Guillermo Murray), que firma sus crímenes con el sobrenombre de Cerevro; “la v le da un toque de originalidad” –comenta. Ello le lleva a concursar en un programa televisivo similar al de Las 13 preguntas del 13, conducido por Pedro Ferriz, con el tema de “Grandes estranguladores” y a enfrentar sus propios temores. La guapa Julieta Rosen debutaba aquí como Marina, una estudiante de Filosofía que desea trabajar como ayudante y secretaria del detective. Asimismo, aparece Susana Kamini como periodista y amante suya, además de la chica de la cola de caballo que interpreta Hilda Aguirre, al igual que Julissa y Juan Peláez como sus hermanos Elisa y Carlos Belascoarán. Todo en medio de balaceras, atentados, tráfico, indigentes y una urbe enloquecida, en donde se aprecia el mítico restaurante Kineret en la Zona Rosa.

En Cosa fácil, la acción arranca en una cantina de mala muerte donde el detective de origen vasco-irlandés, fumador empedernido y voraz consumidor de Pepsi Cola, se encuentra con un campesino (Arturo Benavides), que lo convence de encontrar a Emiliano Zapata, quien en apariencia no murió asesinado en Chinameca, Morelos, sino que fue sustituido por alguien muy parecido. En paralelo, investiga un par de casos más: el asesinato de un ingeniero (José Nájera) y su ligazón con el ambiente gay y a Elena, una jovencita de secundaria (Abril Campillo) que supuestamente desea suicidarse y tiene en su poder un paquete de droga, por lo que es chantajeada por un grupo de violentos mozalbetes que trabajan en un boliche. La madre de la chica es una vedette extranjera que interpreta la Princesa Lea, quien contrata a Belascorán Shayne.

Cosa fácil es de nuevo un recorrido por una ciudad pulsante con iguales dosis de suspenso e ironía y demandas obreras, donde el protagonista pierde un ojo en un atentado y, a partir de ese momento, se verá en la necesidad de llevar un parche negro. Incluye la participación secundaria de figuras como el boxeador Octavio Famoso Gómez –vendedor de chicharrones–, de las muy jovencitas Edith González y Erika Buenfil como compañeras de Elena y la del propio Gurrola en un cameo como un pervertido camarógrafo oculto. Ambas películas poseedoras de una eficaz banda sonora, obtuvieron la clasificación c –sólo adultos– y con Días de combate Gurrola fue nominado al Ariel como mejor Director…


Un detective en los años noventa mexicanos


En 1993, la entonces exitosa productora Televicine recuperaba al personaje de Paco Ignacio Taibo II en una serie de cintas dirigidas por Carlos García Agraz y protagonizadas por Sergio Goyri. Se trataba de Días de combate, Algunas nubes y Amorosos fantasmas, las tres filmadas ese mismo año; relatos que no deparan sorpresas mayores más allá de sus atractivas secuencias iniciales. Thrillers noirs eficaces y entretenidos, pero incapaces de sobrepasar el formato del telefilme y arriesgar en terrenos de la violencia urbana de donde se nutrían. Más aún, en la Ciudad del México salinista de aquel entonces, caracterizada por un altísimo índice de criminalidad en aumento. En ese contexto aparecía Leclercq, un atrayente estrangulador de mujeres interpretado por Wolf Ruvinskis. En contraparte, empeñado en convertirse en su némesis, está Belascoarán Shaye, vengador urbano que abandonaba su profesión de ingeniero, su casa y su matrimonio para emprender el oficio de detective, como una manera de llenar su vacío existencial atrapando a ese asesino en apariencia invisible.

Si Días de combate y Cosa fácil de Alfredo Gurrola, en 1979, sacaban partido de la violencia urbana y del humor negro que se desprendía de ésta, catorce años después el asunto parecía encontrar una correlación aún más paródica o en su defecto más intimidante. Sin embargo, la versión de García Agraz optaba por un humor y un tono más bien solemne, en un filme que, al igual que Algunas nubes, resultaba excesivo en diálogos, armado por breves viñetas y un ritmo con tendencia a estancarse.

Por fortuna, lograba sacar provecho de un cuadro de actores encasillados en televisión, particularmente Sergio Goyri, quien demostró capacidad; asimismo la película conseguía, por momentos, convertir a la ciudad en un personaje más y conducir con habilidad los lineamientos del thriller con algunos momentos efectivos y guiños literarios: en Días de combate, el reportero de nota roja que parece experto en Nietzsche y en Amorosos fantasmas, el chicharronero que recita a Bécquer, por ejemplo.

Amorosos fantasmas tiene un arranque genial. Un grupo de hombres con saco, corbata y máscaras de colores chillantes, avanza por un cementerio; se trata de un cortejo fúnebre compuesto por profesionales de la lucha que acompañan hasta su última morada al célebre Ángel I. Lo que parece una delirante escena de un filme surrealista, o quizá de una farsa extravagante, es en realidad la primera y estupenda secuencia del que sería el tercer –y último– vehículo de lucimiento para Goyri, como el héroe de Taibo II en la pantalla. Aquí, el detective Héctor Belascoarán Shayne comparte oficina con un tapicero (Bruno Bichir) e investiga el asesinato de su amigo, el luchador Ángel I por encargo de su hijo, Ángel II (Alberto Estrella). Al mismo tiempo, acude al llamado de su amiga Laura Ramos (Mariana Levy), conductora de un programa radiofónico nocturno –La hora de los solitarios–, quien intenta aclarar el supuesto suicidio de una joven estudiante, la cual, antes de morir, le ha enviado un cassette que podría interpretarse como una despedida, en una saga que recuperaba la serie negra policíaca a la mexicana, con mayor dosis de nostalgia romántica que de realismo violento.

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