Bemol sostenido

- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 11 Apr 2021 07:56 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El desfile dorado de los faraones

 

El Museo Egipcio está situado casi frente a la Plaza Al-Tahrir o de la Liberación, famosa durante la llamada Primavera Árabe. Sus entrañas son uno de los espacios más visitados por viajeros del orbe pero, como supondrá nuestra lectora, nuestro lector, con los años este gran edificio se volvió insuficiente no sólo por el volumen de visitantes, sino por el de las piezas que albergaba, muchas fuera de exhibición y en peligro por almacenamiento inadecuado.

Por ello fue que desde 2002 se “inició” la construcción del Gran Museo Egipcio o Museo Nacional de la Civilización Egipcia, proyecto monumental que se prolongó mucho más de lo deseado y con el que su actual gobierno apuesta todo tras una década marcada por la Revolución de 2011 contra el dictador Hosni Mubarak, la depresión económica posterior y la pandemia de Covid-19; hechos todos que golpearon su industria turística, esencial para la subsistencia del país y la imaginería humana.

Con tales riquezas en su acervo –incompletas siempre por los inmensurables saqueos y regalos históricos que despojaron a su pueblo de momias, joyas, obeliscos y templos enteros–, no es de extrañar que hoy Egipto busque la preservación de tesoros con el trabajo y vigilancia de una oficina que también coordine su explotación controlada. Hablamos del Ministerio de Antigüedades y Turismo, precisamente encargado de concebir y producir un evento histórico: el Desfile dorado de los faraones, sucedido hace ocho días en las calles de El Cairo.

Transmitida en vivo para incontables países, la ceremonia incluyó a la Orquesta Filarmónica Unida (ciento veinte músicos más cien cantantes) conducida por el director Nader Abbassi. En ella sobresalieron el vestuario, la joyería y las voces de tres cantantes notables: Riham Abdel Hakim, Nesma Mahgoub y Amira Selim, figuras de larga trayectoria que entrelazaron su talento con el de la joven violinista Salma Sorour. Semejante unión, sin embargo, no hubiera alcanzado altura sin la partitura de Hesham Nazih, hecha ex profeso para el trayecto de estos veintidós faraones, cada cual en su sarcófago original, con temperatura controlada y en un automóvil/barca con bellos motivos solares.

Sirva como referencia que Nazih es autor de las bandas sonoras Hysteria, Tito y Elfeel El Azraq (El elefante azul); así como de las series televisivas Sharbat Louz (Néctar de almendra), Niran Sadiqa (Fuego amigo) y Al-Aahd (El pacto). Pero lo que hizo para este desfile es absolutamente arrobador. Con cuarenta minutos de duración, su obra es reflejo del alma egipcia. A la típica orquestación europea se suman timbres tradicionales del Alto y Bajo Nilo; aromas de exótica y delicada especie a cargo de la Rababa de arco y flautas como el Nay, así como de sabias percusiones sobre el Tar y el Bendir. Voces y coros son, empero, lo más emotivo del viaje que cobija a cuatro reinas: Meritamun y T, más las famosas Hatshepsut y Ahmose Nefertari, y dieciocho reyes: seis generaciones de Ramsés, cuatro de Tutmosis, tres de Amenhotep, dos de Seti y una de Seqenenre Tao, Merenptah y Siptah.

Ahora bien, justo antes de que salieran hacia un nuevo hogar y de que el director Abbassi levantara su batuta, otras dos figuras de la música popular coincidieron en un preámbulo sobre el río Nilo. La cantante Yousra, icono de la moda árabe, y Mohamed Mounir, intérprete nubio nacido en la bulliciosa Asuán. A ellos se sumaron decenas de bailarines con coreografías filmadas en templos de Luxor, el Valle de los Reyes y Giza, sitio de la pirámide de Keops y parte del complejo en donde, precisamente, se ubica el Gran Museo.

No se pierda esta hermosa huella humana. Escriba en Youtube “Pharaoh’s Golden Parade” y maravíllese hasta las lágrimas con el legado de un pasado que, de tan lejano, nos pertenece a todos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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