La Casa Sosegada

- Javier Sicilia - Sunday, 13 Jun 2021 07:50 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La bondad

 

Semejante a la generosidad, que es uno de sus nombres, la bondad, dice André Compte-Sponville, es la virtud del don. Más allá de la justicia, que implica dar a cada uno lo que le corresponde, la bondad es dar a otro lo que le hace falta. Ciertamente –insiste Comte Sponville–, la justicia puede participar de ella cuando, como lo hace la justicia social que sobrepasa la ley, damos de comer al hambriento. Pero ella no es necesaria para ser bondadoso. La justicia, a veces, es contraria a la bondad y justifica algo que la contradice: la violencia. Muchas rebeliones, revoluciones y guerras son movidas por la justicia y, en su nombre, terminan por cometer injusticias y actos contrarios al bien. La bondad, en cambio, es más subjetiva, más singular, más afectiva, más espontánea que la justicia que a veces es objetiva, intelectual, abstracta en su universalidad y a veces –contraria a la bondad, que nace del corazón– terriblemente visceral. Es lo que le sucede frecuentemente al presidente de México y a todos los justicieros, a quienes el celo abstracto de la justicia los ciega hasta la maldad. Hay que revisitar el famoso discurso del Che Guevara en la ONU, el 11 de diciembre de 1964, para verlo y escucharlo en toda su espeluznante contradicción. Hay que leer también Vida y destino, de Vasili Grossman, para sentir no sólo la tensión entre la justicia y la bondad, sino, sobre todo, la belleza de esta última en medio de la más espantosa de las violencias.

La novela –una de las más hermosas de finales del siglo XXse desarrolla durante el sitio de Stalingrado, la batalla que cambió el derrotero de la segunda guerra mundial y permitió el triunfo de los aliados contra el nazismo.

Mientras en la novela los seres humanos se despedazan en la guerra, en los campos de concentración nazis, en los gulag soviéticos, en las instituciones puestas al servicio de las ideologías y el odio, la vida cotidiana de los seres humanos está llena de pequeños actos de bondad. Tal vez –casi estoy seguro– la bondad está hecha de ellos. No pretende, como la justicia, transformar el mundo; ni siquiera busca algo. Es simplemente la manifestación de lo más humano en la desproporción de lo inhumano; su oscura presencia que, bajo la inmensidad del horror, hace que el mundo no se desmorone. Quien lo resume como un hermoso contrapunto en Vida y destino es Ikinikov, exdiscípulo de Tolstoi, a quienes sus compañeros de prisión llaman yuródivi (“loco santo”; una figura sagrada en el mundo ruso). “El bien –escribe en su diario– no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas; no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares; no está en la ética de los filósofos. [Está] en la bondad cotidiana de los hombres. En la bondad de una viejecita que lleva un mendrugo de pan a un prisionero, en la bondad de un soldado que le da de beber de su cantimplora a un enemigo herido, en la de los jóvenes que se apiadan de los ancianos, en la bondad de un campesino que oculta en el pajar a un viejo judío, en la bondad de un guardia que poniendo en riesgo su propia libertad, entrega cartas a las madres y mujeres de los presos. Es la bondad […] de un individuo hacia otro, una bondad sin testigos, pequeña, sin ideología […] una bondad sin sentido. La bondad de los hombres al margen del bien religioso y social […] la bondad [que] es fuerte mientras es impotente.”

En estos tiempos miserables, de una violencia extrema, hay que cultivar la bondad. Ella no termina con el odio, pero preserva lo humano y nos libera de nuestro imbécil yo hecho de cobardías, mezquindades, vilezas y egoísmos.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los Le Barón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a México.

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