El mundo desde la psique de otro: Arthur Schnitzler y El teniente Gustl

- Alejandro Anaya Rosas - Sunday, 20 Jun 2021 07:47 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La novela breve 'El teniente Gustl' (1900), del escritor austríaco Arthur Schnitzler (1862-1931), de gran precisión estilística y cúmulo de ideas, conduce la reflexión de este artículo sobre la capacidad de la literatura para penetrar en el fondo de la psique humana.

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La literatura trabaja en ocasiones como un microscopio: revela lo imperceptible a simple vista, o como una máquina de rayos X que trasluce lo que llevamos dentro. Pero equiparadas con la literatura, estas tecnologías, con objetivos prácticos, son limitadas. Aunque, claro, no podemos hacer comparaciones; cada artefacto tiene un fin concreto y la literatura no es un dispositivo, sino el reflejo del ser humano y de cómo percibe su entorno; reflejo de las más primigenias dudas que horadan su alma, de sus pesadillas… Como tal, en ella reverbera la naturaleza del ser: desde las primeras manifestaciones literarias, cargadas de poderosa simbología y religiosidad que daban una explicación del mundo, hasta la literatura actual, pasando por la alucinante rebeldía de los románticos, o por aquella búsqueda de identidad sincrética que se dio en Latinoamérica el siglo pasado.

Si, como dicen, para muestra basta un botón, he aquí uno pequeño en extensión pero enorme en calidad literaria; un ejemplo de cómo las palabras trabajan con aquello que el ojo humano no ve, lo que sólo puede hallarse en las oscuras provincias del alma.

Tuvo que ser un médico –no el único ni el primero– quien retratara lo que, más que comportamientos naturales, perecen ser patologías padecidas por personas de determinadas clases o gremios, quien analizara de manera seria –sin que esto permeara de pedante solemnidad sus textos– el modo de actuar en individuos ante situaciones específicas, como un suicidio inminente: es el caso del protagonista de El teniente Gustl (1900), del escritor austríaco Arthur Schnitzler. Veamos, pues, algo de esta novela breve.

El teniente Gustl se desenvuelve en una atmósfera cargada de frivolidad donde el espíritu fatuo de las postrimerías del siglo xix juega un papel importante en la literatura austríaca. Existe una fuerte relación entre el protagonista y la petulancia, la cual sirve como máscara de una época que deja entrever cierta decadencia. Los humos de grandeza, la distinción de clases, los rangos militares, todo ello conforma un velo que recubre a cada personaje que deambula, como fantasma resignado, dentro de la obra de Schnitzler. La resignación es el remedio para la añoranza, disimula la tristeza crepuscular de una sociedad pequeñoburguesa que sucumbirá con la frente en alto y con los recuerdos quebrándoles el alma, conformes con la belleza efímera de los encuentros amorosos sin compromiso y con el confort de las charlas en cafetines y operetas... Pero el escritor de lengua alemana cree que no siempre es bueno perecer así, aparentando llevar la frente en alto, y, peor aún, que existen hombrecillos sin recuerdos dulces que alienten a seguir viviendo, pues se han percatado de lo anodino de su existencia, colmados de placeres estériles como paliativo ante un tedio feroz, aparte de otorgar cierto status. Así es el protagonista de El teniente Gustl, y Schnitzler, con una verosimilitud que espanta, delinea genialmente la psique de este militar.

Para llevar a cabo su cometido, nuestro escritor pone al militar Gustl en lo que suele denominarse una situación límite. Empero, el detonante no justifica la forma como el teniente pretende solventar tal conflicto, revelando así la actitud fanfarrona y cobarde de un joven que no encuentra asidero en el mundo, algo con más valía que lo que aparenta ser. Resumiendo: la situación límite la genera el mismo personaje para escapar de la ignominia: él, un hombre con rango de teniente, es humillado por un pastelero.

Si bien Gustl es como un tríptico con sus lados replegados, muestra únicamente lo exterior; Schnitzler abre el tríptico con aguzado bisturí para observar el flujo de la mente del protagonista. Es entonces que recuerdos e ideas, además de su presente, se trenzan ante nuestros ojos y se desbordan como el caudal de un río, sin que nada detenga las desquiciadas cavilaciones que, aparentemente, serán las últimas. Viendo el mundo con bostezos de aburrimiento y a la vez con horror; recordando a la familia, a los amigos y las amantes, e imaginando lo que será la vida cuando se haya pegado un tiro… el personaje se siente ya al margen de la sociedad. Schnitzler nos ha atrapado en un vertiginoso proceso; en el monólogo interior de Gustl observamos “su” mundo desde “su” psique, y allí la muerte es la única solución, el poeta lo sabe.

Sin embargo, el médico vienés se sirve de la providencia para destensar una narración que nos ha envuelto con un flujo de ideas asfixiante, demoledor por lo que retrata; en ocasiones llegamos a sentir piedad por el displicente y abúlico Gustl. Se desconecta el potente microscopio y alguien nos señala con mueca burlona: Arthur Schnitzler ha jugado con el lector, se ríe de nosotros. Con este texto, donde los recuerdos y demás pensamientos se arrastran, donde se evoca de manera fría y contundente el tedio y lo fugaz de los mundanos placeres, Schnitzler también deja ver que hasta el más miserable de los seres humanos puede encontrar algo de luz al final del túnel.

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