La balada de los bosques

- Hermann Bellinghausen - Sunday, 20 Jun 2021 07:46 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La batalla por la conservación de los bosques no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero (la Amazonia y la isla de Java, Congo y Siberia, Araucanía, Lacandonia, California y la Tarahumara) parece interminable. En este espléndido artículo se da cuenta puntual de los enormes esfuerzos que se han realizado en ese sentido en Zacacuautla, en los límites de la Huasteca, en Hidalgo, por una mujer extraordinaria, Benita Ibarra Canales, y su comunidad, además autora del libro 'Zacacuautla: rimas en defensa del bosque', del que se se dice aquí: “La necesidad de la voz y el amor a la Madre Tierra animan este libro irrepetible.”

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La enamorada defensa de los árboles y espejos de agua de Zacacuatla, la dura resistencia y las tragedias y derrotas de la vida, con sus fiestas y sus penas, sus burlas veras y una multitud de voces componen un libro singular donde hasta las paredes hablan: “Todos los del Ocotenco/ estamos muy desolados/ de ver el bosque cubierto/ de árboles derribados.”

Años y años de hablarse las gentes, de oponer aisladas voces a la avaricia caciquil, las mercaderías de los puestos públicos, la delincuencia tolerada, el abuso ecocida, el desprecio por las bellezas de la vida, y todo para sacar tablas y astillas, árboles en hoja y dejar una epidemia de muñones en la Tierra. Este registro de un proceso local, enclavado en los bordes de la Huasteca en Hidalgo casi Puebla, cuenta la misma experiencia compartida por miles, millones de humanos en el vasto planeta cada día más devastado. La Amazonia y la isla de Java, Congo y Siberia, Araucanía, Lacandonia, California y la Tarahumara. El demonio llega en motosierra. “Eran árboles gigantes/ de más de un siglo de vida/ a dos kilómetros se oye/ el cimbrar de su caída.”

Tenemos aquí la voz colectiva de una lucha, transcrita, compilada y comentada en sencillas rimas por Benita Ibarra Canales: Zacacuautla: rimas en defensa del bosque (Buena Prensa, México, en prensa).

 

Talando a ras del suelo (2015)

En marzo de 2015, en carácter de reportero de La Jornada, visité los bosques y manantiales de Zacacuautla, y conversé con Filiberta Nevado Templos y la propia Benita Ibarra Canales. El retrato que hicieron de su terruño atribulado sigue siendo válido.

En Zacacuautla está unos de los frentes de esa vasta lucha de las comunidades del país en defensa de su agua y sus bosques. Un rincón hidalguense casi enclavado en territorio de Puebla, en el municipio de Acaxochitlán, en la llamada franja otomí-tepehua-nahua de la Sierra Madre Oriental, es escenario de una resistencia auténtica. En Zacacuautla no son indígenas, ni son ejido, sino pequeños propietarios, aquejados por caciques agresivos y depredadores. “Los partidos políticos están podridos, no tenemos por cuál votar”, expresan quienes tienen orgullo por sus bosques, o lo que de ellos queda, y una idea muy clara de que sin ellos y los manantiales que cobijan, la vida misma estará amenazada en la comunidad y la región.

El pueblo, compuesto por unas seiscientas familias, toma los bosques como propios, para juntar hongos, pastar animales, refiere Filiberta Nevado Templos, de la asociación Cuautlalli, antes conocida como Cooperativa El Ocotenco, organización que defiende el bosque. No sólo: por ejemplo, en 2005 reavivaron la tradición del carnaval, alguna vez lucidor y festivo y después casi extinto. Llevan años de batallar organizados. Filiberta ha sido amenazada, agredida, consignada y hasta pisó la cárcel una vez, perseguida por la maraña de poderes entrecruzados que, del municipio a los niveles estatal y federal, protegen la explotación ilegal del bosque y la compraventa de sus terrenos en operaciones fraudulentas.

Los pobladores se han abrazado a los árboles ante las motosierras y los tráileres de los taladores. Han cavado zanjas, tendido listones. El problema lleva lo que va del siglo, y cada año ha sido una batalla. Desde 2000, según El Ocotenco, una sola familia ha venido talando monte que no es suyo, primero clandestinamente y después con permisos obtenidos a partir de la corrupción de las autoridades municipales y estatales. Desde entonces, el pueblo ha mantenido una ardua lucha por impedir la tala. “En marzo de 2007 nos dimos cuenta de que estaban talando a ras de tierra, tenían varias motosierras, tractores, trascabos y camiones grandes para sacar la madera, con la firme intención de acabar con nuestro monte.”

Filiberta desgrana el conflicto. El bosque que defienden se encuentra en una propiedad de los herederos de Francisco Gómez García, que la tenía abandonada. El pueblo la tomaba como bien propio. Ya de años atrás, una familia empezó a talar clandestinamente, a invadir. El pueblo construyó un cárcamo en el manantial con autorización del dueño. Inconformes con la tala, saben que si no hay monte, no hay agua. Pero la familia de Gómez García se desorganizó y fue sorprendida por los invasores, que en 2002 registraron como propio el predio con documentos apócrifos de 1939. Dicho año Francisco fue asesinado extrañamente. Margarita y Pedro Canales Templo acreditaron a su padre Edmundo como el propietario original, en un tiempo en que éste era menor de edad y no residía a Zacacuautla; escudados con eso han ido a tribunales, ganando tiempo, mientras continúa el saqueo irracional.

El bosque mutilado, llaman sus defensores a esas 53 hectáreas. En 2003 resulta donado a Pedro y Margarita. Luego lo invaden extraños y es asesinado Samuel Cruz Hernández, destacado defensor del monte. En 2005 Pedro Canales derriba cientos de árboles bajo el argumento falso de que están plagados; lo denuncia el pueblo ante la Profepa, que le suspende el permiso temporalmente; en diciembre de 2006 obtiene dos permisos de aprovechamiento forestal para talar el monte diez años; en febrero de 2007 comienza la tala. “No sabíamos que tenían permisos”, recuerda Filiberta. “Pronto dejaron pura tierra, como en una guerra, en cinco locaciones a la vez, sin permisos. Nos opusimos y el gobierno de Hidalgo intervino ‘para que no hubiera muertos’. Los taladores se esfumaron, el gobierno les avisó.”

Benita Canales Ibarra, defensora del bosque y cronista de la lucha (en 2014 El Ocotenco publicó Zacacuautla: vida y rituales, primera cosecha de este libro), dice: “De treinta y seis comunidades en la zona, somos la más talada. A los defensores no nos interesa la propiedad del bosque, sino su cuidado.” A lo largo de la lucha, Benita viene recopilando mensajes en los muros, en las pancartas, en los altavoces. Con ello y el testimonio colectivo reunió su precisa bitácora en verso.

Filiberta añade: “Nos llovieron demandas penales. En 2008 volvieron los taladores. Trajeron a un grupo de matones, Los Negros, que nos disparaban para alejarnos. Para cumplir con el gobierno, reforestaron, con puro pino pátula, un monocultivo, y extinguieron seis especies silvestres, como ayacahuite y cedro blanco, toda la fauna y la vegetación. Ya no es bosque normal, parece muerto. En 2014 tumbaron ocho hectáreas, y la resistencia logró suspender los aprovechamientos”.

Paralelamente, Pedro Canales vendía treinta hectáreas a Jorge Reyes Trejo, de Ixmiquilpan, quien a su vez las vendió a Modesto Lozano, notario público, casualmente el mismo que había escriturado años atrás los terrenos para Canales Franco, el ratero originario. Lozano comenzó a construir en el bosque sin cambio de uso del suelo y puso puertas de metal que los taladores clandestinos abren libremente.

Peligra una red de mantos acuíferos a flor de tierra que abastecen a Zacacuatla, y milagrosamente permanecen intactos en La Pila. En febrero, los defensores del bosque tomaron la presidencia municipal de Acaxochitlán, a cargo del panista Erick Sosa Campos, aunque históricamente ha dominado el PRI.Todos los alcaldes han sido omisos con nuestra comunidad. Los pobladores prevén la vuelta del PRI y temen que se instale en el manantial una planta de agua para comercializarla. Ya fuimos a Profepa, Semarnat, todo, pero las autoridades protegen a esa gente que no tiene derechos sobre el bosque. En el barrio Tecorral se concentra una pandilla de talamontes armados, coludidos con Pedro Canales y con los taladores del barrio San Miguel. Los enemigos del bosque son de casa.”

La historia “aquí no termina”, versa doña Benita, cuya organización promueve las prácticas de salud tradicionales e imparte talleres a los niños con gran impacto en la vida del pueblo: “Decidimos enfrentarnos con los ladrones Canales, y lo único que conseguimos fue demandas a montones.”

 

Tocando el fondo (2020)

Ya ven cómo es el tiempo, ingrato. Y por más que uno haga la lucha por detenerlo y ordenarlo, simplemente pasa y con desdén terrible pasa de largo. En un memorándum de la resistencia, fechado a octubre de 2020, se resume que es una lucha ya de casi quince años. “Hacia fines de 2019 y principios del 2020, los depredadores se lanzaron a cortar todo el bosque que pudieron con alarde de impunidad, recibiendo de los defensores de la naturaleza el homenaje de su impotencia. La Cooperativa el Ocotenco decidió aceptar su derrota cuando la tala dejó apenas la cuarta parte del monte de cincuenta y cinco hectáreas.”

“Y entonces el problema tocó fondo, porque el agua del manantial en el mero centro del bosque, que entregaba cuatro pulgadas de agua, disminuyó drásticamente y afectó a toda la comunidad de Zacacuautla. A la escasez contribuyó la sequía histórica de 2019. Todas las reservas de agua de la región disminuyeron. El caso más ominoso es el de el lago de Meztitlán, sobre la barranca del río Venados, que se secó totalmente por primera vez en la historia.”

Al fin la comunidad se unió para frenar la tala. “Se movilizó para presionar a las autoridades del municipio y a la Guardia Nacional. Los depredadores se retiraron y dejaron el basural tirado. La gente se organizó por brigadas para hacer faena día a día. Limpiaron de ramas el terreno, recogieron la leña tirada y los trozos de madera abandonados. Luego consiguieron pinos, oyameles y sabinos para reforestar, y despejaron los terrenos de aclareo para que se poblaran con semillas de los árboles padres, aprovechando la humedad del otoño.”

La gente sintió un triunfo, “y el comienzo efectivo del rescate de un bosque desahuciado por la incuria de las instituciones”. El Comité de los defensores entregó cuentas por la venta de la madera recolectada. El fondo obtenido se había de destinar al apoyo del cultivo del monte y para recomponer los ruedos del manantial. Hoy se enfrentan a un nuevo enemigo, el cambio climático.

El caso de Zacacuautla es una muestra de lo que sucede en toda la Sierra Madre Oriental. “Taladores, propietarios, ejidatarios, funcionarios de la Semarnat, ingenieros forestales y dueños de aserraderos monopólicos conforman verdaderas mafias impunes, temidas por los propios gobiernos. Su base social son los peones que contratan para la tala simulada o clandestina. Son fuerza de trabajo pero también guardias de choque de sus patrones.”

La cooperativa El Ocotenco veló durante quince solitarios años por esos bosques casi mágicos. No fue sino hasta que el agua se acabó que los pobladores decidieron participar conjuntamente.

 

La versada de Benita: lo difícil es callar

Su familia venía de Zacacuautla, pero Benita Ibarra Canales nació en Ciudad de México en 1934. Como sea, la registraron en Honey, Puebla, no lejos de Acaxochitlán, y estudió hasta tercero de primaria en la comunidad de Zacacuautla. Terminó la primaria en Ciudad de México, donde se casó en 1958.

Lectora de Bécquer y Sor Juana, Benita dio en versar la vida de bosque y pueblo en 2007, a sus setenta y tres años. Refiere Lourdes Raymundo Sabino en el epílogo de este volumen: “A inicios de 2000, tanto Benita como doña Filiberta –su ahijada y mujer igualmente destacada en estas páginas– estaban muy tranquilas con el monte, que estaba muy bonito, lleno de árboles y sin conflictos todavía. Fue desde el año 2007 cuando por necesidad doña Benita empezó a escribir los versos. A doña Filiberta se le ocurrió decirle a su madrina que escribiera sobre el bosque, esto luego de que doña Benita era quien siempre decía a doña Filiberta que hiciera anuncios, y que había que ‘cacarear el huevo’, ‘hay que decir esto, hay que decir lo otro’. Entonces doña Filiberta le dijo a doña Benita que ella escribiera. Fue así que ‘tuve que volver a escribir, ya no sabía yo escribir’, señala doña Benita.”

El lenguaje llano y directo no se pretende poético, aunque lo sea de manera si se quiere ingenua. Recuentos así datan de la antigüedad prebíblica. Alrededor de 250 piezas dan nombres a las historias, fungen como canto, si bien nacieron para el comentario o la propaganda. Hilos que dan memoria, bitácora de querellas y amistades, retrato del bien y la belleza, paisaje de un edén desolado, registro de sustos y pequeñas valentías, de guisos tradicionales y frutos de la tierra. “Y ya hecho el nixtamal/ se pueden hacer tlacoyos/ de forma rombo o cocol,/ estos siempre son rellenos.”

La necesidad de la voz y el amor a la Madre Tierra animan este libro irrepetible. Hacia el final, Benita reconoce: “No soy mujer de palabra/y me gusta criticar,/ prometí no más letreros/ pero es difícil callar.”

Letreros, tarjetas, cartelitos, mantas y pasquines artesanales, recados y elegías por los que se van, fueron de ojo en ojo y de mano en mano. Ahora se juntan en estas páginas para avivar el seso y tatuarse en nuestra memoria.

 

La lucha sigue y sigue y sigue (2021)

Las historias parecen siempre estar lejos de su desenlace. A las filas de la defensa del bosque de Zacacuatla más de una vez las ha sobrevolado el ave oscura de la derrota. Los defensores del bosque admiten (abril de 2021) que, como es bien sabido, los talamontes no se quedan dormidos. “Mañosamente prolongaron el corte hasta diciembre de 2020 del otro lado del bosque, con una licencia obtenida en la Profepa. El desánimo en la comunidad fue inevitable. Ese inesperado episodio reveló que la defensa del bosque implica rehacer la organización y prolongar la resistencia.”

Disminuida la vida colectiva a causa de la pandemia, los pobladores de pronto se vieron rebasados por la malicia de sus contrincantes y la reiterada aquiescencia de las instituciones. La persistencia de Zacacuatla está muy bien representada en los versos de Benita Ibarra Canales. Son materia para animar la resistencia y seguir despertando al futuro.

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