Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 25 Jul 2021 10:25 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Nada nuevo bajo el sol (III y última)

 

Las desafinadas “afinidades” con las que Netflix hace un intento muy desventurado por mantener e incrementar su número de abonados y, por ende, el monto de sus ganancias monetarias, no es privativo de esa compañía multinacional: todas las plataformas streaming cinematográficas adolecen de la misma tara, y aunque se haga el recorrido completo –Netflix, Amazon Prime Video, Disney Plus, etcétera–, de todos modos habrá de hallarse una oferta magra, repetitiva y cansona, si se le compara con el corpus cinematográfico histórico mundial, evidentemente, pero lo mismo si se le coteja con la simple producción reciente. (Como en todo, por supuesto que hay excepciones, verbigracia el documental netflixeano Red Privada: ¿quién mató a Manuel Buendía?, que próximamente será abordado en este espacio.)

Cierre este breve y sucinto análisis de los mecanismos y la naturaleza última de los medios hoy predominantes en materia de disponibilidad fílmica con dos últimos botones de muestra, ejemplos perfectos de la distancia que separa a sus programadores de cualquier asomo de interés o mínimo conocimiento del cine en sí, fenómeno que, inevitable y tristemente, es trasladado al usuario común del streaming fílmico.

Como Godinez por su casa

Dirigida por Carlos Morett, con guión de él mismo y Omar M. Albores, La rebelión de los Godínez (México, 2020), pretende prolongar el éxito –nada más de taquilla y relativo– que obtuvieron filmes anteriores de similar linaje temático, si es que la piltrafa a la que se acude aquí alcanza tanta definición: para quien lo ignore, con el apellido “Godínez” quiere aludirse despectivamente a un sector laboral específico, definido grosso modo por lo que se entendería como el oficinista promedio, de clase baja con aspiraciones de clase media, consumista, desinformado, desentendido de la realidad circundante, cuya economía apenas alcanza para ir al día pero es obligado –y muy pronto asimilado a la idea de que se trata de un destino inescapable– a vivir aparentando no que se es lo que no se es, sino a que se tiene lo que no se tiene. Si ese estereotipo, surgido de la sociedad misma, es ramplón y clasista, en los filmes que lo aluden y aprovechan se llega a verdaderos sótanos de simplonería y esquematismo, por más que se pretenda enfocársele desde una perspectiva dizque reivindicatoria, en virtud de un sentido del humor irremediablemente elemental, romo y no pocas veces francamente chocante.

Eso y cosas peores suceden con La rebelión de los Godínez, como le sucedió por ejemplo a la previa Mirreyes contra Godínez (México, 2019). No se trata de una secuela –director y reparto son distintos, aunque idéntica sea la memez– sino, insístase, del interés por colgarse de una fórmula económicamente exitosa.

Hablando precisamente de esto último, en México debe haber pocos cineastas tan infatuados con su propio éxito comercial como Manolo Caro, que lleva un buen rato medrando con su almodovarismo deslavado, mismo que parece funcionar muchísimo para satisfacer las ansias aspiracionales de un público ya bastante condicionado a gustar de ese coctel de personajes que van de la histeria sin treguas a la pedantería extrema, permanentemente puestos a vivir conflictos –siempre medio de alcoba, medio de ambición– que, sin rebasar ni un milímetro la elementalidad, son manejados como si se tratara de auténticas tragedias y descerrajados a punta de situaciones ora improbables, ora inverosímiles en definitiva, eso sí, rematados con su forzoso final feliz o lo que resulte equivalente. Eso y nada más es la versión fílmica homónima de la serie La casa de las flores (México, 2021), que en menos de dos horas logra resumir a la perfección la antipatía desplegada a lo largo de las tres temporadas de la serie que la antecede.

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