Biblioteca Fantasma

- Eve Gil - Sunday, 01 Aug 2021 01:05 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Miedo que fascina

 

El miedo es una emoción que llega a ser paralizante pero, al producir un subidón de adrenalina, te inyecta una energía y una fuerza que ignorabas poseer. El miedo, sin embargo, puede ser también un lugar casi físico donde te es posible enroscarte, hacerte chiquito, “inexistir”, porque con seguridad se trata de un profundo agujero. Estas son las alternativas admirablemente planteadas y desarrolladas por la autora mexicana Cecilia Eudave (Guadalajara, 1968) en los apasionantes relatos que conforman Al final del miedo (Páginas de Espuma, Colofón, México, 2021).

Aunque suele situársele en el género fantástico, concuerdo con la presentación de la contraportada en que la suya es una “narrativa inusual”; que estos relatos en particular están trazados por una fina línea que permite alguna distinción entre la realidad y la extrañeza. A diferencia del común de las colecciones de cuentos, esta exige seguir el orden establecido, pues los personajes están vinculados de diversas formas y reaparecen en algún otro relato. Sin pretender acercarse al género novelístico, existe una clara relación entre las historias, lo cual me hizo pensar en la posibilidad de que todos nosotros, sin excepción, hayamos tenido una experiencia paranormal que nos avergüenza compartir por temor a ser ridiculizados, y por lo mismo no nos percatemos de cuán cotidiano es lo chocante y lo sorprendente. Otro aspecto compartido por estos personajes es que viven caos o aburrimiento en sus vidas de pareja y, en gran medida, son estas circunstancias las que detonan el elemento mórbido de estas historias. El vacío que caracteriza tales relaciones pareciera ser metáfora o abstracción de ese gran hoyo negro al que se alude en varios momentos y termina materializándose en el relato de cierre.

De la perplejidad que pueden producir la aparición de un ser humano diminuto, la súbita fragmentación de la memoria o el hallazgo en una tienda de antigüedades de tu propio retrato, se pasa a terrores muy concretos que de alguna manera se relacionan con hechos próximos y perturbadores para los lectores mexicanos. En “Espejismo”, una pareja sin hijos que, sin embargo, actúa como si tuviera una docena, tal es el hartazgo, opta por quebrantar la insoportable rutina con un día de campo. En medio de la autopista su auto es golpeado por un bulto que pudieron haber dejado atrás, pero algo los hace retroceder… ¿curiosidad? Aquel bulto muta de forma y de tamaño conforme se avanza en la lectura. Lo que en principio pudo haber sido un ave o una piedra se va transformando en algo parecido a un ser humano… un cadáver pequeño envuelto como una momia que adquiere la forma de un adulto, y de ser un muerto pasa a respirar, y no, no es que la autora especifique alguna transformación, es un virtuosismo narrativo que juega indiscriminadamente con la percepción de los aterrados personajes quienes, ante lo que podría ser un cuerpo, desarrollan otra clase de complicidad diferente a la que alguna vez pudieron tener: “En este País Perdido acá de este Lado del Mundo no existe la lógica.” Otra pareja, en “Deja que sangre”, anhelosa de revitalizar su erotismo, acude a un lugar de tintes vampíricos donde se tiene acceso a drogas raras y sofisticadas y, de pronto, Emma cree presenciar un horrible crimen contra el escenario, y Jacob ya no está. Un contador casado se propone impresionar –y seducir– a una compañera de trabajo inventándose una hipótesis seudocientífica para los agujeros que están apareciendo en todo el mundo: “El final del miedo”. Aquí Cecilia nos vuelve a fascinar con sus dotes proteicas; la sutileza con que produce un efecto sobrecogedor a través de detalles en apariencia simples: “El espejo, que no puede faltar en ningún bar que se precie de serlo, estaba ahí para que el buen borracho pueda seguir su monstruosa transformación alcohólica…”

Cecilia Eudave se autodefine como “una autora discreta”. Solo así se explica que, tras una impecable trayectoria, se nos manifieste como una aparición divina de la reciente literatura mexicana.

 

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