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La poética de la sirena

'Sirenas de cuarzo', Araceli Amador, Verso Destierro, México, 2021.
Ricardo Venegas

 

Vicente Huidobro advertía que “el valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento de la realidad”, máxima que funcionó para el creacionismo, para “el pequeño dios” que hacía germinar un nuevo mundo; no así en el espacio y en el tiempo en que la poesía ha configurado la realidad como su mejor referente. Tal es la carta de presentación de la nueva poesía, que trae consigo su propia versión y sus respuestas que también nos interrogan.

En Sirenas de cuarzo (2021), de Araceli Amador, es inevitable aludir a la realidad y a su sentido pragmático; el sujeto lírico, la sirena de cuarzo, traduce un instante ordinario en uno inmortal: “Siempre es bueno llevar un libro de poesía;/ es de buena suerte/ guardar el alma de un loco en el bolsillo.”

Si la irreverencia y la denuncia son formas de rebasar el orden preestablecido, no es aventurado vincular a la autora con una poética de la osadía: decir lo que no debería decirse. Como algunas poetas que han abordado la vida cotidiana en su obra (Pratt, Pizarnik, Szymborska…), Araceli Amador violenta el lenguaje y lo transmuta en sorpresa, ese vínculo de la poesía con lo inesperado, como quien encuentra en la escritura una válvula de escape: “Quisiera leer los libros que rompí/ el día que él tocó mis piernas,/ mi madre me golpeó/ con el palo de la escoba por provocarlo.”

Los textos de Sirena de cuarzo son dagas que salen disparadas: “Mi mayor desgracia es carecer de principios/ en un mundo que finge tenerlos.” O bien: Soy Magdalena en la plaza/ Dios me da su mano de político/ ante la muchedumbre./ Cuando su lástima ahuyenta las miradas,/ me tira a una fosa.”

Imágenes urbanas, erotismo desparpajado, ironía y crítica social, son elementos que fraguan los aciertos de esta ópera prima con los destellos cáusticos del epigrama: “Eres tu propia mentira […] cubierta de seda./ Piensas que el asno es caballo.”

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