Tomar la palabra

- Agustín Ramos - Wednesday, 05 Jan 2022 23:45 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En el alma de los pueblos

 

Detrás de las ganancias monetarias y políticas del culto a la personalidad de Octavio Paz, está la intención guajira de poner la obra de éste a la altura de los Juanes mayores de la literatura mexicana, Inés y Rulfo. En ese mismo orden de revaloración, considero que nuestros tres grandes Josés son Gorostiza, Revueltas y José Agustín. Sobre José Gorostiza no puedo decir mucho. De los otros dos tampoco, pero me atrevo porque yo soy igualado y porque ellos, de obra y de postura, son tolerantes y provocan el diálogo de igual a igual. A Revueltas lo vi en pocas ocasiones, hablé con él menos y lo entrevisté una sola vez; a mi tocayo lo trato hasta la fecha y conozco su calidad humana, exenta de autoritarismo y mezquindad, desbordante de generosidad y bonhomía, de un espíritu universal –sesentaiochero– que jamás busca ponerse por encima de nadie, ni exige “debido respeto al superior” (lo riesgoso de esta actitud en una persona tan íntegra y coherente es que no parece dejar otro margen de acercamiento que la veneración o la crítica más atrevida). Santos y demonios según se les vea, Revueltas y Agustín coinciden en la actitud igualitaria, libertaria, magnánima; el primero fue el gran maestro de sabiduría literaria y de congruencia intelectual del siglo XX; en el siglo XXI, el segundo ha terminado por ocupar a cabalidad el sitio dejado por el primero.

Sea ensayo, reseña, artículo o apunte autobiográfico, José Agustín, rey Midas de la literatura, convierte en narración deliciosa todo lo que toca (Tragicomedia mexicanaLa contracultura en México, Diario de brigadista, El rock de la cárcel, etcétera). Él adaptó al cine nada menos que El apando en 1975 y en 1979 escribió el epílogo a la Obra literaria de Revueltas, publicada en dos tomos por Empresas Editoriales. Además, en la novela Armablanca, logró la mejor factura de Revueltas como personaje ficticio (aun considerando los homenajes que en el mismo sentido rindieron a éste Orlando Ortiz, Salvador Castañeda y Héctor Manjarrez en Pasaban en silencio nuestros dioses). Él acuñó el concepto de nueva música clásica para definir el rock. Y sobre rock son las amenas cátedras que imparte en El hotel de los corazones solitarios (Grijalbo, Archivo José Agustín, 2018), movido memorial que contiene un recuento valorativo del santoral roquero; compilación que fija, pule y da esplendor al vocabulario español de México con una acepción del adjetivo “negrísimo” olímpicamente superior a la falacia de lo políticamente correcto e incorrecto; “rocanrolito verbal” que plantea acertijos filológicos como, digamos, la deriva semántica de la expresión freak out en el habla de Hispanoamérica; repaso afectuoso que aporta suficientes definiciones como para elaborar una enciclopedia del rock (definiciones precisas, debidamente contextualizadas, aunque casi sin darlas a notar, con su espontaneidad habitual y con la levedad que lo mantiene siempre joven, esa misma levedad que pide Calvino en las Seis propuestas para el próximo milenio), así, por ejemplo, explica que el rock progresivo, inaugurado en 1967 por Zappa y The Mothers of Invention, provenía “del jazz progresivo y usualmente desarrollaba piezas larguísimas, ricas en improvisaciones de más de diez minutos de duración; se apoyaba en solos muy elaborados, intrincados y complejos, de distintos instrumentos. En los setenta, el rock progresivo se volvió más delicado, introvertido y virtuoso…”). También aquí, hablando de Bob Dylan, José Agustín sentencia: “No se le conoce por sus grandes negocios ni por sus amigos políticos o por asistir a la Casa Blanca, ni por apoyar a la mafia, el capital, la explotación o la guerra. En cierta forma, como Lennon, también es un auténtico ‘héroe de los trabajadores’; con su personalidad y su estilo más depurados que nunca […] se ha integrado definitivamente en el alma de los pueblos.” Y esto que él dice de Bob Dylan podemos decirlo del mismo José Agustín, y de José Revueltas.

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