Apuntes en Francia y México*

- Victor Serge - Sunday, 16 Jan 2022 07:34 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
*Fragmentos de 'Diarios de un revolucionario' (1936-1947).

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Marsella

24 de marzo de 1941. –Hotel de Rome. La habitación desordenada. Hacia las 9 llega el taxi. Adiós a las calles: Canebière, avenida Saint-Louis, el palacio del correo Colbert. […] En el puerto, larga espera frente a las rejas. Simone Weil, con su capa de loden, encorvada, cabellos largos y ojos grises, inteligentes y un poco locos. Daniel Bénédite, Paul Schmierer y Consuelo de Saint-Exupéry, en un bar con los Breton.

Hangar 7, Pinède. Sucio como un gran establo. Pisoteos, largas esperas, controles, filas de gente. Tu presencia, nosotros confiados, seguros de nosotros mismos e inconscientes de la separación. Tu valentía.

Embarque. […] Qué bella eres, con tu valentía y tu sonrisa. Últimos instantes: nosotros en el frente, parados en la construcción de madera, nos quedamos con tu sonrisa radiante y desolada, y con la triste mirada de Jean. Tu pequeño abrigo azul de hombros cuadrados que me provocó un vuelco al corazón el día que te esperaba en Lilas, con cierta desesperanza, cuando saliste del Metro. Te miro con gran tristeza, aprieto los dientes. Inolvidable. Desgarrador. […]

Feliz de que Vlady esté conmigo, alto y fuerte; feliz por él, porque va a descubrir un mundo. Yo quisiera quedarme.

 

30 de marzo de 1941. […] Durante la noche contemplo las luces del barco que avanza paralelamente a nosotros. Veo las estrellas y encuentro cambiado el cielo que conocía. Tauro dibuja una v perpendicular bajo el cenit. Las Pléyades, separadas. Solía guiarme con ellas en las noches de nieve cuando volvía a casa en Orenpossad. Se las dibujaba a Laurette, camino de Air-Bel. Saturno y Júpiter se asoman por encima de la luna creciente. Imposible describir estos rostros del cielo. Espero que llegue un tiempo en que los seres humanos tengan una intimidad más profunda y constante con ellos. No he visto todavía las nebulosas, sólo sé que existen; apenas si adivino dónde está Orión. La mayoría de los seres humanos viven hoy sin ver los universos que están arriba de sus cabezas. Mar dulce, constantemente en movimiento, emotivo. Estamos tan llenos de pensamientos que ya no son pensamientos, sino olas y vientos del espíritu. Llueve a ratos. Ni triste ni ansioso, estoy tenso por tu presencia.

 

16 de abril de 1941 […] Somos los combatientes de un ejército inmenso; tenemos tiempo y no debemos dejarnos vencer por nosotros mismos, sino mantener nuestras almas victoriosas, porque se esboza un futuro en gran parte imprevisible. Además, ya hemos dado pruebas de nuestra capacidad de enfrentarlo todo, de soportarlo todo y de hacerlo todo.

 

17 de abril de 1941. –Hace cinco años salí de Rusia, desgarrado. Detrás de mí el cautiverio, los cautivos: los camaradas. Los hombres más firmes y sencillos que he conocido: vivían por sus ideas, a las que eran devotos. Todos murieron por ser incapaces de renunciar a la verdad.

 

La tumba de Coyoacán

9 de septiembre de 1941. –Árboles enormes, una larga avenida descuidada; aire puro, todo verde, Gorkin, Vlady y yo llegamos bajo la lluvia. La casa, baja, está rodeada por un muro gris, dominado por una torreta (ametralladora). Nos reciben dos jóvenes simpáticos, un mexicano y un americano, con revólveres y cartuchos en la bandolera. Nos llevan a una especie de antesala, bastante desnuda a pesar de los libros, las cajas y una máquina de escribir. Natalia Ivanovna entra, pequeña, desvalida, con su cuerpo de niña agotada, un rostro trágico, arrugado, devastado, pálido y muy envejecido. Se nota que fue rubia y atractiva. Ahora, sus cabellos no tienen color y su andar es inseguro. Se mantiene activa y derecha, pero está acabada, casi una sombra, aunque la sostiene algo desesperadamente decidido. Me escucha con una especie de tensión dolorida y me es difícil hablar.

 

Noches de México

5 de julio de 1942. – Plaza Garibaldi, siniestra y alegre, de un contento con sabor a calavera de azúcar y ojos verdes.

En una esquina, una carpa amplia, cruelmente iluminada en el interior, donde un centenar de personas juegan una suerte de lotería. Se anuncian las figuras (el diablo, el guajolote, el águila, el sol), se disponen unos granos y cuando la cartilla se llena, se gana. Mujeres rubias de rostros carnosos, suboficiales de bigotito, sombreros, matones de la ciudad, gente. Personajes del antiguo Texas. Afuera, sentadas en el umbral de una puerta desde la cual se divisa una cama, dos muchachas platican.

Unas casas bajas, sin piso superior, cerradas, con flores y palmeras enanas ante la puerta. Los anuncios luminosos de un bar que deja escapar música mecánica. Los alrededores oscuros de callecitas donde se esconden parejas sospechosas. Un policía pasa e ilumina por aquí y por allá con su linterna eléctrica. Nos reímos de esa pequeña luz desganada, totalmente inútil.

 

Hermosos árboles y palmeras en el centro de la plaza.

Del otro lado, los mariachis tocan sin público. El anuncio del Tenampa está casi vacío. Perros roñosos. Una loquita ebria baila al son de las cuerdas. Unos hombres con sarape, muy decorativos, beben limonadas. Chozas de limosneros e indigentes. Personas acuclilladas que dormitan abrazadas a sus perros, un bulto en una esquina oscura. Más lejos, el Guadalajara de Noche, música estridente de los mariachis, ficheras miserables (y unas hermosas muchachonas de dieciséis años), un ambiente de antro. El empleado de gafas y la joven ramera de corsé rojo chillón.

 

El oficio del derrotado

19 de febrero de 1944. – El oficio del derrotado es uno de los más ingratos: mediana o débil, la gente resiente la derrota, la suya propia y la de los demás, como una tara. La capitulación de los demás –aunque sea la misma– agita los bajos instintos; y se desea mandar al vencido que irrita a que continúe resistiendo a golpe de patada en el culo.

 

Sobre la creación literaria

25 de marzo de 1944. – […] Defino así la necesidad de escribir: “En un principio retener, fijar, comprender, interpretar, recrear la vida; liberarse mediante la exteriorización las fuerzas confusas que se sienten fermentar en uno y gracias a las cuales el individuo se sumerge en el subconsciente colectivo. En la obra misma eso se traduce mediante el testimonio y el mensaje.” Es posible que la fuente más profunda de ello esté, por un lado, en el sentimiento de que la vida maravillosa pasa, huye, se escapa inexorablemente y, por otro, en el deseo de retenerla al pasar.

Fue este sentimiento desesperado lo que me empujó a los dieciséis años a advertir el instante precioso que me hizo descubrir que la existencia (humana, “divina”) es memoria. Más tarde, con el enriquecimiento de la personalidad, se descubren sus límites, la pobreza y las cadenas del yo; se descubre que sólo se tiene una vida, una personalidad nunca circunscrita, que contiene muchos destinos posibles y que por tanto no es única, sino que se confunde entre innumerables raíces, afinidades, comunicaciones (la mayoría de ellas indecibles en términos racionales) con las otras existencias humanas, y la tierra, los seres, el Todo.

Escribir se convierte entonces en una búsqueda de la personalidad múltiple, una manera de vivir diversos destinos, de penetrar en el otro, de comunicarse con él. Todos los personajes de una novela e incluso los árboles de un bosque, sin excluir los cielos, se integran a la vida del autor porque brotan de él. El escritor toma conciencia del mundo que hace vivir, es su conciencia y se escapa así de los límites ordinarios del yo, lo que es embriagador y a la vez enriquece la inteligencia. (Sin duda hay otros tipos de escritores, individualistas, quienes sólo buscan su afirmación y no pueden mirar al mundo sino a través de ellos mismos.)

 

Dificultades para escribir

10 de septiembre de 1944. – […] Es terriblemente difícil crear en el vacío, sin la menor ayuda, sin la menor alegría. Si pudiera dejarme ir hasta el fondo, sacudirme el peso de las censuras exteriores e interiores (éstas, reflejo de aquellas), el libro valdría cien veces más y me sentiría cien veces mejor. Pero psicológicamente es casi una imposibilidad. Escribir a los cincuenta años para el cajón, ante un porvenir oscuro y sin excluir la hipótesis de que las tiranías duren más de lo que me queda de vida, ¿a qué conduce?

 

* Fragmentos de Diarios de un revolucionario (1936-1947).

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