Biblioteca fantasma

- Eve Gil - Sunday, 08 May 2022 06:46 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Los blancos no saben rapear

 

Antes de escribir varios de los más representativos títulos de toda una generación, entre otros La broma infinita, considerada por el Times una de las mejores novelas en lengua inglesa entre 1923 y 2006, y poco después de figurar como una joven promesa del tenis, David Foster Wallace (1962-2008) era uno de esos raros chicos blancos que amaba apasionadamente el rap, con tan buena suerte que se topó con otro de estos escasos ejemplares, Mark Costello (1962) y juntos escribieron un libro, el primero para ambos, en plena era Reagan, que retrata magníficamente tanto la industria como el ambiente del que surgieron varios de los máximos exponentes de este género, Ilustres raperos, el rap explicado a los blancos (Malpaso, Barcelona, 2018).

Foster Wallace y Costello eran estudiantes de la prestigiosa Universidad de Harvard, de Literatura y de Derecho respectivamente, y acordaron compartir el alquiler de un cuchitril en la calle Houghton de Boston que para nada es una coincidencia: se encontraba justo donde, subterráneamente, se cocinaba la escena rapera de finales de los ochenta, inmersa en pandilleros y raves callejeros a los que, temblando de miedo y todo, se volvieron asiduos. Que dos jóvenes de sus características vivan esta película que le encantaría dirigir a Spike Lee y escriban sobre un asunto al que, en apariencia, son totalmente ajenos, implica no sólo “explicar” qué es el rap a otros como ellos, sino además consignar los riesgos que supone infiltrarse en un ámbito donde el rap llega a ser el producto artístico de una serie de circunstancias históricas, sociales y hasta criminológicas que campean esos barrios, y que para una inmensa mayoría blanca son escenografías de películas violentas. Imposible negar los vínculos del rap con los bajos fondos. Los sitios donde tienen lugar sus producciones se circunscriben a áreas con altos índices de delincuencia que, casualmente, se caracterizan asimismo por la injerencia de algunos de sus intérpretes en tales actividades –narcomenudeo, casi siempre–, según lo demuestran aquellos y aquellas que purgan condenas o han perdido la vida en atentados y fuego cruzado entre bandas, todo ello descrito al detalle en las letras de sus canciones. La agresión incluye robarse mutuamente las ideas, las letras, las tonadas. La venganza más viable es contrarrestar con otra canción que acuse y denigre al plagiario, algo que funciona mejor que las demandas que muy raras veces prosperan. En el mundo del rap, afirman Wallace y Costello, las copias descaradas corren a la par de los falsos cumplidos.

Más allá del romanticismo inherente a los mundos sórdidos que ofrecen diversiones épicas, Wallace y Costello no permiten que su gusto por el rap nuble su objetividad como críticos musicales autodidactas. El rap es, en relación con el arte musical, un collage en el que cabe de todo, incluida la “basura”, que es, técnicamente, la función del sampler. La gran factoría musical, como el arte en sí, está hecha de sonidos de ollas haciéndose añicos, de timbrazos de teléfono, de antiguos comerciales de detergente y señales perdidas de la NASA. Si tales elementos se manipulan para dar forma a una profunda inconformidad, hay arte palpitando allí. Los raperos no crearon el sampleo, pero lo volvieron central en sus creaciones, prescindiendo de instrumentos. Una canción de rap se compone de retazos de otras canciones, y sus intérpretes conversan más de lo que cantan. ¿Qué tan significativo resulta que algunas de esas melodías que nutren al “monstruo” pertenezcan a blancos? Luego de que Aerosmith interpretó “Walk This Way” junto con los legendarios Run DMC, se derrumbó la endeble pared que dividía el rock pop blanco del rap surgido como oro de las alcantarillas. Wallace vivió para constatarlo, antes de su segundo intento de suicidio que, por desgracia, fue el definitivo. Costello, por su parte, publicó dos novelas detectivescas, vive en Nueva York y es profesor de la Escuela de Derecho en Fordham University.

 

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