Bemol sostenido
- Alonso Arreola | @escribajista - Sunday, 02 Mar 2025 07:14



Debemos reconocerlo: nos dio gusto la noticia, lectora, lector. Han nominado al grupo Maná al Salón de la Fama del Rock & Roll. Desde luego el anuncio ha despertado la anacrónica e infértil polémica sobre su inclusión ya no en un escaparate extranjero sino, sobre todo, en el género Rock. En el fondo del asunto, empero, hay algo que nos parece muy interesante.
¿Qué es y cómo funciona el Salón de la Fama? No hablaremos de esa historia ni haremos un listado de quienes votan o viven en su acervo. No escribiremos a propósito de los conciertos de inducción que organiza, ni de lo que significa para los músicos anglosajones estar en su tinglado. No haremos nada de eso porque en este espacio ‒como sugerimos hace una semana‒ estamos atemperando nuestra relación con Estados Unidos.
Y no. Tampoco interesa que nuestros vecinos sean los creadores del estilo que nos ocupa (producto contra su propio conservadurismo, por cierto). Decidimos no aplaudir que sean ellos quienes, una vez más, determinen el valor de nuestro sonido (aunque se trate de una banda tan comercial como Maná). Suficientemente injusta ha sido su historia con los premios Oscar o Grammy.
Dicho eso, tampoco vamos a negar que la nominación se ha convertido en un fenómeno de este lado del río. Tal es nuestro punto de partida: reflejo y rebote por encima de la propia iniciativa (posible reacción ante el racismo que hoy los gobierna en Washington). Pensando que Santana y Ritchie Valens son los únicos latinos que han conseguido el honor de su inclusión en esos anales, nos preguntamos si la obra de Maná tiene un lugar influyente en la cultura musical de México y del mundo hispanohablante. Creemos que sí.
Las pruebas brillan en la luz cotidiana. Camiones, restaurantes, bares, antros, celulares… todos usufructúan el repertorio de quienes nacieran como Sombrero Verde en una Guadalajara de finales de los setenta, para lentamente ascender y cambiar de nombre luego de dos álbumes, confirmando la eficacia del estudio durante sus conciertos en vivo. Algo innegable, sobre todo desde que se estableciera la alineación actual con Fher Olvera en la voz y Juan Calleros en el bajo (miembros fundadores), más Alex González en batería y Sergio Vallín en la guitarra.
Hablamos de cuarenta y cinco años desde su debut, pero de treinta y cinco desde que el disco Falta amor los llevara al éxito. Cerca de medio siglo perfilando un estilo que, aunque se repite, es prueba de lo que significa picar piedra con cuchara. Tal vez sea por los frutos de esa perseverancia que se sienten seguros abriendo su pensamiento político.
Girando por América o Europa, Maná resulta la banda más “política” que tenemos; la más atenta a los migrantes; la que más critica a los presidentes en curso sin importar bandera; la que da entrevistas sin censura (lo vivimos directamente conversando con ellos); la que más comparte su opinión tomando riesgos, como sucedió durante la campaña presidencial en el país del norte, en donde fueron voz activa contra Donald Trump.
En fin. Desde el anuncio de su nominación ‒que no de su inducción‒ han volado elogios y diatribas arrebatándose memes, agresiones o recuentos, dependiendo quien desenvaine la justificación. A nosotros, decíamos, nos da gusto y felicitamos a Maná en este espacio, mostrándole el respeto ganado mientras construía su propia transparencia. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.