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- José Rivera Guadarrama - Sunday, 08 Jun 2025 08:05



La creación artística del horror o de lo abyecto es una de las puestas más importantes de Günter Brus (1938-2024), integrante fundamental del accionismo vienés, grupo de artistas que durante la segunda mitad del siglo pasado realizaron obras radicales utilizando, en mayor medida, el performance.
Para casi todos los miembros que conformaban esa agrupación, el cuerpo fue unos de los elementos más explorados y lo emplearon como su principal lienzo. “Mi cuerpo es la intención. Mi cuerpo es el acontecimiento. Mi cuerpo es el resultado”, decía Günter Brus, al mismo tiempo que proponía la disrupción performática como una crítica a los cánones estéticos preestablecidos hasta ese momento de la historia del arte. Llevaba sus exploraciones a los extremos de la representatividad, dando origen a una nueva vanguardia en donde lo grotesco se mostraba en grado máximo.
Ese esplendor corporal sufriente, casi agonizante, podría interpretarse al mismo tiempo como una metáfora de los cambios políticos, culturales, sociales y económicos que estaban sucediendo a nivel mundial, es decir, estirar los límites de la supervivencia humana.
Lo anterior era expuesto por ellos, en buena medida porque vivían en una Viena caótica. Eran los años de la postguerra mundial y en ese territorio comenzaban a surgir con mucha influencia diversos pensamientos, predominando los conservadores, entre ellos el fascismo y la ideología católica; y así una minoría de la sociedad estaba oprimida debido a tales modelos de pensamiento e ideologías.
Esos son algunos de los factores y acontecimientos que detonaron el surgimiento del accionismo vienés, que desde el principio fue una protesta por parte de la minoría que se expresa por medio de lo artístico. En sus diversas obras comenzaron a utilizar fluidos corporales, sangre humana o de animales, herramientas punzocortantes para fortalecer el discurso de su crítica.
De acuerdo con críticos e historiadores del arte, la trayectoria de Günter Brus se puede estimar en una evolución que consta de tres etapas. En todas ellas predomina el uso del cuerpo. En una inicial está la pintura gestual; después interviene el cuerpo como soporte de sus pinturas y, como parte final, convierte su cuerpo en la obra misma. En esta última fase, Brus realizó actos más radicales que incluían automutilaciones, con el objetivo de abrir una crítica hacia las normas estéticas, incluso para cuestionar los tabúes sociales y sexuales de aquellos tiempos.
En su obra El reparto de lo sensible (2014), Jacques Ranciére afirma que el arte no es sólo una forma de expresión estética, ya que también es una forma de intervención política que puede desafiar las estructuras de poder y redefinir los límites de lo que se considera posible. Algunas de las obras de Brus pueden ser consideradas apenas dentro de los límites de lo permitido. Una de ellas consistió en salir a caminar por las calles de Viena con el cuerpo entero cubierto de blanco, con una línea negra que atravesaba de manera irregular su anatomía, creando una herida pictórica que evocaba puntos de sutura; la llamó Paseo vienés (1965). Fue detenido por generar un escándalo público, siendo éste su primer enfrentamiento con la policía. La siguiente, titulada Automutilación (1966), consistió en una especie de baño de pintura que realizaba mientras emitía gritos, gesticulaba y empleaba cuchillas de afeitar y otros elementos. Su objetivo era experimentar el peligro, los límites físicos y psicológicos del cuerpo solitario.
Hay otra más radical, Prueba de resistencia (1970), considerada como el acto culminante de la trayectoria performática de Brus, llevando sus acciones al extremo de casi provocarle la muerte. Lo que buscaba era desafiar las convenciones sociales, convirtiendo la obra en un acto de transgresión y exploración humana más allá de los límites físicos y psicológicos, enriqueciendo al mismo tiempo la experiencia visual y emocional del espectador.