La contundente delicadeza de la poesía

- Claudia Roquette-Pinto - Sunday, 26 Oct 2025 05:56 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Claudia Roquette-Pinto nació en 1963, en Río de Janeiro, donde vive actualmente. Cursó la Licenciatura en Traducción Literaria en la Pontifícia Universidade Católica de Río de Janeiro, donde se graduó en 1986. Dirigió el periódico cultural 'Verve' (1985-1990). Practicó el budismo de manera intensa por dos años, cuando trabajó como traductora simultánea del inglés, fue auxiliar de un lama y tradujo textos sagrados tibetanos.

 

Ha publicado los libros Os dias gagos (1991), Saxífraga (1993), Zona de sombra (1997), Corola (2000) (Premio Jabuti 2002), Margem de manobra (2005) (finalista del Premio Portugal Telecom), Botoque e Jaguar (2008, prosa infanto-juvenil), Entre lobo e cão (2016, libro de collages y prosas poéticas) y Alma corsária (2022). En 2025, Gustavo Silveira organizó la reunión de sus primeros cinco libros en A extração dos dias (2025). Sus poemas han sido recogidos en varias antologías, entre ellas 'Alguna poesía brasileña (1963-2007)' (UNAM 2009). Ha sido escritora invitada en la FLIP de Paraty (2005) y participado en eventos como el Festival de Poesía de Berlín y el Grafite + Rap + Poesia (2006). Ha realizado lecturas y dictado conferencias en Yale y otras universidades estadunidenses.

Los poemas que hemos elegido provienen de Alma corsária, Margem de manobra, Corola, Saxífraga y Os dias gagos. Claudia pertenece a la generación marcada por la dictadura militar de 1964, que acabó en 1985, dando la bienvenida a la democracia. Poco a poco fue trazando una trayectoria que, sin desconocer las tradiciones modernista, concretista y de la poesía marginal; sin apegarse a los formalismos experimentales, los gestos de espontaneidad desparpajada, los compromisos de unir poesía y vida, y el arte de la cita y la alusión, forjó un carácter propio, justamente conservando un “margen de maniobra”. Primordialmente, Claudia es una poeta que domina la mirada como una antropología. Sus imágenes son brillantes pero sobre todo lúcidas (“La sierra” y “dama-de-noche”). Siempre cultivó un registro sensorial y sensual ligado al mundo de las plantas, principalmente a las flores (de ahí los títulos 'Corola y Saxífraga'), que tiene una faceta erótica (“El primer beso”, “Hombre: modo de abrir”) y de crudeza existencial (“Odre”, “A los 57”, “Cuarentena día 336”). Tampoco están ausentes las observaciones metapoéticas (“Anfibios, poetas”) y las alusiones a su contexto literario (“brasa dormida”, “la ley de la polis”). Quede ahora el lector con la delicadeza contundente de esta notable poeta.

 

Rodolfo Mata

 

a los 57

 

Ya pasó la era de la belleza

El tiempo que impera es el de la pérdida,

de las cosas que se quebrantan

en marcha lenta

y dejan marcas, manchas, arrugas, tretas.

Las armas se fueron.

Se acabaron las estrategias,

las gracias más secretas

que sirven para dejar a los hombres

tiesos y bobos,

mirando dos veces cuando bajamos la calle

(y sólo de pensar en quedarme desnuda

enfrente de cualquier extraño

me entra ya miedo). O pereza,

que el deseo también anda obsoleto,

casi extinto.

Mejor abrir aquel vino tinto.

Mejor garabatear un soneto.

 

 

Cuarentena día 336

 

Infinito y sin gloria es el trabajo doméstico.

Cosa de expertos en meditación.

Contemplar, por milésima vez,

el universo en el grano de arena,

la mancha de café

en el suelo,

un Rorschach de improviso

sin nadie para validarlo.

Cada mañana entonar mantras

sobre las cabezas de las cucarachas resecas

(cucarachas, tus únicas visitas,

entrando por pasajes inauditos

todo el bendito día,

junto a las noticias

que asfixian,

mientras personas mueren vueltas moscas).

La pileta vomita la loza

del fin de semana

y las costras de una última esperanza.

Te arrastras de rodillas

recogiendo tus propios cabellos

sin poder echar la culpa a nadie.

 

 

Hombre: modo de abrir

 

Con los labios y la lengua

y cualquier palabra que sirva

como imagen a ser descascarada:

uva turgente,

auto – suficiente,

súbita inclinándose al

verter del propio zumo

si adecuadamente envuelta

por la boca

sabia que adivina (¿conoce?)

la concentración de urgencia y

dulzura

durmiendo, ahora, allí.

 

 

Margen de maniobra

 

Yo me cubro como la A de la palabra erizada

me cubro con la A que traslada

(y la memoria es la ignición de una idea

sobre las dunas de pólvora).

 

Yo me acuesto en la décima tercera casa,

y me acuesto bajo la letra de las manos dadas

M: escondo entre escombros

el sentimiento que sobra.

 

Esto, sí, me conmueve,

el anillo, cuando suena

y engloba, envuelve,

remueve a la persona

‒letra O, de vértigo y polvo,

que zozobra.

 

He aquí el despeñadero,

gollete de fiera,

he aquí la R que traiciona, apuñala,

destierra – he aquí el último tiro

sin margen de maniobra.

 

 

Anfibios, poetas

Para Eucanaã Ferraz

 

No el hacer contra,

emprendiendo cada esfuerzo

en la dirección que le es opuesta

(sobre la palma de la mano,

el rasguñar del contrapelo);

tampoco hacerlo a escondidas

(dedos-flagelo fustigando la carne trémula

debajo de cambrayas y mudez).

Desdoblarse:

en el riesgo del equilibrio,

anfibio entre todos y ninguno.

Al aire libre,

a simple vista.

 

 

Odre

 

El cuerpo,

este odre embustero,

donde mi juventud, acabada,

se seca, sin nada que reponer

más allá de la renovada pérdida:

el vino de las impresiones vertiginosas,

mezclado a una perenne nostalgia,

día tras día tras día, gotea

aún una última gota.

 

 

El primer beso

 

Íntimo del miedo

(y no contrario a él)

el rostro indescifrable siquiera denuncia

la tropa de caballería

que le sacude el pecho.

Mientras las manos,

en la exposición del argumento,

tiemblan visiblemente,

él permanece sereno, sosegado

(gota de rocío sobre la aguja del pino)

en el momento presente.

De ahí deriva su poder:

de no querer domar la cosa viva,

sino cabalgarla con gracia

(el cuerpo no se opone al deseo).

Él es dueño de su miedo,

y lo abraza.

 

 

La sierra

 

Paró la sierra eléctrica de las cigarras.

Tan de repente que el día,

que ella partía en dos,

en un estallido dejó en el suelo sus mitades.

Quedó sólo este charco de silencio,

indiferente,

y un temblor de alfileres ardiendo

dentro de la caja

de donde se abre el quién.

 

 

Quién…

 

¿Quién, bajo los cabellos,

con unos ojos que imitan los suyos,

con unos dientes más nuevos

entre-labios en aquel rostro

sin propósito alguno,

expuesto al sol de la urgencia

en una playa con viento

entre lonas coloridas

próximo al momento en que un planeador atraviesa la fotografía

podía suponer, oyendo el ruido del motor

(como puedo yo ahora),

lo que estaba trayendo, día a día,

de dentro, de la caja negra,

cercado de silencio como por

pétalos, del ojo de la claridad

y sin certeza alguna,

de contrabando

aquel extraño

hasta encontrarme, hoy, aquí?

 

 

Qué luz azul…

 

¿Qué luz azul es la que se reclina

atenta, en el rectángulo de la cama,

recorre cada filigrana (y rima)

en la trama de arabescos de la colcha?

Se aflojan mis brazos y la rapiña

del corazón se afloja

frente a la boca inmensamente muda

en la tarde igual a todas las otras.

Igual. Sin un mínimo enlace

entre rosa y ruta

en el río donde ruedan las cosas fáciles.

En resumen, nada que asombre

(si ella inclina) la gran cara.

Que ve, oye y

conoce todo ‒o casi.

 

 

dama-de-noche

 

se abrió, de fuente inexplicable,

en la tinta china de la noche la floración

nítida, sin susurro:

clara boya en la lumbre de la brea

rasgada de perfume

 

así, si un cuerpo pasara

sin origen o dirección

hiriendo el

neón de las vidrieras

como un himen, vislumbre del mío

 

corazón tu perfume

 

 

eclipse

 

es una sala blanca angulosa clara

es una sala blanca exactamente clara

una sala blanca que no recuerda nada

una sala tanta que uno se calla

 

blanca certera intransigente

blanca del piso a la cornisa

blanca casi aritmética

ciega como la puerta abierta

 

la sala tonta que no cabe en sí

escena lista para el eclipse.

 

brasa dormida

para adélia prado

 

ay de ustedes, si yo fuera la dueña de los misterios

eficiente como una madre de minas*

silenciosa, donada a la palabra

y distraída de gerundio y participio

golpeando carne, plisando cúpulas

sin el menor encantamiento

mirando el tiempo y guardando la furia

para el castigo de un domingo eterno

yo en la vorágine de un domingo abierto

ay de ustedes, si tuviera un día completo.

 

*Se refiere al estado brasileño de Minas Gerais, donde vive la poeta Adélia Prado.

 

 

la ley de la polis

 

ana cristina aflige: musa inútil

los suicidas cansan con sus exeunt

yo, veintiuno, las letras tan veredas

que necesitaba elegir frontera

en otras frases, ya desposeídas

 

el hecho es que

ana c.

el tiempo no te abarcó

y antes que nuestro deseo

aportase en tus telegramas

vinieron los canallas solemnes

de sobaco-diccionario

y unas 3 divas miopes

con incienso y veleidades

a enamorar tu ausencia:

“elegía para la ‒¡casi!‒ leila diniz de la poesía nacional”.

 

¡estoy harta del lirismo descomedido**

tan proclive a la geografía umbilical!

alguien ya dijo: “el verso libre requiere oído infalible”

pero no aquí:

a la sombra de los coturnos florecieron unos hongos

y para tener la eternidad basta

caer sin dejar testamento

o la posibilidad de que te maltraten el verso

salve, y adiós, mana cristina césar:

nos desististe.

no te enterraremos.

 

 

**La poeta Ana Cristina Cesar se suicidó en 1983, a los treinta y un años. Leila Diniz fue una actriz que desafió las normas sociales y se convirtió en icono de la liberación femenina de la década de los sesenta. Falleció en 1972, a los veintisiete años. Parodia del verso inicial “Estou farto do lirismo comedido” del célebre poema “Poética” (1930) de Manuel Bandeira.

 

Versiones de Marco Antonio Campos y Rodolfo Mata.

 

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