La contundente delicadeza de la poesía
- Claudia Roquette-Pinto - Sunday, 26 Oct 2025 05:56
Ha publicado los libros Os dias gagos (1991), Saxífraga (1993), Zona de sombra (1997), Corola (2000) (Premio Jabuti 2002), Margem de manobra (2005) (finalista del Premio Portugal Telecom), Botoque e Jaguar (2008, prosa infanto-juvenil), Entre lobo e cão (2016, libro de collages y prosas poéticas) y Alma corsária (2022). En 2025, Gustavo Silveira organizó la reunión de sus primeros cinco libros en A extração dos dias (2025). Sus poemas han sido recogidos en varias antologías, entre ellas 'Alguna poesía brasileña (1963-2007)' (UNAM 2009). Ha sido escritora invitada en la FLIP de Paraty (2005) y participado en eventos como el Festival de Poesía de Berlín y el Grafite + Rap + Poesia (2006). Ha realizado lecturas y dictado conferencias en Yale y otras universidades estadunidenses.
Rodolfo Mata
a los 57
Ya pasó la era de la belleza
El tiempo que impera es el de la pérdida,
de las cosas que se quebrantan
en marcha lenta
y dejan marcas, manchas, arrugas, tretas.
Las armas se fueron.
Se acabaron las estrategias,
las gracias más secretas
que sirven para dejar a los hombres
tiesos y bobos,
mirando dos veces cuando bajamos la calle
(y sólo de pensar en quedarme desnuda
enfrente de cualquier extraño
me entra ya miedo). O pereza,
que el deseo también anda obsoleto,
casi extinto.
Mejor abrir aquel vino tinto.
Mejor garabatear un soneto.
Cuarentena día 336
Infinito y sin gloria es el trabajo doméstico.
Cosa de expertos en meditación.
Contemplar, por milésima vez,
el universo en el grano de arena,
la mancha de café
en el suelo,
un Rorschach de improviso
sin nadie para validarlo.
Cada mañana entonar mantras
sobre las cabezas de las cucarachas resecas
(cucarachas, tus únicas visitas,
entrando por pasajes inauditos
todo el bendito día,
junto a las noticias
que asfixian,
mientras personas mueren vueltas moscas).
La pileta vomita la loza
del fin de semana
y las costras de una última esperanza.
Te arrastras de rodillas
recogiendo tus propios cabellos
sin poder echar la culpa a nadie.
Hombre: modo de abrir
Con los labios y la lengua
y cualquier palabra que sirva
como imagen a ser descascarada:
uva turgente,
auto – suficiente,
súbita inclinándose al
verter del propio zumo
si adecuadamente envuelta
por la boca
sabia que adivina (¿conoce?)
la concentración de urgencia y
dulzura
durmiendo, ahora, allí.
Margen de maniobra
Yo me cubro como la A de la palabra erizada
me cubro con la A que traslada
(y la memoria es la ignición de una idea
sobre las dunas de pólvora).
Yo me acuesto en la décima tercera casa,
y me acuesto bajo la letra de las manos dadas
M: escondo entre escombros
el sentimiento que sobra.
Esto, sí, me conmueve,
el anillo, cuando suena
y engloba, envuelve,
remueve a la persona
‒letra O, de vértigo y polvo,
que zozobra.
He aquí el despeñadero,
gollete de fiera,
he aquí la R que traiciona, apuñala,
destierra – he aquí el último tiro
sin margen de maniobra.
Anfibios, poetas
Para Eucanaã Ferraz
No el hacer contra,
emprendiendo cada esfuerzo
en la dirección que le es opuesta
(sobre la palma de la mano,
el rasguñar del contrapelo);
tampoco hacerlo a escondidas
(dedos-flagelo fustigando la carne trémula
debajo de cambrayas y mudez).
Desdoblarse:
en el riesgo del equilibrio,
anfibio entre todos y ninguno.
Al aire libre,
a simple vista.
Odre
El cuerpo,
este odre embustero,
donde mi juventud, acabada,
se seca, sin nada que reponer
más allá de la renovada pérdida:
el vino de las impresiones vertiginosas,
mezclado a una perenne nostalgia,
día tras día tras día, gotea
aún una última gota.
El primer beso
Íntimo del miedo
(y no contrario a él)
el rostro indescifrable siquiera denuncia
la tropa de caballería
que le sacude el pecho.
Mientras las manos,
en la exposición del argumento,
tiemblan visiblemente,
él permanece sereno, sosegado
(gota de rocío sobre la aguja del pino)
en el momento presente.
De ahí deriva su poder:
de no querer domar la cosa viva,
sino cabalgarla con gracia
(el cuerpo no se opone al deseo).
Él es dueño de su miedo,
y lo abraza.
La sierra
Paró la sierra eléctrica de las cigarras.
Tan de repente que el día,
que ella partía en dos,
en un estallido dejó en el suelo sus mitades.
Quedó sólo este charco de silencio,
indiferente,
y un temblor de alfileres ardiendo
dentro de la caja
de donde se abre el quién.
Quién…
¿Quién, bajo los cabellos,
con unos ojos que imitan los suyos,
con unos dientes más nuevos
entre-labios en aquel rostro
sin propósito alguno,
expuesto al sol de la urgencia
en una playa con viento
entre lonas coloridas
próximo al momento en que un planeador atraviesa la fotografía
podía suponer, oyendo el ruido del motor
(como puedo yo ahora),
lo que estaba trayendo, día a día,
de dentro, de la caja negra,
cercado de silencio como por
pétalos, del ojo de la claridad
y sin certeza alguna,
de contrabando
aquel extraño
hasta encontrarme, hoy, aquí?
Qué luz azul…
¿Qué luz azul es la que se reclina
atenta, en el rectángulo de la cama,
recorre cada filigrana (y rima)
en la trama de arabescos de la colcha?
Se aflojan mis brazos y la rapiña
del corazón se afloja
frente a la boca inmensamente muda
en la tarde igual a todas las otras.
Igual. Sin un mínimo enlace
entre rosa y ruta
en el río donde ruedan las cosas fáciles.
En resumen, nada que asombre
(si ella inclina) la gran cara.
Que ve, oye y
conoce todo ‒o casi.
dama-de-noche
se abrió, de fuente inexplicable,
en la tinta china de la noche la floración
nítida, sin susurro:
clara boya en la lumbre de la brea
rasgada de perfume
así, si un cuerpo pasara
sin origen o dirección
hiriendo el
neón de las vidrieras
como un himen, vislumbre del mío
corazón tu perfume
eclipse
es una sala blanca angulosa clara
es una sala blanca exactamente clara
una sala blanca que no recuerda nada
una sala tanta que uno se calla
blanca certera intransigente
blanca del piso a la cornisa
blanca casi aritmética
ciega como la puerta abierta
la sala tonta que no cabe en sí
escena lista para el eclipse.
brasa dormida
para adélia prado
ay de ustedes, si yo fuera la dueña de los misterios
eficiente como una madre de minas*
silenciosa, donada a la palabra
y distraída de gerundio y participio
golpeando carne, plisando cúpulas
sin el menor encantamiento
mirando el tiempo y guardando la furia
para el castigo de un domingo eterno
yo en la vorágine de un domingo abierto
ay de ustedes, si tuviera un día completo.
*Se refiere al estado brasileño de Minas Gerais, donde vive la poeta Adélia Prado.
la ley de la polis
ana cristina aflige: musa inútil
los suicidas cansan con sus exeunt
yo, veintiuno, las letras tan veredas
que necesitaba elegir frontera
en otras frases, ya desposeídas
el hecho es que
ana c.
el tiempo no te abarcó
y antes que nuestro deseo
aportase en tus telegramas
vinieron los canallas solemnes
de sobaco-diccionario
y unas 3 divas miopes
con incienso y veleidades
a enamorar tu ausencia:
“elegía para la ‒¡casi!‒ leila diniz de la poesía nacional”.
¡estoy harta del lirismo descomedido**
tan proclive a la geografía umbilical!
alguien ya dijo: “el verso libre requiere oído infalible”
pero no aquí:
a la sombra de los coturnos florecieron unos hongos
y para tener la eternidad basta
caer sin dejar testamento
o la posibilidad de que te maltraten el verso
salve, y adiós, mana cristina césar:
nos desististe.
no te enterraremos.
**La poeta Ana Cristina Cesar se suicidó en 1983, a los treinta y un años. Leila Diniz fue una actriz que desafió las normas sociales y se convirtió en icono de la liberación femenina de la década de los sesenta. Falleció en 1972, a los veintisiete años. Parodia del verso inicial “Estou farto do lirismo comedido” del célebre poema “Poética” (1930) de Manuel Bandeira.
Versiones de Marco Antonio Campos y Rodolfo Mata.