Forma y fondo de la Revolución mexicana: de los Flores Magón a Zapata, una visión antihegemónica

- Gustavo Ogarrio - Sunday, 17 Nov 2019 11:11 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
A propósito de la Revolución Mexicana, uno de los debates más interesantes se da a partir de una interrogación: ¿fueron las revoluciones mexicanas (así, en plural) luchas y proyectos que tuvieron su límite en una matriz capitalista?

Fue un fusilado sin balas

Nellie Campobello

 

Quizás, como un poema revelador y terrible que perdura en el cuerpo y en la memoria, como una herida cuya latencia obliga a relatarla infinitamente para darle sentido a la huella de ese dolor siempre contradictorio, la Revolución Mexicana vive en nosotros como olvido y reconfiguración del pasado, como memoria de larga duración que actúa en el presente. Tal parece que después de su momento museificador, con motivo del aniversario de su centenario (1910-2010), la Revolución Mexicana gira hacia una nueva irrupción en la forma de evocarla y que nos hace mirarla a los ojos: esfinge de ideas y fusiles que nos hechiza con lo inabarcable del tiempo y de los espacios de su formación.

¿Cuáles son las imágenes de estas revoluciones que sería necesario evocar para que su institucionalización ya fracturada no culmine en una rutina evanescente de su poder transformador? Propongo dos: la del magonismo y la del zapatismo; el primero, momento por excelencia del origen antitiránico de las luchas revolucionarias, el otro, momento perturbador que impide imponer por completo la blanquitud hegemónica de la revolución triunfante; ambos radicales en su condición de imágenes y relatos difíciles de captar para un posible uso tranquilizador del poder político.

Regeneración: volver al magonismo, origen que ya es revolución

El origen más potente e inminente de la Revolución Mexicana, el comienzo ideológico de la lucha intelectual y política, se dará a partir de la publicación de la primera etapa del periódico Regeneración (1900-1901), un legado siempre colectivo, antitiránico y defensor –desde el derecho, la organización social y política, el pensamiento libertario– de una sociedad de “convicciones dolorosas”.

Claudio Lomnitz, en su libro El regreso del camarada Ricardo Flores Magón, describe así el contexto de publicación del periódico:

El 7 de agosto de 1900, Jesús y Ricardo Flores Magón publicaron el primer número del semanario Regeneración. Para el 15 de mayo del año siguiente, los dos hermanos estaban en la cárcel. Regeneración se mantuvo a duras penas por unos meses más, hasta que tuvo que cerrar en octubre de 1901. La primera etapa de Regeneración había durado apenas catorce meses, pero había lanzado a los hermanos Flores Magón a la fama nacional… Para la edición del 15 de diciembre, Regeneración había cambiado su filosofía y su orientación: primero, Jesús y Ricardo habían quedado solos en la dirección...; después, el lema de ‘Periódico jurídico independiente’ había pasado a ser ‘Periódico independiente de combate’. La deducción era clara: Regeneración había dejado de tener la función de una especie de ombudsman para convertirse en un periódico militante comprometido con el cambio político.

En su primera etapa, Regeneración se autodefine como un instrumento de defensa jurídica contra la dictadura porfirista y contra sus tribunales tiránicos. Es también un infatigable proceso de trabajo periodístico; testimonio y denuncia de una perversión de la justicia que se entendía como parte de las prácticas institucionales y de los pilares podridos de la dictadura de Porfirio Díaz: es el comienzo de la crisis jurídica y política de todo un sistema tiránico. Regeneración es una estrategia de sobrevivencia de una sociedad que comenzaba a ser consciente de la longevidad de la dictadura; hartazgo que se transforma en lucha y resistencia; utopía de transformación política y social que se vive con entusiasmo, primero liberal, en abierta reivindicación del liberalismo del ’57… y después anarquista; una fuente de conocimiento de uno de los pasados más combativos de los movimientos sociales, cuya dignidad se concentra en militantes y pensadores que literalmente dieron la vida por sus ideales. La primera expresión libertaria de este trabajo de crítica jurídica a los tribunales del porfiriato fue el grito “¡Que se haga justicia!”

James D. Crockfort nos recuerda que Ricardo Flores Magón ya tenía una enorme claridad política sobre el proceso revolucionario que se necesitaría emprender para derrocar a la dictadura de Porfirio Díaz, esto cuando visita a Camilo Arriaga: “[…] Arriaga recordó el espíritu de estos jóvenes [Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama y Librado Rivera] describiendo una visita de Ricardo Flores Magón a su biblioteca durante uno de los recesos del Congreso (Primer Congreso Liberal, febrero de 1901). Ricardo señaló una copia de la Constitución de 1857 y dijo: ‘Mire, Camilo, ¡qué cosa tan hermosa! Pero es letra muerta […] Tendremos que acudir a las armas para hacer frente a Porfirio Díaz, pues este viejo no soltará el poder por su voluntad y aunque él quisiera, no se lo permitiría la camarilla que lo rodea’” (Precursores intelectuales de la Revolución Mexicana).

La aparición de Regeneración tenía como objetivo luchar contra la injusticia del régimen porfirista y de sus tribunales; una lucha jurídica, desde el derecho y el “espíritu público”. Regeneración es también un modo de resistencia contra un aparato jurídico estatal que actúa desde la injusticia, el oprobio y la “iniquidad judicial”. El enfoque y el lenguaje utilizado en el primer editorial de Regeneración es contundente en su voluntad de denuncia y en el objetivo de su misión periodística: “exigir responsabilidades a los jueces”; “…ayudaremos con todas nuestras fuerzas, y pese a quien le pesare, a todos aquellos que en lugar de recibir justicia de las autoridades judiciales, hayan recibido, con mengua del derecho y de la moral, la vergüenza de una derrota injusta”; “el producto malsano del voluntarioso capricho de los miembros del Poder Judicial”; “los miembros podridos de la Administración de Justicia”; acciones judiciales conjugadas con denuncias periodísticas de los “crímenes” llevados a cabo desde los tribunales y que atentaban contra las garantías individuales. Es desde este ámbito de acción en contra de la “justicia” hegemónica que Regeneración se transforma en una esperanza muy concreta, que ocurre en la vida cotidiana de los tribunales, pero también en la práctica de las ideas libertarias; una utopía de justicia social que es en sí mismo un estallido revolucionario.

El zapatismo y la lucha por la tierra: contra la blanquitud hegemónica de la Revolución Mexicana

Hay dos formas del racismo ligado a la imagen de la Revolución Mexicana: el primero de ellos es el que se ejerce en la configuración política de la dictadura de Porfirio Díaz, el segundo es el proceso de blanqueamiento con el que se transmite la idea de una Revolución Mexicana triunfante ante sí misma. Además, el zapatismo, así como el magonismo ya en su momento de lucha no sólo antitiránica sino antisistema, son también relatos y modos de lo político que ponen en cuestión el “capitalismo burgués” que se quiere imponer como la narrativa triunfante de la Revolución Mexicana.

Francisco Pineda Gómez rastrea el proceso creciente de lucha del zapatismo y su culminación como irrupción antioligárquica: “Al tiempo que se deslindaron de los de arriba, expresaron el principio de reivindicación de los más pobres, los que ni siquiera tenían títulos de propiedad sobre tierras usurpadas; así levantaron el derecho al bienestar y a la propiedad de todos” (La irrupción zapatista. 1911. ERA, México, 1997). La ruptura de los zapatistas con Madero en 1911 da lugar a una “lucha fundadora” que duraría diez años y que los definiría ante la guerra, tal y como afirma Pineda: “la guerra revolucionaria es un hecho histórico total; es un proceso que sintetiza las contradicciones de una sociedad, que condensa la economía y la política, la geografía y la cultura, la división social y la capacidad organizativa, la tecnología y la moral”.

¿Cuál es este perfil del zapatismo que lo definiría en esa década de revoluciones? Responde Pineda: “al reemprender la revolución, en noviembre de 1911, los zapatistas fracturaron la historia de los pueblos oprimidos en México. Dieron comienzo a la era de la necesaria autoemancipación. Promulgaron la lucha hasta vencer o morir”.

Uno de los cimientos de la dominación porfirista fue sin duda el racismo liberal, un orden en el que la especialización de los “científicos” era el fundamento del “monopolio de la verdad”. Al irse erosionando el liberalismo radical de la reforma y de la Constitución de 1857, el liberalismo se transformó en una dictadura que hizo la guerra interna contra “los callados”, contra “los más débiles”, las comunidades indígenas; blanqueó la política de la dictadura de Porfirio Díaz y funcionó como el “grito de guerra” contra la sociedad que finalmente se levantaría en armas en 1910. Afirma Pineda: “El racismo es un pilar fundamental del capitalismo histórico que opera como ideología.” En el caso de la revolución zapatista, su acción político-militar en 1915 ya era la puesta en escena de una utopía: la construcción de una forma de vida que implicaba revertir el orden económico de la propiedad latifundista, esto desde una perspectiva que hacía estallar el racismo oligárquico; su objetivo también era terminar con la historia del “aplastamiento de las rebeliones indias” cuya fuerza venía del siglo xix y de la furia de los “oficiales más sanguinarios que combatieron a los zapatistas”, algunos de ellos formados en las guerras de exterminio contra los yaquis, como lo demuestra Pineda.

La revolución de los de abajo: un encuentro de utopías

Es en 1915 que el zapatismo y el magonismo se cruzan, una vez más, en su forma de ser revolución: “El Ejército Libertador, precisamente, era el pueblo armado y su firme decisión de resolver por sí mismo sus propios problemas. Igualmente, al final de 1915, el periódico magonista Regeneración enfatizaba su política: ‘El camino recto a la liberación de la clase trabajadora es la acción directa’” (Francisco Pineda, Ejército Libertador. 1915). En el momento más perturbador que dejan las revoluciones populares, como parte del efecto que genera la toma de Ciudad de México por parte de los ejércitos de Zapata y de Villa, en diciembre de 1914, la revolución de los de abajo rompe, por un momento que se carga de significación histórica, con ese determinismo étnico que se enlaza con el capitalismo modernizador, que finalmente intentará exterminar al Ejército Libertador y a la División del Norte para hacer nacer al capitalismo desarrollista del siglo xx. Sin embargo, el zapatismo y el magonismo van a generar una imagen caleidoscópica de una experiencia antitiránica de la justicia y de una resistencia anticapitalista que llegará hasta nuestros días: la “convicción dolorosa” de que se puede vivir de otra manera l

 

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