El exilio en la novela argentina

- Carlos Torres Tinajero - Sunday, 24 Nov 2019 07:52 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
'Diario negro de Buenos Aires', Federico Bonasso, Reservoir Books, México, 2019.

Diario negro de Buenos Aires, de Federico Bonasso, tiene como propósito contar el regreso de un argentino a su patria, tras el exilio en México (1976-1983). La novela centra su atención en el reencuentro entre el personaje, su geografía, sus parientes y sus amigos; su objetivo es rescatar una parte de la historia personal y familiar, faltante en su mente, cuando estuvo lejos de su país.

Con el fin de acentuar el cambio psicológico, Bonasso retrata la interioridad del personaje en un diario íntimo con relatos, evocaciones, introspecciones y descripciones de una ciudad y de un tiempo en Argentina que ya dejaron de existir.

Uno de los aportes de este trabajo es la recreación de las costumbres, la ideología, las aspiraciones y el pasado en Buenos Aires. Los recuerdos de la infancia –como la sombra de un trompo sobre el asfalto en los setenta– son fundamentales en la naturaleza, evocativa y simbólica, de la trama.

Para el personaje, los sonidos, los olores, el espacio urbano y la convivencia humana en Buenos Aires –donde creció– contrastan con los de México y marcan la pauta para su crecimiento interior. Por si fuera poco, son el detonante de su conflicto: la búsqueda de identidad y de pertenencia, importantes en la percepción de la realidad. Ciudad de México, fue su segundo hogar; pero sus pensamientos y su valoración de la vida siempre estarán en el barrio de Buenos Aires de su niñez.

Novela de interiorización sicológica, de corte monologal, el personaje de Diario negro de Buenos Aires muestra una evolución escrita. Además de resaltar la trascendencia de los años anteriores en sus decisiones, el aliento evocativo da pie a una reflexión sobre la transformación social en Argentina, la ruptura de los lazos afectivos y la dificultad para reorganizarse y para construir, al regreso de los exiliados, una comunidad armónica.

Cada secuencia narrativa de Bonasso critica la frialdad de las relaciones: es fácil reconocer la conciencia del personaje y la manera de enfrentar las transformaciones –una sociedad más individualista y más cerrada al debate de temas contemporáneos– presentes a su retorno.

Llama la atención una paradoja en el recuento del pasado: la caracterización social de uno de los personajes centrales, el tío del protagonista, aficionado al teatro. La tradición artística, con gran peso familiar, choca con las tradiciones y con el contexto de la ciudad. Las pintas en las paredes, la inseguridad pública creciente y el aspecto de los transeúntes, con ropa desgarrada, son el reflejo del desarrollo humano en Buenos Aires. Contrario a ese modus vivendi, el tío del protagonista se mueve en círculos intelectuales, fijando un antagonismo con la comunidad.

El libro retrata el ambiente de las tabernas y de otros sitios públicos argentinos: la lejanía cotidiana de las personas, incluso en los amoríos fugaces, son el denominador común. En vez de que el personaje se sienta cobijado por los suyos, la añoranza por el ayer –las peculiaridades del argumento central– es un elemento estremecedor, determinante.

En la lectura de Diario negro de Buenos Aires, el cambio psicológico, para todos, se da en la forma de entender el entorno y en la ya lejana relación con los amigos y con la familia. A diferencia del inicio –la percepción utópica de la ciudad por parte del personaje– en la evolución de la novela, se redescubre un Buenos Aires donde la situación económica carcome los vínculos emocionales. Al final, se extingue la imagen idílica de la ciudad. Sólo sobrevive, como proceso psicológico entrañable, el recuerdo y la aspiración por vivir en un Buenos Aires armónico –patria idealizada– en medio de una ruta de modificaciones demográficas e históricas, consecuencias del regreso de los exiliados

 

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