Bemol sostenido

- Alonso Arreola - Sunday, 01 Dec 2019 08:03 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Dice María Zambrano: “En el principio era el verbo, el logos, la palabra creadora y ordenadora que pone en movimiento y legisla.”

Volver al movimiento


Dice María Zambrano: “En el principio era el verbo, el logos, la palabra creadora y ordenadora que pone en movimiento y legisla.” Así es. No importa si es con dios o con el Big Bang, todo comienza con el movimiento porque allí nacen el tiempo y su posibilidad creadora. Partiendo de ello, todo estudiante –en la etapa o carrera que sea–, puede dar un primer paso y ponerse en movimiento con una idea propia y original, por simple que parezca, si el entorno es adecuado. Eso deberían propiciar los educadores artísticos en cualquier nivel escolar; esa toma de decisión que inicia en el juego –libre o reglamentado– y que está por encima de toda finalidad. El hacer artístico por el hacer mismo. El arranque cinético que, ya con el viento en la cara, sensibiliza a los jóvenes independientemente de su destino laboral.

Para lograrlo es imperativo que los programas de estudio integren la música y el resto de las artes al cuerpo de la Pedagogía General en etapas tempranas (pero de manera seria, no con horribles clases de flauta dulce); luego hay que lograr su peso en la curricula de las opciones profesionales (para quienes deseen dedicarse a ellas de lleno); finalmente debemos utilizarlas como puentes de conexión entre materias para formar profesionales –de cualquier ramo, ya lo decíamos– cuyo pensamiento funcione con valores humanistas. Pero ya lo sabemos: nada es posible sin ese “otro movimiento”; sin un primer paso que acabe con el miedo a través de la recreación, la espontaneidad y la improvisación propiciadas por buenos maestros.

David Le Bretón dice en su Elogio del caminar: “El primer paso, el único que cuenta según el dicho popular, no resulta siempre fácil: nos arranca de la tranquilidad de la vida cotidiana por un tiempo más o menos largo y nos libra a los avatares del camino.” Luego agrega: “Dar el primer paso es sinónimo de cambiar la existencia por un tiempo más o menos largo […] Los primeros pasos tienen la ligereza del sueño: el hombre camina en el filo de su deseo.”

Sí, el movimiento relacionado con el deseo y el impulso creador, con el autoconocimiento y, como decíamos, con el correr del tiempo. El movimiento para alcanzar las cosas que nos importan y que, empatando su velocidad, nos deja paradójicamente “estáticos” produciendo conjeturas y reflexiones valiosas, al menos por un momento. Así lo señala Le Bretón: “El caminante no elige domicilio en el espacio, sino en el tiempo […] el caminante es el artista del tiempo que pasa.”

No se trata, entonces, de observar pasivamente a los frívolos que pisan el acelerador hacia el “éxito”, tantas veces violento con su entorno, sino de aproximarse a ellos desde otros senderos, inyectando preguntas trascendentales al sistema. Así es: el mundo va mal porque los irreflexivos y los egoístas actúan antes y más rápido que quienes valoran la empatía y los derechos ajenos. En otras palabras: el arte, las humanidades y la buena ciencia deben volver a la acción, al movimiento.

Ello nos lleva a lo planteado por Jeanne Hersh en Tiempo y música: “El presente es la única dimensión del tiempo que nos da una cita real con el mundo… Actuar sólo es posible ahora… Pero mientras dejen pasar el presente sin actuar, no cambiará absolutamente nada en el mundo.” Es así que nuestros enemigos en los espacios de creación del conocimiento –dejando a un lado a sociópatas y ambiciosos obsesos– son la postergación, la procrastinación, la pereza; la simulación de dinamismo a través de redes virtuales que, sin animarnos al movimiento real, nos “transportan” por cables y por el aire eliminando la sensación del cansancio físico, ah… el cansancio físico… el único que triunfa en la lotería de la noche y su descanso.

Dicho lo anterior, terminemos volviendo a María Zambrano: “Entiendo por utopía la belleza irrenunciable… más vale condescender ante la imposibilidad que andar errante, perdido en los infiernos de la luz.” Sí. Nada mejor que la preciosa búsqueda musical para obligar a la humillación del conocimiento duro e insensible. Nada mejor que el arte en las escuelas para conseguir algo de bondad, tolerancia, diversidad, solidaridad y belleza en movimiento. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

Versión PDF