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La novela y el tono de la Historia

Luis Rius Caso, historiador del arte, crítico, curador y académico del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBAL, nos sorprende ahora con su primer novela.
Xavier Guzmán Urbiola

Luis Rius Caso, historiador del arte, crítico, curador y académico del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBAL, nos sorprende ahora con su primer novela. Fiel a su formación escribió una narración histórica novelada o, como informa la contraportada, una “afortunada mezcla de elementos del thriller y la novela histórica”.

Los datos fríos de los documentos históricos muchas veces no comunican a los profesionales de la reconstrucción del pasado, o a los lectores interesados, el tono de la vida que se desarrolló mientras ocurrían los sucesos que pretenden entender y explicar. ¿Cómo y dónde hallar esa vida? Las novelas, los vestigios materiales, la fotografía, el cine, los recetarios de cocina, etcétera, son algunas de las fuentes no convencionales donde un historiador o un curioso puede encontrarla.

Georg Lukács explicó en su Teoría de la novela que ésta debe aspirar a “descubrir y edificar la totalidad secreta de la vida”, o dicho a la manera de Wikipedia “ofrecer una visión verosímil de ambientes, tipos y valores”, pero sobre todo el mismo Lukács en La novela histórica agregó que su autor deberá “saber ver lo específico de una época desde el ángulo histórico”. Luis Rius sitúa su acción durante 1950 en Ciudad de México, principalmente, y hace gala de una minuciosa reconstrucción de ambientes; los sucesos acontecen en lugares coloridos que muchos alcanzamos a ver a la víspera de su franca decadencia, pero él mediante un alarde de buena prosa reconstruye el Café Tupinamba, el Casino de la Selva en Cuernavaca, los modernos departamentos de la colonia Anzures con todo y sus manchas de humedad en las paredes. Los protagonistas que dan pie a los sucesos no sólo son típicos, algunos son una compleja amalgama de ficción y realidad: el joven muralista Domingo; José Gallostra y Coello de Portugal, o el espía de Francisco Franco, que actuó por entonces en México; el contradictorio Raúl Munitis; la intelectualidad mexicana, cuyos miembros aparecen con nombre y apellido y el variopinto universo de refugiados y la H. Colonia Española. Respecto a los valores de aquella época, la corrupción galopante, la riqueza repentina, la infidelidad, la bohemia con mucho alcohol y otras substancias, el humor, la hipocresía, la concepción trágica de la vida, los arrebatos de generosidad, son el correlato de aquella famosa declaración de Miguel Alemán: “quiero que todos los mexicanos tengan un Cadillac, un puro y un boleto para los toros” y, por tanto, la respuesta del caricaturista de Hoy, “¿Así señor presidente?”, la cual mostraba a un indígena arrollado, justo por un Cadillac, pero con su boleto en la mano. Lo sugerente es que Rius, al cumplir con los tres elementos mencionados, logró hacer al lector tersa su entrada en la “convención” que propone.

Pero además, mediante su mencionada y exhaustiva investigación el autor logró ensamblar una trama, un ambiente, unos personajes y unos valores, con aquello que le fue determinante a esa época para definirla: el asesinato de Gallostra (un hecho histórico real) en suelo mexicano dio pie a una serie de recriminaciones entre México y España cuando ambos países no mantenían relaciones. ¿Quién era este personaje y qué hacía aquí? ¿Por qué tan pronto como se levantó una ola de tensiones ésta misma se desvaneció? Rius tejió las explicaciones de lo anterior con las “sesiones poéticas del Capuchón”, las actividades de la Legión del Caribe, los intereses comerciales y simbólicos de España en México y viceversa, los guerrilleros Maquis, así como las hasta ocho hipótesis sobre los posibles autores intelectuales y móviles del asesinato.

¿Qué nos quiere comunicar Luis Rius? Muchas cosas, pero Mario Vargas Llosa nos da algunas pistas en su artículo “La verdad de las mentiras” sobre cómo un historiador o un curioso podrían leer novelas al afirmar que éstas se escriben no para contar vidas, sino “para transformarlas”; ahí se recogen no hechos históricos verificables, sino aquellos donde el autor “materializa sus secretas obsesiones” y, por tanto, esta verdad mentirosa será “más profunda cuanto más ampliamente exprese una aspiración general […] y haga vivir al lector una ilusión”. El espía de Franco es una declaración de amor de Luis Rius Caso a sus padres y sus personalidades, a sus oficios, a sus familias, a los ambientes donde se desenvolvieron, a sus dos raíces, a la hispanidad, a la poesía, a la belleza, a la arqueología, así como al indigenismo, a la mexicanidad y, en ese sentido, a su país, sabiamente imperfecto, sí, pero entrañable, como la vida, que muchas veces no está en los datos fríos de lo s documentos históricos

 

 

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