Desde Cataluña: arte de la memoria y periodismo narrativo de Montserrat Roig

- Gustavo Ogarrio - Saturday, 07 Dec 2019 13:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Inscrito en el periodismo narrativo, con una rigurosa investigación histórica y documental, el libro de Montserrat Roig (Barcelona, 1946-1991) 'El catalans als camps nazis', 1977 (Los catalanes en los campos de concentración nazis) que aquí se comenta con gran acierto, forma parte, en medio del horror de la barbarie nazi, de lo mejor de la literatura concentracionista.

 

La escritora catalana es también autora de Ramona, adéu!, 1972; El temps de les cireres, 1977; L’hora violeta, 1980; L’òpera quotidiana, 1985; La veu melodiosa, 1987, cuento, teatro y “periodismo de la más alta calidad narrativa y elaboración documental”.

 

Sería conveniente situar desde el inicio de esta breve reflexión sobre la escritora catalana Montserrat Roig (Barcelona 1946-1991) uno de los problemas básicos que enfrenta esta literatura: el derecho narrativo a expresarse en la propia lengua, el catalán, en un contexto adverso para la diversidad lingüística. Catalunya: una nación sin Estado que se enfrenta a una dominación monárquica desde 1714.

 

En Montserrat Roig se afirma la literatura catalana, su obra la escribe en esa lengua, con todos los problemas editoriales y de recepción que implica no escribir en castellano. Hace del periodismo narrativo un momento constitutivo de la memoria sobre la Guerra civil española
y de las atrocidades del franquismo. Además, es ella una de las precursoras de la investigación y divulgación de lo que fue la estancia mortal de los catalanes en los campos de concentración nazis. Roig documenta, investiga y entrevista a catalanes sobrevivientes que padecieron la experiencia concentracionaria, un “tópico” prácticamente inexplorado cuando Roig escribe su libro Los catalanes en los campos de concentración nazis (El catalans als camps nazis, primera edición en catalán de 1977; primera edición en español de 2017, Ediciones Península).

Ya en la introducción de esta obra, Roig expresa el punto de partida de su investigación, enunciando el lugar desde el cual escribe y que va a poner en tensión narrativa con su propia memoria: “Los que nacimos después de 1939 hemos tenido que ir desbrozando nuestro pasado reciente, un pasado que nos ha dejado demasiadas taras para poder restituir completamente nuestra salud histórica. Somos ignorantes, consciente o inconscientemente.”

¿Qué olvido se impuso como algo dado y al que responde esta necesidad de recordar? afirma la escritora catalana, en una idea que unifica sus propias herramientas de ficción con su interés periodístico por la historia:

 

Aparte de la atracción que siento por el mundo de ficción, siempre me he sentido atraída por la historia de mi país. El silencio que han hecho flotar por encima de los republicanos catalanes y de los españoles en general, de los vencidos de la guerra, me ha parecido, muy a menudo, un silencio que querían extender por encima de los míos y de mí misma. Veía que si no devolvíamos la palabra a los que debieron tenerla cuando les tocaba, nosotros no podíamos tenerla en su totalidad. Pero hay silencios que son más compactos que otros. Si sobre nuestra guerra civil ha habido una niebla ficticia pero densa, hay aspectos de nuestro pasado reciente que parecen haber sido engullidos por el absurdo, por la nada. Éste es el caso de los republicanos antifascistas que sufrieron la deportación en los campos nazis.

Ese sutil “nosotros”, siempre presente en la enunciación de Roig, le da perspectiva de memoria colectiva a todo el libro: es un nosotros implicado directamente en el significado de los testimonios del libro. Quizás por eso la lista de testigos abre la investigación: como una escritura de ese nosotros en el que interactúan la generación de los vencidos republicanos y la de Montserrat Roig, es decir, de aquellas y aquellos que toman conciencia de que su narración histórica debe abrir paso a las voces de ese “pasado” borrado del presente por el franquismo; de ello depende la pertinencia misma de los que hablarán desde su memoria en ese “presente”, de una posible utopía política y narrativa: “Ante la barbarie nazi, organizada
para degradar la condición humana, la lucha de los deportados por resistir y mantenerse fieles a sus ideales se convierte para nosotros, nacidos bajo el franquismo, en extraordinariamente fecunda y esperanzadora.”

 

Clasismo, representación y esperpento

¿Cómo se organiza esta memoria que es a un mismo tiempo memoria de la Guerra civil y de los campos de concentración nazis? Ese “mundo de espectros” se forma de una manera cruelmente variada: “los republicanos fueron a parar allí desde las compañías de trabajo, pasando por los Stalags (campos de prisioneros de guerra), desde el lugar en que estaban refugiados –como los de Angulema, que fueron directamente allí–, o bien como resistentes, la mayoría bajo la etiqueta nn (Noche y Niebla), después de haber conocido el régimen de las prisiones francesas. También hubo algunos que se dejaron engatusar por la propaganda nazi que les ofrecía trabajo en Alemania”. El libro de Roig también establece un importantísimo acervo de fotografías; éstas deben ser consideradas como parte de ese amplio registro de los campos de concentración, de las vidas y muertes que le dan su sentido de “barbarie” moderna –a medio camino entre la razón instrumental hija del iluminismo que se vuelve contra la sociedad en forma de exterminio y de un humanismo radical– tal y como lo han planteado Adorno y Horkheimer, pero también de memoria que busca un sentido posible y último de las vidas en los campos de la muerte, para que no caigan en el pozo del absurdo y/o del silencio.

Es necesario distinguir el peculiar estilo histórico-periodístico del libro de Montserrat Roig: es densamente descriptivo cuando reconstruye la vida del día a día en los campos, cuando distingue los dos tipos de “muerte”, la “muerte cotidiana” y la “muerte violenta” … es plenamente narrativo y político cuando recupera para el presente el “combate por la libertad” de los catalanes en los campos de exterminio; en esa moral excepcional de los republicanos catalanes hay una lucha literalmente a muerte por la sobrevivencia, por la solidaridad, una peculiar valoración del cuerpo humano en un lugar donde esos mismos cuerpos han sido llevados al extremo de su desaparición en vida. Todo esto lo hace Monserrat Roig sin idealizar esa batalla por la vida, sin subestimarla y acomodarla en un presente tranquilizador. Más bien, lo hace de una manera excepcionalmente narrativa, periodística: dando voz a los testigos hasta el límite de un testimonio siempre conflictivo. Por ejemplo, cuando se da la orden de construir un burdel en Mauthausen. Afirma Montseerat Roig, al preparar la intervención testimonial con la que se arma esta parte del libro: “Los campos eran la representación distorsionada, esperpéntica de nuestra sociedad clasista.” El testimonio de Joaquín López-Raimundo, confinado en el campo de Gusen, es motivo para este desplazamiento narrativo alrededor de los burdeles en los campos y en los que se entrelazaban simbólicamente los cuerpos de las prostitutas que venían de fuera del campo, los cuerpos destruidos de los presos y el “amor” y los “enamoramientos” en condiciones extremas, y que lejos de idealizarlos como amor romántico, terminaban por humanizar algo de esa barbarie concentracionaria; le cuenta López-Raimundo a Roig: “Hacia el final, trabajaba en las cocinas. Cada noche me las arreglaba para acercarme al burdel y, por las ventanas, pasar allí todo lo que podía: tomates, rábanos, pepinos. Un auténtico tesoro. A mí me daba mucha vergüenza hablar con ellas. Pero tuve relaciones platónicas con una de las putas. La cosa duró muy poco: al cabo de un tiempo se quedó preñada, no se supo de quién, y los ss la mataron en la enfermería con una inyección. Me impresionó tanto que no quise llevarles más tomates.” Enamorados muertos a balazos, prostitutas colgadas. Registros narrativos de vidas y muertes en la zona gris de la sociedad moderna.

 

Cataluña y su fuerte tradición literaria

El libro de Montserrat Roig es, ante todo, periodismo de investigación histórica con herramientas narrativas. Pero, además, es un libro en el que el arte de la memoria es social y político; esto desde una perspectiva tempranamente feminista, como afirma Rosa Toran en el prólogo a la edición de 2017: “La faceta feminista fue otra de sus señas de identidad, basándose en la observación y en la reflexión, presente en los retratos de la cotidianidad de la mujer, a partir de sus sagas novelísticas del Eixample, pero también de los modelos de la mujer reivindicativa, de la clase obrera, todas ellas luchadoras contra la opresión individual y social.” Esta actitud política está presente en el libro que comentamos, al dedicar Roig un apartado, precisamente en el capítulo que narra las resistencias de los catalanes republicanos en los campos nazis, a la manera en que las mujeres catalanas hicieron frente al nazismo: “Las mujeres catalanas que habían ido a parar a Ravensbrück eran mujeres que habían elegido conscientemente la lucha contra el nazismo: para ellas combatir a los nazis quería decir ayudar a que el mundo fuese mejor, pero un mundo en el que las mujeres viviesen también en libertad. El nazismo iba contra la mujer libre. Tal vez las catalanas de Alcoletge, de Guiamets, de las Tierras del Ebro, tal vez Secundina, la tejedora que quedó tan desfigurada por las torturas de los nazis que sus compañeros sólo la reconocieron por los zapatos, no sabían que Goebbels había dicho que la misión de la mujer era ser bella y procrear. Pero intuían que los nazis sólo querían mujeres pasivas, mujeres modeladas por la domesticidad, puros animales de procreación.”

Quizás la literatura catalana sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de las actuales tradiciones literarias borradas o devoradas en parte por la industria editorial, y Montserrat Roig una de las narradoras más universalmente regionales. Su
espíritu narrativo, que abarca novela (
Ramona, adéu!, 1972; El temps de les cireres, 1977; L’hora violeta, 1980; L’òpera quotidiana, 1985; La veu melodiosa, 1987), cuento, teatro, reportaje… periodismo narrativo de la más alta calidad narrativa y elaboración documental, confirman el poder expresivo de la cultura catalana, la fuerza de una tradición literaria que se ha hecho contra viento y marea, que es urgente colocar en perspectiva comparada con nuestras propias literaturas, perspectiva sugerida de manera deslumbrante y regionalmente universal por la misma Montserrat Roig en 1977:

 

Y pensé que los exdeportados me habían parecido, sobre todo, unos hombres que no aceptaban la hipocresía de las palabras, que habían llegado al fondo del pozo de la comedia humana. Pero no le dije nada a Climent, no le contesté nada. Todo me parecía banal comparado con su vida y, sobre todo, con la visión que él tenía de la vida. Hubiese podido contestarle, claro está, que todos sus amigos y compañeros habían muerto por un mundo mejor. Pero ahora, ante una América Latina torturada, ante los compañeros palestinos arrasados en el Líbano, ante el “vientre inmundo de la fiera”, por decirlo en términos brechtianos, no me atrevo a pensar en ese “mundo mejor” que ellos querían.

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