Joker, Don Quijote y otras posibilidades

- José A. Castro Urioste - Sunday, 05 Jan 2020 07:45 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En medio de las ya tediosas sagas de películas de superhéroes, el filme de Todd Phillips aprovecha la historia de uno de esos cómics y lleva a su protagonista, Joker, a una dimensión muy diferente que propone varias lecturas posibles –como un paralelismo con Don Quijote–, todas sustentadas, entre otras cosas, por la espléndida actuación de Joaquin Phoenix.

Semanas atrás Martin Scorsese fue severamente crítico contra las cinematografía desarrollada por Marvel y por extensión a toda película de superhéroes. En parte su comentario y su preocupación también pueden ser comprendidos –y sin minimizar las opiniones de Scorsese que enfantizan lo estético–, por el carácter dominante a nivel global de este tipo de filmes. Si nos detenemos a reflexionar por un instante, este género es uno de los discursos de mayor consumo internacional (fenómeno difícilmente igualado en otras momentos de nuestra historia) y en parte podría explicarse a que las frustraciones de toda audiencia –de cualquier lugar del planeta– parecen subliminarse ante los superpoderes de personajes que, pese a todo y ante todo, triunfan y salvan el mundo. En cierto modo, Joker, dirigida por Todd Phillips, se inserta dentro de esta tradición (se desarrolla en ciudad Gótica, el protagonista es uno de los villanos clásicos de Batman, aparece el futuro Batman y se representa la trágica muerte de los padres del mismo). En cierto modo, y en gran medida, Joker construye un discurso que se aleja radicalmente de esta cinematografía dominante en las salas de cine de todo el mundo. Este mecanismo de inserción y manipulación (en el buen sentido de la palabra) de un discurso predominante de una época y, a partir de ello, la elaboración de nuevos significados, no es una novedad histórica. Tal vez, uno de los textos emblemáticos que emplea este mecanismo (además de las múltiples connotaciones que expresa propias de una obra de arte que trasciende su espacio y su tiempo) sea Don Quijote de la Mancha. Como bien sabemos, Don Quijote se inserta con un género predominante de la época, la novela de caballería y, a su vez, es una parodia del mismo. Tal vez pueda plantearse que el superhéroe de las películas de Marvel y dc Comics sea un caballero del siglo xxi, una versión actualizada del protagonista de aquellas novelas de la época de Cervantes. Tal vez las aventuras y los triunfos de esos caballeros capaces de destruir y doblegar a todo enemigo, sean similares, equivalentes y se proyecten en las epopeyas y victorias de todo superhéroe. También resulta tremendamente relevante que el protagonista de la novela de Cervantes y el de Joker (es decir, el signo principal en ambos discursos para construir una propuesta de significado diferente al de la tradiciones predominantes) sea un personaje caracterizado por una enfermedad mental. Parece ser que en ambos textos habría la necesidad de recurrir a la anormalidad para atacar la norma estética dominante de una determinada época.

Así como Don Quijote es una parodia de la novela de caballería también en Joker se representan ciertas características que lo alejan del mundo de las películas de superhéroes. En estas últimas, la representación de la violencia es puro divertimento. Es una violencia que no se siente como tal, que no se vive como tal, incluyendo las escenas explícitamente sangrientas. En estos casos, la representación de la violencia es un camino (y sin arriesgar demasiado afirmaría “el camino” en la cinematografía de superhéroes) para entretener a las audiencias de distantes y distintas formaciones culturales. En el caso de Joker, la representación de la violencia se siente y resulta perturbadora. Se siente y perturba cuando esa violencia afecta al protagonista y también cuando la explosión de locura se apodera de él desde el asesinato en el subterráneo a la escena final en la que camina dejando rastros de sangre en el piso. En ningún momento, en todo caso, esa violencia busca entretener a la audiencia global. También, y puede resultar obvio, los protagonistas de Marvel y dc Comics son héroes que pertenecen a un nuevo Olimpo. Están llenos de poderes y saberes, y pese a que puedan tener dudas o miedos o conflictos, siempre mantiene de manera intachable su deseo de proteger y salvar al mundo. En el caso de Joker, el progonista es un antihéroe. No sólo es endeble físicamente –característica explícita en la película– sino que encarna la destrucción.

La crítica ha enfatizado dos aspectos de Joker: por un lado, la brillante interpretación de Joaquín Phoenix, quien aparece prácticamente en cada escena del filme; y por otro, a nivel estrictamente del contenido, se ha considerado que Joker es una crítica al olvido de una población marginal enajenada mentalmente. Junto a estas dos afirmaciones habría que agregar, en primer lugar, el delicado y minucioso trabajo de la iluminación en cada una de la escenas del film. Esta iluminación está caracterizada por el manejo, por cierto, de la oscuridad, en la medida en que Joker es una historia oscura. Una de las pocas escenas en que predomina la claridad es cuando el protagonista asesina a su propia madre, luego de enterarse de que ella es responsable de sus abusos durante su niñez. La claridad en la escena, aunque resulte arriesgado afirmarlo, puede expresar cierto efecto catártico en el personaje al cometer el crimen. Por otro lado, con toda nitidez Joker propone que el origen, desarrollo y explosión de la locura en actos de violencia proviene por el abuso ejercido por la sociedad en el individuo. Tal situación surge con la conducta de la madre en la infancia, en el trabajo (tanto por su jefe como por sus compañeros), en la calle misma (cuando en la primera secuencia el personaje es golpeado por unos jóvenes o posteriormente al ser atacado en el subterráneo), o en la respuesta violenta de un supuesto padre (el millonario Wayne). De modo tal que toda la sociedad es culpable del surgimiento de este personaje, y es la estructura violenta y abusadora de la sociedad la que genera a un sujeto desenfrenadamente violento que contraataca a dicha sociedad.

También puede plantearse una lectura social en Joker lo cual, por su naturaleza, es inconcebible en toda película tradicional de superhéroes. En cierto modo, la arrogancia y el despotismo de las autoridades de ciudad Gótica –por ejemplo la del millonario Wayne– genera una protesta social. Esta protesta se conecta con la figura del Joker a partir del hecho que Wayne, despectiva y abusivamente, califica a la población como payasos. Si bien es cierto que la protesta posee un origen que puede concebirse como legítimo, ésta se transforma en un acto vandálico que destruye todo aspecto de la ciudad. Surgen aquí determinadas interrogantes que resultan inquietantes: ¿estaría proponiendo Joker que toda protesta social, de causa legítimas, debe plasmarse en actos vandálicos para ser debidamente escuchada y atendida? ¿El vandalismo que se representa en Joker invalida e ilegitima la protesta social? Quien sabe si Todd Phillps tenga respuestas a estas interrogantes. Al mismo tiempo, y dentro de esta línea de lectura, en determinado momento aquellos que se rebelan contra el orden establecido eligen y erigen como líder al Joker. En otras palabras, la protesta social asume como su líder a un sujeto caraceterizado por una enfermedad mental capaz de asesinar a cualquiera. Definitivamente, y este es un riesgo en Joker, esta elección de liderazgo descalifica el surgimiento de toda protesta social, haciéndola ver como un acto de locura.

 

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