Tres poemas
- Francisco Fernando Meza* - Sunday, 05 Jan 2020 07:46



Tribulaciones del donador de órganos
Viví rápido.
La maquinaria humana es frágil,
comprendí tarde.
Largas noches de cigarros,
amores apócrifos y
alcoholes colmaron mis días.
Poco servirá de este cuerpo,
abono para la tierra
que nunca sembré,
carroña que aún respira.
Un bosque seco recuerda sus pájaros:
este corazón no habrá
de elevar otra vez
los tejidos del deseo.
Pulmones y páncreas desastrados,
riñones pendiendo de un hilo,
médula en insurgencia civil;
contaminación y estertor hepático,
vísceras en huelga de hambre.
Poco servirá de mí,
huésped de precipicios
que vertió el líquido
y quebró el vaso.
Pero en las corneas habrá
de continuar su danza la luz:
esta mirada seguirá cabalgando
por espejos donde mujeres extrañan lo invisible,
por rincones donde los amigos cantan
y podrá contemplar en dos ocasiones
el mismo rostro de la muerte.
Apología del catador de granadas
Después de años de estudio y dedicación,
afirmo que el de la púnica granatum
es el fruto en la faz de la tierra
más relacionado con los designios del corazón.
Su historia es venerable.
Atravesó las distancias en barcos fenicios
dejando aroma y sabiduría
en la lengua de las civilizaciones mediterráneas.
Se sabe, desde tiempos inmemorables,
que su jugo limpia la garganta
de vocablos oscuros como infección,
caducidad, horca, callejón sin salida,
insomnio, mal orgullo,
desvarío y asfixia.
Su cáscara, resistente a las inclemencias del clima,
sirve para cicatrizar los efectos de las pésimas noticias
en el ánimo de sus destinatarios.
Quienes han tenido el fruto en las manos
conocen el peso real
de un ciento de latidos en pausa.
Quienes han mordido su sustancia con los ojos cerrados
retornan a los primeros labios
que aceleraron la velocidad del deseo.
Y en suma,
cuando se le parte a la mitad,
solo un necio, un hombre con mirada de muro,
no podría apreciar que allí existe
en reposo
un charco de sangre devota.
Monólogo del Bebedor de Agua
Soy bajo de estatura.
Tras la ventanilla atiendo,
con mi sello legalizo expedientes
llenos de rencor y de tardanzas.
¿Alguna vez quise algo diferente?
No lo sé. He olvidado tantas cosas.
Bebo agua suficiente todas las jornadas:
dos o tres litros diarios
le garantizan salud a los riñones y a las células.
Me han dicho que tuve ancestros marinos
que recorrieron rutas de navegación
hasta los lindes del horizonte.
Evito, para no marearme,
pensar mucho en ello.
Bebo agua y aconsejo a mis colegas
que hagan lo mismo.
Bebo agua y evacúo una orina cristalina
que emerge de la más profunda
niñez de mi alma.
Sospecho que mis colegas
han olvidado mi nombre.
Sin embargo saben que habito
en la misma nómina que ellos.
Me apodan El Bebedor de Agua
y son usuales analogías y burlas
donde se dice
que en vez de corazón tengo una noria.
Creo que no se equivocan,
pero tampoco saben que aciertan.
Es normal que la gente practique la inteligencia
de forma involuntaria.
Han sido muchos años de encorvar la espalda,
por eso mi cuerpo parece un signo interrogante
donde se desprende un rostro
cuyos ojos recuerdan a peces muertos.
Mis colegas me observan con extrañeza,
como si fuera
una claraboya en la cima de una montaña.
Ahí va de nuevo al retrete, se dicen, rencorosos.
Y yo me digo
que tuve otro tiempo de fábula de fuentes.
Ya camino a casa,
mis ojos filtran las imágenes del mundo.
Soy El Bebedor de Agua y mis riñones,
dos botes salvavidas
flotando en el deseo de las cosas que he olvidado l
*Francisco Fernando Meza Sánchez (1979) ha publicado los poemarios Mar en sombra, La bitácora y un día más, Memoria de marzo y Cuaderno de las apariencias.