La otra escena

- Miguel Ángel Quemain - Sunday, 12 Jan 2020 09:53 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

Teatro, autogestión y cuarta transformación

 

Por fortuna, lo que ha pasado desde hace seis décadas es que los avances democráticos del país, la promoción cultural, el papel de las universidades y de las organizaciones artísticas de la sociedad mexicana han permitido que no existan voces únicas, ni últimas palabras. Desde hace muchos años las universidades y otras organizaciones han sido el refugio para muchos creadores en tránsito o en franca huida de un frente o de otro, sea la burocracia o la independencia. Por momentos unos y otros pueden ser igual de asfixiantes o paralizantes o que conducen al agotamiento o la esterilidad.

Cuando digo “independencia” me refiero a la gestión propia, a los mecanismos que le permiten a una organización generar su identidad a partir de objetivos y exhibición de propuestas estéticas, por encima de cualquier interés que no sea lo artístico; tengan posibilidades comerciales o no, lo que más importa es el capital estético, sus posibilidades de convertirse en un referente del futuro artístico y, a la vez, en diálogo con un pasado al que creen pertenecer.

Pero esa independencia encuentra formas de sobrevivencia en mecanismos que se desarrollan gracias a nuestros impuestos y las asignaciones públicas que pelean grupos con una trayectoria y una filiación artística probada, para poder recibir apoyos de distinta índole para realizar sus proyectos, cualesquiera que sean: desde rehabilitar un inmueble histórico, contribuir a restablecer el tejido social de una comunidad y atender grupos vulnerables, hasta sostener un diálogo con creadores que los incluya como comunidad.

Hay distintos programas que, en la relación entre la federación y los estados (hoy de manera polémica y en abierta disputa con los mandatarios estatales, la mayoría ciegos y sordos a las iniciativas más progresistas y críticas), permiten asignar apoyos, garantizar espacios para mostrar los logros de cada organización. Hay programas de franco corte estatal, muy escasos todavía los municipales y los más significativos son los del gobierno federal. Los más importantes vienen de la Secretaría de Cultura a través del fonca (como México en Escena, que desde 2003 apoya casi trescientos proyectos escénicos) y en otra medida del Sistema de Teatros en cdmx que, desde el sexenio anterior, se convirtió en organizador de la Muestra Nacional de Teatro y en un ejemplo de organización, gestión y apoyo para las artes escénicas, que si bien no destruyeron las nuevas autoridades, no han podido valorar y por lo tanto impulsar. Un reproche a la 4T ha sido su dificultad para valorar lo logros que no deben ser identificados políticamente con proyectos partidistas.

Muchos funcionarios de la administración anterior, tanto en el gobierno federal como en el local y en las administraciones morenistas, continúan en funciones, aunque bajo un clima de sospecha y también a la sombra de una ineficiencia administrativa que castigó con la retención de sus honorarios a muchos artistas. Un desafío de la administración en turno será entender en qué consiste la austeridad en áreas sustantivas. Replantear y bosquejar escenarios nuevos requiere de conocimiento y sobre todo de escuchar, de trabajar de la mano con quienes se han empeñado en que los mejores productos de las administraciones de los últimos cincuenta años sobrevivan. Austeridad en la cultura no son recortes realizados sobre un Excel, a espaldas de la comunidad artística.

Con la posibilidad que ofrecen las entregas periódicas, gracias también al interés de algunos lectores de acompañar y seguir una trama, me empeñé en hacer un seguimiento de las ideas teatrales de Luis de Tavira que continuaré, no sin antes hacer un breve recuento de los proyectos independientes que celebran aniversarios fundacionales y las propuestas institucionales que se avecinan en estos tiempos austeros, de erradicación de lo que han dado en llamar “privilegios“ y excesos que, de no ser meditados, se pueden convertir en un arma de doble filo, de castigo, decepción y, de manera oblicua, de supresión de libertades por inanición.

 

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