Nuevo año, idioma y pensamiento crítico

- Antonio Rodríguez Jiménez - Saturday, 18 Jan 2020 20:21 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Sobre los propósitos para el año que inicia, que al final nos resultan un tanto ajenos debido a una idea falsa de salud y felicidad que nos creemos sin esfuerzo, y sobre la ausencia cada vez más lamentable de pensamiento crítico en todo, por ejemplo en nuestra lengua, ante el avance generalizado de la estulticia, lo trivial y la indolencia, versa esta breve y sincera diatriba.
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Me he levantado con la idea, que ya fragüé hace mucho tiempo, de iniciar el año 2020 con la escritura de unas memorias literarias y de vida. Siempre iniciamos los años con la obsesión de volver a la academia de inglés, apuntarnos al gimnasio, bailar zamba, hacer yoga, realizar el viaje de nuestros sueños y dar largos paseos que combatan los criminales fragmentitos de colesterol que se instalan en la sangre y pueden producir un trombo para asesinarnos. Los cardiólogos están obstinados en que caminemos cada día diez mil pasos como única forma de sobrevivir. Nos venden píldoras caras para la presión arterial y toneladas de aspirinitas para seguir. El otro médico, don Pablo, nos ayuda con su terapia celular a mantenernos relativamente jóvenes y escribe libros magníficos sobre el tema, aunque los milagros no existen a pesar de Nicolás Flamel y de Paracelso. El que logre comercializar el elíxir de la vida eterna y de la juventud permanente conseguirá todos los Nobel del universo. Laura, mi psicóloga, escarba en mi cerebro para indagar en el centro de mis problemas y solucionarlos.

La realidad es otra cosa: perfil bajo, mediocridad permanente. Si criticas a un tipo en lo profesional y le muestras que en el texto que pensaba enviar a una revista indexada hay cincuenta y ocho faltas de ortografía, problemas de sintaxis y de gramática, se ataca y dice que no está de acuerdo contigo, cuando en realidad no está de acuerdo con la gramática española. Ahora se ha puesto de moda faltarle el respecto al texto sagrado que acoge a la sintaxis, pues la gente en lugar de aprenderla y aplicarla se jacta de poner faltas de ortografía y dice que su libertad y sabiduría se lo permite. Pues nada, tírese por la borda todo lo aprendido y que la intelectualidad sea un galimatías babélico, repleto de imperfecciones expresivas. Si la mente no se pone de acuerdo con la expresión y no respeta las reglas de una de las lenguas más ricas del planeta, esto se convertirá en el caos más profundo.

Pero la ignorancia es osada y está empeñada en confundir el género con la estupidez. Pero bueno, yo no quería hablar de la corrección de la lengua sino de los buenos propósitos. Todo lo que dije antes: viajes, actividades, incansables, jornadas de trabajo de quince horas, mantenernos ocupados y ofrecernos ese paquete como una receta de la felicidad es un invento del Sistema Económico, el dueño del mundo, el que dirige los destinos de Trump y de Putin, aunque ellos se crean muy poderosos. Nos venden una idea de felicidad tan falsa y verosímil que nos la creemos. De ahí que intenten eliminar el pensamiento crítico que cada ser humano debería utilizar. Si no saben lo que es habrá que inculcárselo en las mentes. La gente debería empezar el año con la idea de pensar correctamente, de estudiar a fondo el arte de pensar como una herramienta para ser ellos mismos. Y se pierden los estultos en darle patadas al lenguaje para mostrarnos su incompetencia comunicativa y su ignorancia.

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