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Tres cuentistas mexiquenses

"Cuerpos pánicos", Juan Luis Nutte, Ediciones de autor. "Interiores", Enrique Montañez, El corazón y los confines. "Malviajes", Dán Lee, Centro toluqueño de escritores, México, 2019.
Ricardo Guzmán Wolffer
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En el panorama nacional del cuento, el Estado de México es una opción destacada con varios sellos editoriales. Bajo tres distintos, Juan Luis Nutte (1972), Enrique Montañez (1973) y Dán Lee (1978) presentan sus más recientes compilaciones de cuentos Cuerpos pánicos, Interiores y Malviajes. Los tres autores cuentan con varias publicaciones. Lee tiene premios nacionales de cuento y Nutte ha obtenido tres años el estímulo para creadores por el Estado de México. Montañez ha fungido como editor y sus textos se han publicado en varios estados del país. No son improvisados. Además de afines generacionalmente, también los une la visión de un mundo donde la tranquilidad apenas existe. Muchas causas pueden rastrearse en sus textos, pero el mundo distorsionado parece irreversible. No hay datos de que sea una visión exclusiva de los mexiquenses, pero parece no haber lugar seguro en sus cuentos. Lo mismo un manicomio es una extrapolación de mitos ancestrales y salvajismos contemporáneos, como el hogar puede ser visitado por un extraño ser capaz de dejar sus extremidades para que los habitantes desahoguen sus miedos en ellos, mientras ese ente los encierra por siempre en sus dolores y frustraciones; la violencia y el feminicidio llegan al extremo de plantearlo como una cacería donde las víctimas son ofrecidas con un catálogo y el trofeo es sólo la grabación del asesinato.

El cuento mexicano tiene muchas variantes en su elaboración. Estos autores pueden insertarse en el cuento mínimo, con una oración, o una extensión regular. Mientras Lee apuesta por la aparente sencillez, con un lenguaje accesible a cualquier lector (lo cual no significa de ningún modo que estemos ante planteamientos simples ni desenlaces previsibles), Nutte va a la complejidad en la adjetivación y el planteamiento de largo alcance, cerrando sus textos con eficaz contundencia, Montañez logra un sorprendente ritmo con oraciones vigorosas para formar textos de muchas lecturas: en “Acting out” se entrelazan las referencias de dioses ancestrales para justificar la existencia de un bebé capaz de despertar a todos los habitantes del edificio con sus llantos, o de anclar al marido con la mujer que invoca y se asume como bruja, hasta que los vecinos irrumpen para evidenciar que no hay niño y, rápidamente, tampoco lengua que permita a la mujer hacer esos gritos que podrían salir de su dolor por la maternidad inexistente. Ante cuentos tan concluyentes, el humor llega a filtrarse en los textos de Lee, con canarios vampiros para contrarrestar a los luminosos canarios capaces de dar sentido al mundo; o con el mismísimo Jehová, quien decide hacer el mundo en siete días luego de haber sido rechazado en la convocatoria de “jóvenes creadores” bajo el argumento de que su propuesta (el universo completo) tiene fallas estructurales por su falta de oficio; o con la bella durmiente del cuento infantil, tomada lascivamente por el príncipe, quien tiene especial cuidado en no besarla para abusar de ella con calma, sin despertarla, luego de luchar con el dragón; o con la esposa que quisiera desaparecer al marido en los trucos del mago para irse con éste a viajar como su amante, pero es frustrada por el “menso” de su esposo que regresa en la caja del ilusionista. Quizá los textos de Nutte encierren un peculiar humor: en “Irina” el hombre llega tarde con la mujer, quien literalmente envejece por cada segundo que ha debido esperarlo. Más como un planteamiento conceptual, puede leerse como una ironía sobre esas mujeres que exigen puntualidad absoluta, como si en ello les fuera la vida misma. En “Kari”, el hombre nacido diminuto y sobrellevando una vida de escarnio (apenas ayudado con la literatura como refugio), ya como adulto descubre que su cuerpo puede abrirse como valija, sacarle vísceras y huesos, alargarlo y moldearlo. De nuevo la metáfora (el crecimiento personal) puede interpretarse como un texto fantástico, plagado de detalles cientificistas.

Los eficaces libros de estos tres autores también son una llamada para recordar que el centralismo cultural es más una apreciación burocrática que una realidad. Hay creadores de primera calidad fuera de cdmx. Falta plantear los mecanismos para lograr la distribución de libros de autores para que sean
leídos fuera de su entidad. El esfuerzo editorial puede diluirse ante la imposibilidad de poner al alcance de los lectores las obras, sin establecer que la producción regional debe consumirse sólo en esa localidad.

Sobre todo, estos libros confirman que el cuento en México sigue vivo. Bastará mirar con detenimiento en cada estado para confirmarlo.

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