Percusiones desde el centro del Universo

- Saúl Toledo Ramos - Sunday, 09 Feb 2020 07:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Breve pero puntual homenaje al baterista canadiense de la legendaria banda Rush recientemente fallecido, su enorme talento al centro de su grande y compleja batería, misma que controlaba y tañía a la perfección, su personalidad discreta y sus libros.

Fue 1982 el año en que se editó Signals, noveno álbum de la banda canadiense Rush. Tal obra significó una ruptura entre sus propuestas anteriores y las que vendrían después: el grupo dejaba el hard rock y se internaba en los derroteros del rock progresivo.

La grabación contiene al menos dos cortes que se volvieron clásicos: “Subdivisiones” y “New World Man”. Toda la obra, sin embargo, es de un excelente nivel y, al escucharla con atención, se cae en la cuenta de que es una verdadera cátedra de cómo hacer sonar bombos, platillos, tarolas, tambores y toda una serie de elementos percutivos, cuya ejecución estaba bajo las baquetas del recién desaparecido Neil Peart.

Peart formó parte de Rush desde 1974, luego de que audicionó para Geddy Lee y Alex Lifeson, bajista-tecladista y guitarrista, respectivamante, del conjunto. Para Peart la experiencia fue desastrosa, pero Lifeson declaró que el estilo del Neil era una mezcla de Keith Moon (The Who) y John Bonham (Led Zeppelin). A partir de ese momento se inició una relación musical que aportó productos apreciados por los amantes del género progresivo, Tom Sawyer, por mencionar sólo el más popular.

Más allá de las grabaciones, el verdadero gozo era apreciar la labor de Peart en vivo. Su instrumento era una megabatería que lo circundaba por los cuatro puntos cardinales –mitad acústica, mitad electrónica–, montaba sobre una base giratoria que se movía al antojo del músico, según la pieza a interpretarse.

Eran cúspide sus solos de batería: la iluminación caía sobre su persona y el ritual comenzaba. Baquetas en mano, Peart y sus percusiones eran como un centro gravitacional alrededor del cual giraba el universo. Era un alucinante ir y venir de sonidos arrancados a campanas, marimbas, gongs y crótalos, enriquecidos con otros, dulces o impetuosos, previamente grabados y contenidos en la memoria de un midi. Ires y venires, ritmos lentos y rápidos, redobles que pasaban del rock al jazz y viceversa. Caer y flotar a un tiempo en las edificaciones sonoras erigidas por el artista canadiense.

Neil Peart exploró la literatura como otra forma de desarrollar su intelecto. Publicó cuatro libros: son diarios de viaje, intercalados con reflexiones de vida, creencias y eventos que Neil vivió en su paso por este mundo. Peart fue una persona solitaria y discreta. Como todo mundo, vivió acontecimientos que marcaron su existencia, como las muertes de su hija y primera esposa, asuntos que no permitió se convirtieran en comidilla de los medios de comunicación.

Hace un tiempo, a Neil Pert se le detectó un tumor cerebral, para nuestra desgracia, maligno. Falleció por esa causa el pasado 7 de enero. La enorme batería permanecerá en algún lado, pero nunca mas será el centro del universo.

 

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