Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
naufragio.JPG

Todo naufragio está hecho de certezas

Presencia del naufragio, Gaspar Aguilera Díaz, Silla Vacía Editorial, México, 2019.
Jorge Bustamante García

Desde los poemas de viaje de Zona de derrumbe y Diario de Praga, y los poemas de amor y desamor de Los Ritos del obseso y Tu piel vuelve a mi boca, todo vuelve a ser de otra manera en estos nuevos poemas de Gaspar Aguilera Díaz, juguetonamente duros, descarnados y descreídos. “El que pierde las palabras tiene los días contados/ el que las ha comprometido ante el mejor postor/ casi está condenado”. Y de pronto, el lector puede detenerse y verificar cuántos de los que se dicen o se creen poetas en la actualidad tienen los días contados, porque extraviaron la palabra; cuántos perdieron la expresión y el lenguaje por exhibir sus veleidades en redes sociales y muros de olvido. Redactan una línea, que confunden con poesía, y corren a colgarla en Facebook para que otros incautos adeptos de su burbuja les den likes de complacencia y facilismo. Nunca antes en la historia de la cultura había habido una forma más efectiva de abaratar la poesía, de hacerla intrascendente y prescindible. Por eso, el que ha comprometido la palabra ante el mejor postor “casi está condenado”. En alguna parte de Naufragio y Agosto salta esta línea poderosa: “Ni siquiera en esa frivolidad contemporánea que es el Facebook, pude hallar cómplices en esta hora aciaga.”

Leyendo los poemas breves de este libro uno puede entender cómo la soledad le ha ocurrido al poeta, así como si nada, lenta pero eficaz; cómo el abandono lo ronda, lo asfixia, le oprime en lo íntimo toda la geografía del cuerpo: “qué maravilla/ conocerla íntimamente (a la soledad)/ y tocar a fondo sus partes/ más húmedas y más recónditas…” Pero la sensualidad y la ironía no logran escapar ni en el naufragio ni en el dolor de sus versos de desamor: “y en el colmo del delirio/ escucharé tu aliento agitadísimo/ pronunciando con avidez otro nombre”. El erotismo sinuoso de Tu piel vuelve a mi boca se convierte aquí en fino tejido de lo que aún queda en el fulgor de los sueños y el quebranto del tacto: “Cuando en los sueños/ Me encuentro con tus labios/ Son un bálsamo contra los males del mundo.”

En este nuevo libro Gaspar Aguilera desarrolla toda una poética, casi descarnada, del naufragio. Él ya ha recorrido un gran trecho en sus quehaceres de creación, en su convivencia con la palabra sin nunca traicionar lo que cultiva su espíritu, lo que le permite decir sin rodeos, por fin, todo lo que quiere, lo que imagina y piensa, lo que inventa de manera a veces dura e implacable: investiga con poesía no sólo el amor, el desamor y el sentimiento, sino que también escudriña el vacío, la caída, el atroz abatimiento. Para el autor el naufragio está construido de duras certezas que conducen, tal vez, a una suerte de tenue tristeza del pensamiento. Y de lo único que se precisa es conversar con alguien: “Cuando todo lo que necesitas urgente e inevitablemente, es hablar con alguien, contarle los detalles de este desasosiego, de este feroz desaliento, este pesar por todo lo que vergonzantemente nos rodea y oprime”. Estos poemas de náufrago son vislumbres de la memoria amorosa, del beso salobre que la humedece, del simple hecho de dialogar “sobre nuestro maravilloso y fatal destino”. Sólo hablar, balbucir y luego el olvido... nada más: “De nuevo, la muerte nos enseña sus huellas inefables (…) A cada respiración, a cada aliento, se siente más lejana e inalcanzable la orilla… Qué maravilla no haber creído nunca en paraíso alguno”.

El autor de este libro es un hombre cabal, es decir un rebelde, un náufrago de casi todo, que ha ido por el mundo con los ojos bien abiertos en la “barca entrañable del adiós”. Y en ese recorrido impar ha descubierto que la patria no es ésta donde vivimos, no es este lugar en sí, sino todos los lugares donde hemos podido cantar o mirar con inocencia, recordar, convalecer, sufrir y, sobre todo ser, crear, imaginar.

Versión PDF