Laberinto Yo’eme: una guerra silenciosa en territorio yaqui / Entrevista con Sergi Pedro Ros

- Javier Moro Hernández - Sunday, 23 Feb 2020 08:09 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El documentalista Sergi Pedro Ros trabajó durante cinco años, junto al fotógrafo Cesar Gutiérrez Miranda, en 'Laberinto Yo’eme', documental que permite conocer la resistencia del pueblo Yaqui ante los embates de las fuerzas de seguridad del Estado y del crimen organizado. Platicamos con el director sobre ésta, su ópera prima, un trabajo coral en donde las palabras y el entorno se conjugan para conocer a una comunidad en resistencia.

La tribu Yaqui se asienta en el sur del estado de Sonora, a la ribera del río que lleva su nombre, y desde hace algunos años defiende su territorio de los embates de las autoridades estatales y empresas privadas que pretenden desviar el afluente del río Yaqui sin tomar en cuenta que, gracias a un acuerdo con el gobierno de Lázaro Cárdenas, ellos son los dueños del afluente. En el territorio Yaqui se vive una guerra silenciosa: la entrada de las metanfetaminas podría ser considerada parte de una estrategia para detener su resistencia organizada.

¿Cómo fue tu encuentro con la historia de la resistencia de los yaquis?

–Conocí a varios de ellos en una Cumbre Tajín y me fascinó su nivel artístico, pero me di cuenta de que la historia oficial los tiene escondidos, de que les han robado el agua y que son uno de los grupos más violentados del país. A principios del siglo xx eran casi un millón de yaquis, ahora quedan 30 mil. Me doy cuenta de que el intento de exterminio no acabo durante el porfiriato, que el intento de exterminio prosigue hoy.

¿Hubo un proceso para ganarse la confianza de la tribu yaqui?

–Quería contar una historia que me parecía importantísima y, más que ganarme la confianza, me puse un poco a su disposición, fue decirles que me dejaran pelear con ellos y que mi trinchera es hacer una película; quería aprender, pues tienen una capacidad y una inteligencia política brutal, pero antes de que yo pudiera decirles que más allá del robo del agua veía una agresión a través de la droga, ellos me insinuaron algo del tema y les dije que me había dado cuenta y les comenté que, si querían que siguiera filmando, tendría que hablar del tema. Ellos dijeron que sí, porque sabían que tenían un problema con eso, pero que ellos abrazaban a los hermanos y que nunca los dejan fuera.

Por un lado está el despojo del agua pero también está la adicción al cristal. Se están enfrentando a poderes fácticos muy poderosos.

–En muchos documentales se habla sólo de un aspecto de la lucha, pero yo quería narrar una historia en donde se pudiera ligar y relacionar todos estos aspectos para agitar la conciencia del espectador. Observar que no era únicamente la lucha externa, que es la lucha por el agua, sino que también existe la agresión en el terreno de lo privado que se da a través de las metanfetaminas, que te agreden en lo más íntimo, te generan problemas físicos que te impiden luchar. Esa es la intención, pero luego con los miembros de la tribu pasan otras muchas cosas, porque los yaquis son unos luchadores tremendos, pero ese es el juego del poder, desestructurarte como persona en relación con el entorno. Lo que queríamos era mostrar la lucha por el agua pero intenté plasmar todas esas aristas de los problemas que suceden cuando los grupos indígenas son dueños de sus tierras.

Comenta algo sobre tus decisiones estéticas. Retratar la magia como un elemento que cohesiona socialmente al grupo te permitió hacer planos en el desierto, de la luz del atardecer.

–Ellos estructuran su pensamiento a través de la magia, tiene un sentido vital que los mantiene vivos. Para ellos la magia no es una cuestión abstracta, es identitaria, da sostén, y decidimos tratarla con una estética sobria: la cámara no hace florituras, trabaja con la luz natural, con los elementos de la naturaleza, con la tierra, con el aire, el fuego, y los mira de tal manera que nos provoca una evocación. Quería que fuera una mirada que se da cuenta de que esos elementos son el sostén de la vida, pero al mismo tiempo, con un respeto máximo hacia el pueblo yaqui y a sus elementos discursivos y de pensamiento e identidad.

Su forma de entender la política es a partir de la comunidad, a partir de decisiones colectivas.

–Para mí era muy importante reflejar eso. Entonces tomé la decisión de hacer un ejercicio coral extremo; este no es un documental que retrata a un solo personaje; decidí retratar la mayor cantidad de personas posibles: filmamos a ciento cincuenta personas que nos contaban su manera de ver el mundo. Los que conocen la lucha del pueblo yaqui pueden darse cuenta de que faltan personajes que han tenido una presencia más mediática, pero lo que queríamos era generar un coral extremo, en donde nadie tiene más peso que otros.

 

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