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agujas

Agujas a merced de la fuerza del vendaval

"La aguja en el pajar", Carmen Boullosa, Visor, España, 2019.
Marco Antonio Campos

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Con gran gusto nos enteramos hace unos meses que Carmen Boullosa ganó el XIX Premio Casa de América de Poesía Americana 2019, en Madrid, con su libro La aguja en el pajar. En noviembre el libro se editó en Visor. Es un breve volumen en el que se combinan poemas breves y otros de mediana extensión. Casi todos los primeros son concisos y precisos; los segundos suelen ser desbordados y tienen, como pasajes de sus novelas, la fuerza del vendaval.

Hay dos aspectos en el libro que le han sido siempre a Carmen Boullosa muy atractivos: el sistema cósmico y la naturaleza de nuestro planeta. Hace poco salió un libro, Alquimia de los planetas, en el que para cada ilustración del universo, Carmen escribió al lado un poema corto alusivo. En el libro premiado hay un poema, “Vértigo del astronauta”, donde Carmen imagina un viaje interestelar para concluir que lo único que queda no es algo auténtico sino la “fe en la imagen”. En otros poemas de mediana extensión, describe tumultuosamente árboles, plantas, frutos. La naturaleza es exaltante, pero en su contrario es también una imagen de la muerte y de la nada. En este universo –en este mundo-, ella no ha dejado de sentirse una náufraga.

Si apreciamos esta suerte de poemas, nos gustan más sus poemas cortos, que son, la mayoría, como quería Juan José Arreola, objetos orbiculares, en especial “El dicho” y “La aguja en el pajar”. El primero, parte de una expresión que solían decir su padre y su abuela materna y el cual de manera temible (así lo dice) la ha perseguido: “‘Serás lo que sueñes ser’:/ nadie fue tan cursi para a bocajarro inventar la frase cuando yo era niña./ Era una frase acuñada,/ la decía papá, más a menudo mi abuela materna./ Incitaban al sueño a apoderarse de la vigilia./ Una frase temible en mi caso./ También a los flamingos los pinta el color de su sueño”. El segundo, de apenas tres líneas, deja un sentimiento de angustia y desamparo: “Vivir como la aguja en el pajar,/ perdida entre pares frágiles,/ sin el hilo, sin la tela”.

Sin embargo, el poema más imaginativo y perfecto es “Génova”, un juego entre casa y ciudad, hecho de un sueño que se vuelve experiencia, con un final angustioso, un poema, en fin, que cabría en cualquier antología. Transcribo:

 

Caminé sus calles

más de una noche

en mis sueños.

Regresé a ella cuando la visité por primera vez.

Brillaba en su puerto, intensa

luz líquida reflejando la espalda del mar:

espejo en piedra.

Mi casa va siempre en fuga.

Es mi casa huyendo,

como Génova,

ciudad que cruza

ida y vuelta la puerta de la vigilia,

ciudad mía, ciudad viajera.

Temo después de estar en ella,

perderla para mi sueño,

y a saber si volveré en mi vigilia.

Llegué a Génova para perderla.

 

En La aguja en el pajar no faltan, desde luego, destellos de humor y expresiones mexicanas muy de ella. Felicitemos a Carmen.

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