La danza en México: 2020, el año bisagra
- Miguel Ángel Quemain - Saturday, 29 Feb 2020 22:18



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Migrantes, de Rossana Filomarino, coreógrafa y directora artística de Drama Danza, la compañía que aumentada con invitados amigos y alumnos realizó para 2019 este corpulento y extraordinario ensayo/espectáculo en una dualidad que combina profundidad y vistosidad, que fue uno de los hitos artísticos que enmarca y discute el corazón de la migración hacia Estados Unidos durante 2019, misma que ahora México contiene, amuralla, en nuestro territorio y finalmente logra cerrarle la puerta en la frontera a lo que Estados Unidos más teme y que, a la vez, oportunamente se convierte en un elemento electoral que Trump usa a su favor a costa de nuestra vieja dignidad solidaria e internacionalista.
Varias veces percibí en Rossana Filomarino una mirada incrédula hacia una administración cultural, que en realidad tiene su cauda en un deterioro institucional de casi veinte años, agudizado por supuesto con la carta de naturalización del cinismo de una cultura que ha sido considerada, por una parte sustancial de sus propios pares, como caciquil, derechizada, convencional, convenenciera, de rasgos más aristocráticos, pero sin rechazar un corporativismo acomodaticio en ámbitos solidariamente aglutinados por tradición.
Tengo que hacer este paréntesis sobre la política cultural, su administración y sus expectativas, porque si bien la 4T tiene un proyecto de Memoria Archivística y Fomento a la Lectura, con el resto no sabe muy bien qué hacer y sospecho que tampoco sabe en qué consiste y qué horizontes de movilidad, cambio, inserciones sociales tiene este sector en el que se han conservado piezas del “viejo régimen” (ahora así se les dice a los burócratas de la administración anterior) que sí saben ponderar a la mayor parte de los creadores y hacen lo posible para que los mejores logros del “pasado” sobrevivan.
En este tránsito de confusión, desesperanza y desconcierto, parece que el mal pronostico para la danza se equivocó, y así como empieza a suceder con Drama Danza, también está ocurriendo con algunas otras expresiones que parecían inmovilizadas por la esclerosis de las costumbres culturales que se expresan en la elaboración de las actividades que se convierten en la cartelera mensual, con la cual se manifiesta una especie de “misión cumplida” que mantiene en pie el edificio y sus benignas inercias (aunque al final del año encontremos pleitos feroces por el incumplimiento en el pago de los honorarios devengados en 2019.
Parte de lo que vimos en este río revuelto fue la irrupción de propuestas locales fascinantes, conmovedoras, inspiradoras y ejemplares por el cumplimiento de su vocación. Los festivales culturales fueron el escenario para que algunas de las compañías de danza folclórica tuvieran una gran presencia. El Festival Cervantino, las ferias de libros estatales y las actividades definitivamente orientadas a lo dancístico.
No quisiera entrar en detalle, porque la presencia de lo folclórico entre nosotros es enorme y ameritaría varias entregas. Pero con un par de ejemplos creo que se puede tener dimensión: ¿quién no conoce el ballet de Nieves Paniagua?, ése es uno de los grandes ejemplos de cómo articular la tradición con las nuevas características del bailarín y los hallazgos que en materia de reinterpretación de las danzas está en las propias comunidades indígenas y campesinas, que son menos museísticas que las compañías mexicanas subvencionadas donde
se consideran las piezas (vivas) por lo que de inmutable tiene la transmisión de patrimonio a través de patrones coreográficos de danzas indígenas que se montan con una homogeneidad semejante a la que tienen los bailes de quince años en los que lo importante son los chambelanes.
Pero también tenemos ballets que vienen de los ochenta, de tradiciones estatales, municipales y también universitarias. Me voy a Jalisco y pienso en esas dos vías: en el antiguo Ballet Folclórico Nacional de Instituto Cultural Cabañas.que cambió de nombre varias veces en lo que lo acomodaban y dejan como está hoy: Ballet Folclórico de Jalisco de la Secretaría de Cultura que fundó Everardo Hernández en 1984. Pasó lo mismo con el Ballet Folclórico de la udg, que Emilio Pulido Huízar impulsó hace poco más de setenta años con varios apoyos complementarios, pero que actualmente es una de las representaciones indispensables de la udg. Y seguro por ahí habrá, en algún salón olvidado de algún municipio, una compañía pequeña con más de una década.
Lo importante aquí es la proliferación de oportunidades y la presencia de un ejercicio que produce una gran identificación con un sector del público que se contempla a sí mismo desde ese mundo evasivo que cobija la televisión comercial sin demasiados reparos. Desde la muerte de Amalia Hernández y la sobrevivencia ejemplar de su Ballet, quedó de manifiesto ese monumento dancístico al turismo, sobre todo el que encuentra una actividad interesante que prologue su cena o su noche de baile.
Pero detrás de Amalia Hernández está una tradición que ella fortaleció con el apoyo a muchos grupos que no tenían el vigor de su cartelera. Se dice poco de su generosidad y sus aportes, de la fuerza del grupo de bailarines que solían salir de México y que hicieron una escuela que ha proliferado en los estados de los que provenían bailarines para la compañía y que regresaron para fundar lo suyo. Todo esto vale la pena reconocerlo para entender el dinamismo y movilidad de esa parte de nuestra danza.