Las rayas de la cebra
- Verónica Murguía - Saturday, 07 Mar 2020 23:01



------------------------------
La protagonista de la novela más reciente de Norma Muñoz Ledo, Los cazadores del Big Bang, es una chica de dieciséis años llamada Susi. Susi, como casi todas las personas de su edad, es un manojo de contradicciones: quiere ser independiente, pero se siente perdida sin sus padres; necesita estar con su madre, Minerva, pero pelea constantemente con ella. Le gusta la escuela, pero percibe algunas reglas escolares como prohibiciones arbitrarias y quiere vivir sin atenerse a esas imposiciones.
Adora a su padre con una veneración casi infantil y, este es un logro de Muñoz Ledo: con trazos seguros dibuja a Javier, un hombre que, sin llegar a ser deliberadamente cruel, disfraza su falta de solidaridad con una pátina de sabiduría. Es un yogui que predica el “no aferrarse” mientras preserva cuidadosamente sus intereses, su tiempo y su dinero. Esta falsa serenidad choca con la efervescencia juvenil de Susi, que detecta en su padre la ambivalencia de quien ama sin estar dispuesto a dar, aun en las circunstancias más difíciles. Y la imagen se resquebraja, condición esencial para que Susi madure.
Porque Susi, a pesar de su volatilidad adolescente y su juvenil egoísmo, sabe dar. También sabe cuidar de sus mascotas, un gato sabio llamado Rockefeller, una hurona, Pulga, un camaleón y un cangrejo ermitaño; compartir la vida con su abuela, la tierna y sabia tita Ele y Lourdes, la cuidadora, quienes crean una atmósfera cálida y hospitalaria, llena de comida, tés y conversación.
Susi también estará más que dispuesta a echar relajo y experimentar el primer amor, la primera borrachera, la rebelión acompañada por su amiga Fueni.
Todo esto acelerado, vivido velozmente, impulsados los actos por el horror de un accidente: en las primeras páginas nos enteraremos, junto con Susi, de que Minerva se cayó en una escalera y que se sumergió en un coma del que no se sabe si saldrá.
Esta, en una nuez, es la trama. Una trama densa: la incertidumbre gravita sobre cada decisión, cada experiencia de Susi. Además, Muñoz Ledo ha escogido esta anécdota para hacer preguntas fundamentales que se ligan con el Big Bang del título: ¿por qué estamos en el mundo? ¿En qué consiste el misterio del tiempo? ¿Memoria es identidad? ¿Cómo es el coma? ¿Dónde está dibujada la tenue línea entre el cuidado desinteresado y el autosacrificio?
Todo esto podría parecer demasiado en una novela juvenil y podría encaminarla al melodrama en manos menos seguras, pero Susi no está sola. Muñoz Ledo lo recalca: está en el centro de un tejido tramado por mujeres: la tía Bárbara, quien vive en Alemania; Lourdes, la cuidadora de la abuela; Selene, la maestra de piano, una presencia serena que irradia compasión y los gestos de Minerva, quien se esforzó hasta el momento del accidente en hacer feliz a su hija. Susi cuenta además con la música, un pilar que la sostiene desde adentro, que ella construye con tesón y práctica. La música es tan importante en esta novela que llega a convertirse en una protagonista.
Minerva tiene un novio: Santiago. Santiago, quien demuestra desde el principio del relato una solidaridad inusual, paciencia, discreción y ternura. Santiago, quien en su experiencia reúne la mirada analítica del científico y la inquisitiva del filósofo. Quien es el adulto en el que Susi puede confiar completamente, aunque al principio se niega ya que defiende el lugar –abandonado– del padre.
El cauteloso acercamiento entre Santiago y Susi, en el ámbito hospitalario de la casa de la abuela, es uno de los hilos más firmes de esta red de solidaridad que se teje alrededor de Susi. Poco a poco, sin aspavientos, Santiago irá resolviendo problemas y atrayendo la mirada de Susi a la ciencia y a las preguntas sin respuesta.
Habrá que leer Los cazadores del Big Bang para enfrentar esas interrogantes. Claro, en compañía de Susi, del ronroneo de Rockefeller y con la música de Debussy en los oídos.