Artes visuales
- Germaine Gómez Haro / [email protected] - Sunday, 15 Mar 2020 09:43



Huellas indelebles del muralismo mexicano en Estados Unidos (II y última)
En la entrega anterior (domingo 1 de marzo) se esbozó la relevancia de la exhibición Vida americana. Los muralistas mexicanos rehacen el arte estadounidense, 1925-1945 inaugurada hace unas semanas en el Museo Whitney de Nueva York. Esta ambiciosa y paradigmática muestra es el resultado de diez años de investigación de la historiadora del arte y curadora Barbara Haskell, quien demuestra de manera desafiante que los muralistas mexicanos fueron los verdaderos impulsores de una nueva concepción artística en el arte moderno estadunidense, tanto en el lenguaje formal como en el contenido ideológico. El complejo guión curatorial lleva de la mano al visitante a lo largo de las trayectorias paralelas de los artistas mexicanos que dejaron huella en sus murales y pinturas de caballete realizados en el país del norte, y sus discípulos y seguidores que crearon un movimiento inspirado en ellos. Aunque los protagonistas principales son los tres grandes –Orozco, Rivera y Siqueiros–, la curadora incluye también a otros artistas del momento que desarrollaron un arte inspirado en las raíces mexicanas, pero alejado del mensaje político y con una visión más idealizada de la cultura autóctona, como Alfredo Ramos Martínez, Miguel Covarrubias, Mardonio Magaña, Frida Kahlo, Rufino Tamayo, María Izquierdo, entre otros. La cantidad de artistas estadunidenses que se sumaron a este movimiento y abrevaron en sus fuentes resulta sorprendente inclusive para el público local. Cientos de murales fueron pintados por los seguidores de nuestros muralistas en todo el país vecino, especialmente bajo el auspicio de la Administración para las Obras Públicas (wpa, por sus siglas en inglés) que impulsó el presidente Franklin Delano Roosevelt como parte de las iniciativas del new deal (“nuevo trato”) para propiciar la recuperación económica y darles trabajo a los artistas. La brutal caída del mercado de valores estadunidense en 1929 que dio lugar a la Gran depresión desató la agitación social y muchos artistas se solidarizaron con las clases oprimidas, como sus colegas mexicanos lo habían hecho al término de la Revolución. En su afán de crear un nuevo arte de denuncia de contenido sociopolítico de izquierda, los artistas plasmaron temas relacionados con la discriminación racial, los derechos de los trabajadores, la opresión de la clase obrera y las minorías, la violencia policial frente a las huelgas, protestas y manifestaciones, así como la construcción de una historia afroamericana heroica y monumental. Este boom de un arte con conciencia social devino posteriormente en el Street Art (Arte callejero) y el movimiento mural chicano en los sesenta en el suroeste estadunidense. Asimismo, los muralistas estadunidenses también trabajaron en México por recomendación de sus maestros. Se presenta una maqueta que ilustra los murales de Grace Greenwwod y dos discípulos de Siqueiros, Philip Guston y Reuben Kadish, en el patio de dos pisos del Museo Regional Michoacano; una espléndida filmación proyectada en tres muros muestra los trabajos realizados en el famoso Mercado Abelardo l. Rodríguez por los discípulos de Rivera: las hermanas Marion y Grace Greenwood, Pablo O’Higgins e Isamu Noguchi.
Con esta exposición, el Museo Whitney reescribe un capítulo de la historia del arte mexicano y estadunidense en un momento coyuntural de las relaciones políticas entre ambos países. La prensa internacional más destacada ha desplegado numerosos artículos poniendo en relieve nuestro arte y nuestra cultura. Es de llamar la atención que nuestros funcionarios de Cultura no estén sacando provecho de esta gran plataforma de promoción de nuestro país a nivel universal. ¿Será que han considerado esta exposición un evento fifí? Esperemos que no sea así, y que se entienda que el arte y la cultura no son cuestión de élite, sino que deberían de ser valores fundamentales en la educación de todos los mexicanos y requieren de un presupuesto digno para su creación y difusión. Nadie puede negar que nuestro arte y nuestra cultura muestran nuestra mejor cara al mundo. Esta magna exhibición da prueba de ello.