Retratos cinematográficos de Guatemala: una galería de insultos / Entrevista con el cineasta Jayro Bustamante
- Paulina Tercero - Saturday, 04 Apr 2020 18:23Ixcanul
–La historia de Ixcanul me llegó a través de mi madre, a quien una María le contó su vida.
Mi madre es médica, pero ya no ejerce como tal, aunque aún trabaja en el altiplano guatemalteco, en las áreas indígenas. Lo peor de los problemas de los indígenas en Guatemala es que siempre se minimizan.
La María me contó su historia y pidió tres cosas: No quiero aparecer en la película, no quiero que digas mi nombre y no la quiero ver. Y lo ha cumplido, no ha visto la película. Contar su historia la incomodó mucho. Cerramos esa entrevista con María diciéndome: “Yo sólo estoy esperando que esta vida se acabe.” Ella debe tener treinta y ocho o cuarenta años.
–Para el cine de Guatemala, ¿qué tanto pesa México?
–Yo creo que pesa de buena manera, si no hubiese sido por México toda nuestra educación audiovisual hubiera sido gringa. Pudimos compararnos con alguien con quien sí éramos comparables en costumbres, en fenotipo, en manera de pensar, en... Por lo menos en la lengua. Yo me consumí todo el cine mexicano porque lo tenía en la televisión,
el cine clásico de los cincuenta, así como el nuevo cine mexicano. También esa nueva ola, Y tu mamá también a nosotros en Guatemala vino a hacernos una revolución de cine; junto con Amores perros fueron como un maremoto de cambio.
El problema más grande entre nosotros como País Chiquito de abajo y ustedes como País Enorme de arriba, no tiene nada que ver con esa posición, sino que tiene que ver con una estupidez latinoamericana: no nos hemos interesado en nuestro mercado interno. Yo veo más películas latinoamericanas en Francia que en América Latina y no lo entiendo. Netflix ya se dio cuenta de eso y está jalando a los directores latinos para hacer películas para todo el continente. ¿Por qué no hay distribución entre nosotros cuando es lo lógico? El mercado sajón, los gringos han llegado hasta el último archipiélago que habla inglés.
Nosotros deberíamos poder hacer películas en América Latina –no importa en qué país– y que salieran en todos los países. Empezar por casa.
Hay algo aún más importante y es que, lastimosamente, la gente está leyendo menos, la gente está pasándose de la lectura a lo audiovisual. Eso es una enorme responsabilidad para la gente que hace audiovisual, pues no podemos seguir haciendo sólo audiovisual de entretenimiento. Nos toca empezar a dar contenido, porque si no, nos vamos a volver una sociedad vacía.
Temblores
–Para el personaje de Pablo, lo que me llamó la atención es que yo estaba confrontado a un homosexual homofóbico. Eso es posible al no quererse a uno mismo, al no aceptarse y tener vergüenza de uno. Entonces él, de alguna manera le tenía un rencor enorme a la homosexualidad, porque era su condenación. A partir de ahí me pareció muy interesante.
En algún momento le pregunté: ¿cómo reaccionó tu esposa? Me dijo que la esposa había reaccionado muy mal, que era muy cerrada; él esperaba seguramente empatía de mi parte. Yo le dije: “¿Pero no crees que es normal que reaccione así? Vos te casaste con alguien y le mentiste, no le dijiste quién eras realmente. Después de dos hijos, ella se da cuenta que vos la estabas usando de fachada.” Y se enojó muchísimo. Yo sí podía ser empático hacia el sufrimiento que él estaba viviendo. Pero no puedo ser empático a que tu sufrimiento, a que tu no amor propio te lleve a hacer sufrir a más gente.
La Llorona
–Este proyecto fue muy complejo, porque hablar de derechos humanos en Guatemala tiene todos los anticuerpos del mundo. En Guatemala, de los temas más terribles fue el genocidio. Para la película tuvimos que descubrir una manera de contar la historia, vestirla de modo que la pastilla pudiera pasar más fácilmente. Poco a poco el tema de La Llorona llegó a la mesa, así como el filmar en género de horror, que al final no es más que un pretexto, lo que había que decir es que hubo genocidio y hubo impunidad.
Trabajar con supervivientes del genocidio fue muy emotivo: cuando hablamos del guion con la actriz, que no es actriz, ella me pidió transformar el testimonio que yo había escrito para hacerlo más cercano al suyo. Entonces lo que ve el público en la escena en la corte de justicia es real, ella habla de sí misma. Ahí todo se vuelve un poco documental, inclusive por la presencia de Rigoberta Menchú. Nosotros, desde 1996, tenemos la paz y sin embargo todavía es un conflicto en Guatemala que yo haga esta película. Es muy complicado.