Arte, cultura y compromiso en Luis Eduardo Aute
- Xabier F. Coronado - Sunday, 12 Apr 2020 07:11



Aute es un poeta capaz de conferir a las imágenes la cadencia de sus canciones y la plasticidad de sus pinturas. Y también es un pensador, profundo y melancólico.
Gonzalo Suárez, escritor y cineasta
No establezco diferencias entre escribir
una canción o ponerme a dibujar o a pintar
porque lo llevo haciendo toda la vida.
l. e. Aute
Luis Eduardo Aute (1943) nació en Manila, en el seno de una familia española que regresó a Madrid en 1954. Desde niño se interesó por la pintura y a los diecisiete años expuso por primera vez sus cuadros en una galería, recibiendo críticas favorables: “Aute es un pintor vocacional y un artista precoz […] que debe ser considerado como un pintor consumado...” (Blanco y Negro, 1961). Sus primeros pasos en la pintura resultaron exitosos, sus obras fueron seleccionadas en las bienales de arte de París y Zaragoza (1964), y Sao Paulo (1967). En 1974 le conceden en Italia el primer premio de pintura de la Mostra Fondazione Michetti. Como pintor, exhibió sus trabajos en medio centenar de exposiciones individuales y más de veinte colectivas. Entre 2005 y 2010, la muestra itinerante Transfiguraciones (1951-2005) presentó en diversas ciudades de América y Europa una retrospectiva de su obra que incluía piezas de escultura. Su pintura se basa en el dibujo con una estética personal, en óleo y lápiz de tenues colores, con predilección por la figura humana, el primer plano, el rostro, el cuerpo y el sexo, que detalla con un erotismo deliberado, surrealista y místico.
Aute también sintió una atracción temprana por la música (“La distancia más corta entre dos puntos es la música”). A los quince años tocaba la guitarra eléctrica en grupos como Los Tigres o Los Sonor, y colaboró en el conjunto Los Pekeniques. En esa época compuso canciones para otros intérpretes, entre ellos la cantante Massiel que lograría éxitos con temas como “Rosas en el mar” y “Aleluya nº 1”. Posteriormente comienza a grabar sus propias composiciones y sus primeros discos, Diálogos de Rodrigo y Gimena y 24 canciones breves, aparecen en 1968. Desde entonces continuó ininterrumpidamente su actividad como músico; sus composiciones melódicas hablan de temas sociales y propios compartidos: el amor y la libertad, las ilusiones, las dudas y contradicciones personales…; que conectan con la gente y lo convirtieron en un cantautor reconocido en España y América
En total, compuso unas cuatrocientas canciones y realizado más de treinta discos; trabajos como Albanta (1978); el álbum doble Entre amigos (Premio Nacional del Disco, 1983); Mano a mano (1993), grabado en directo con Silvio Rodríguez;
o Humo y azar (2008); son una muestra de las diferentes épocas de su larga carrera musical. En 2001 recibió en Italia el Premio Luigi Tenco por el conjunto de su discografía y, a partir de 2003, volvió a grabar parte de su obra en tres álbumes dobles, bajo el título Auterretratos.
Desde su juventud, Aute es un creador polifacético que explora diferentes formas para satisfacer su preocupación artística. En esa época ya se interesaba por el cine y en 1963 trabajó como asistente de Mankiewicz en Cleopatra. Al año siguiente colabó con Maurice Ronet (La vida es magnífica) y Marcel Ophüls (Chaud, Chaud les visions). A partir de 1970 compuso la música de diversas películas dirigidas por cineastas españoles: Luis García Berlanga, Jaime Chávarri y Fernando Fernán Gómez, entre otros. Posteriormente realizó varios cortometrajes: Cibeles (1969). Minutos después (1970), Chapuza 1 (1971), basado en sus cuadros y poemas; A flor de piel (1972) y El muro de las lamentaciones (1986). También dirigió un episodio, La pupila del éxtasis (1988), para la serie de televisión Delirios de amor.
Su primer largometraje, la película de animación Un perro llamado Dolor (2001), fue seleccionado en varios festivales –San Sebastián, La Habana, Guadalajara, Tribeca, etcétera– y galardonado con el Premio Especial de la Mostra del Mediterrani (Valencia, 2002). Uno de sus últimos trabajos, El niño que miraba el mar, es un disco con once
canciones inéditas que lleva adjunto un video
con el cortometraje El niño y el Basilisco, que evoca su infancia en Manila. “La posibilidad de que las imágenes que hay en sus pinturas se pudieran mover y expresar… Es el sueño de cualquier pintor.”
Aute ha publicó libros de poemas: La matemática del espejo (1975), La liturgia del desorden (1978) y Templo de carne (1986), que se han reunido en la antología Volver al agua (2002). Sus llamados “poemigas” –poesías lúdicas de verso corto con insólitos juegos de palabras– han sido editados en la serie “animalarios”: AnimalHada (que incluye los tres primeros, 2001); AnimalHito (2007) y No hay quinto aniMalo (2010). Las letras de todas sus canciones han sido recopiladas recientemente en el volumen Claroscuros y otros pentimentos (2014). Sus versos son cercanos y de lenguaje abierto, pasan de la referencia culta a la expresión más coloquial.
Aute es un artista que comprendió la importancia de crear una obra multidisciplinar: “no puedo negarme la curiosidad por descubrir otros lenguajes, por eso uno la prosa, el verso, el dibujo, la pintura, la música y la imagen”, y ha desarrollado un genuino diálogo entre formas artísticas: “No distingo frontera alguna. Todo es lo mismo aunque cambien las herramientas. Se trata de expresar emociones, sueños, reflexiones, delirios, ficciones... se trata de re-vivir la vida.”
En conjunto, la obra de Aute es un ejercicio de introspección que integra la palabra, la música y la imagen para lograr una manera propia de comunicar su visión de la realidad. Un manifiesto vital promulgado desde diferentes estilos, del más clásico a la innovación vanguardista. Una obra artística integral, basada en la inquietud creativa y la búsqueda de herramientas, que evolucionó para mostrarnos el mundo y la naturaleza humana a través de sus sueños y obsesiones: realidad y fantasía, ternura y erotismo; ironía y tristeza, amor, sufrimiento y muerte.
Arte, cultura y compromiso
La cultura es un bien esencial y tiene que estar al alcance de todos. Es lo que nos diferencia de las bestias; no puede ser jamás un artículo de lujo.
l. e. Aute
Quizá porque nació en una familia española que vivió en Filipinas, tal vez porque estudió en un colegio donde aprendía las materias en inglés y se comunicaba con sus amigos en tagalo, Aute conoció desde niño la importancia y diversidad de la cultura. En diferentes entrevistas manifestó el derecho que tenemos, como integrantes de una comunidad, a desarrollar libremente nuestra creatividad para aportar una visión particular que consolide la cultura como entidad propia, única
y colectiva: “La desafección por la cultura es lo peor que puede ocurrir. La cultura es el alma de un país, es lo que prevalece. Lo demás va cayendo, va desapareciendo o se va olvidando.”
El respeto por una cultura en libertad es importante más allá del desarrollo personal de cada individuo, atañe a toda la sociedad. Una carencia en este aspecto puede marcar la evolución cultural de los pueblos, como ocurre cuando se viven períodos dictatoriales en los que ni la cultura ni la libertad creativa son valores respetados: “No ser conscientes de ese valor no es perdonable. Porque no atender al hecho cultural es lo peor que le puede ocurrir a un país, es vaciarlo de contenido.”
Aute subraya la responsabilidad y el compromiso que los artistas tienen en el proceso cultural: “son quienes a lo largo del tiempo conservan el alma y el espíritu de esa cultura”. Una labor que quedará reflejada según las condiciones
en que se haya realizado; por eso cada época tiene su carácter particular dentro de los tiempos históricos que marcan el desarrollo cultural de la humanidad. Paralelamente, cada país no es más que su propia cultura y la creatividad de sus pobladores le otorga su identidad. Aute plantea que la realidad cultural que vive una sociedad proviene de las diferentes respuestas que provoca en los individuos que la conforman:
Una parte de la sociedad actúa en el sentido de la masa, mientras que otra intenta recuperar el sentido y la razón de existir del ser humano. La cultura no tiene más misión que ser una luz cuando no se ve la luz y recordar que no somos cosas que se dedican a consumir y a tragarse todo lo que nos venden, sino que somos seres que pensamos, que nos preocupamos por el sentido de la vida, por la relación entre las personas...
La época actual fue para Aute momento de cambios: “creo que estamos en tiempos de giralunas, personas que quieren aportar otra perspectiva de la realidad, tanto social como cultural o
política”. El artista no puede mantenerse indiferente ante el contexto sociocultural que vive y Aute ha asumió con responsabilidad ese compromiso: su trayectoria artística mantuvo un proceso creativo de búsqueda personal que refleja el momento vivido y el entorno donde se desenvuelve. “No me planteo mis canciones con una finalidad concreta, sino que salen los problemas sociales, históricos y políticos. Pero no porque lo pretenda, sino porque
están ahí.”
Censurado por la dictadura franquista, siempre trató de denunciar y sortear ese acoso que sufrían pensadores y artistas. Como ejemplo, su canción “Al alba” –una composición “que salió del dolor”– es un homenaje a los cinco activistas ejecutados por Franco en septiembre de 1975, últimas víctimas de un régimen funesto para el desarrollo cultural de España.
Con el paso del tiempo las cosas no han ido mejor para el arte y la cultura. A nivel mundial vivimos en un sistema que margina o utiliza lo que es discordante o novedoso. La revolución tecnológica de los últimos años no parece tener la facultad de convertirse en algo que logre corregir las cosas, al contrario, incrementa la banalidad cultural y el control sobre la sociedad; “la tecnología no es ni buena ni mala, depende del uso que se le dé, pero se está fomentando el uso más frívolo y estulto”. Esta visión es común entre artistas y creadores independientes cuando analizan la pobre realidad cultural que vivimos. Ante el desastre inminente, Aute nunca perdió la esperanza: “creo en el ser humano y que, antes o después, cuando se encuentre en un callejón sin salida, dirá: hasta aquí hemos llegado. El sistema reventará dentro de su propia endogamia narcisista…”
El compromiso de Aute con el arte y la cultura, mantenido durante más de cincuenta años de actividad creadora, puede servir de ejemplo en esta época oscura que vivimos, cuando se hace evidente que la mayoría de los intelectuales y artistas mexicanos están apáticos y desorganizados, eluden asumir el compromiso de ejercer el papel valeroso y solidario que les corresponde históricamente y se vuelven cómplices de una situación sociocultural y política insostenible. A ellos habría que recomendarles meditar sobre estas palabras que Aute expresa con claridad: “Me cuesta creer que un artista no sea sensible tanto a la estética como a problemas sociales o políticos. Alguien a quien le interesa la vida, el ser humano, las relaciones del ser humano con sus congéneres, no puede mostrarse insensible a lo que está
ocurriendo.”.