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Martín Luis Guzmán, un clásico de las letras mexicanas

'La sombra del caudillo', Martín Luis Guzmán, Fondo de Cultura Económica, México, 2020.
Carlos Torres Tinajero

Desde su publicación original, en el Madrid de 1929 –por la censura editorial de la época en México–, La sombra del caudillo, del grandísimo escritor don Martín Luis Guzmán, se convirtió en un clásico de la literatura mexicana. La reedición de este año, a cargo del Fondo de Cultura Económica, abre la oportunidad de revalorarlo a la luz de nuestro tiempo.

Quizá un buen punto de partida, para entender su trascendencia, sea pensar en la concepción de la trama, la construcción de los personajes –los objetivos y los obstáculos por librar para alcanzarlos– y la fuerza del lenguaje –el aliento narrativo en los capítulos, lleno de detalles escénicos, coloridos, vivaces–, piezas medulares en la novela con uno de los temas más apasionantes del país: la peculiar disputa por el poder en la postrevolución.

¿Por qué considerar la novela de Guzmán un clásico de las letras mexicanas? Tal vez el componente clave para examinar este aspecto consista en la propuesta del autor: develar, a través de una confección dramática precisa, las costumbres del poder político en la segunda década del siglo xx, para fijarlos en el imaginario colectivo de varias generaciones de lectores. El logro fue mayúsculo: a partir de los usos del caudillismo –un líder carismático accede y se mantiene en la Presidencia de México mediante elecciones populares formales sin contenido sustantivo real–, se dio pie a una de nuestras grandes obras literarias.

Gracias a su realismo, La sombra del caudillo cuenta la predominancia del caudillo en los asuntos públicos. El caudillo decidía la dirección y la transmisión del poder político siempre entre un grupo privilegiado, cercano, como se retrata con fidelidad. Buena parte de la proeza de Guzmán, para abonar otro argumento en el sentido de ser un clásico en nuestro librero, consistió en plasmar, con los recursos plásticos de la narrativa, el ambiente de esa etapa, lejos de concesiones y tapujos.

Para profundizar en la grandeza de Guzmán es importante tener presente su hazaña: crear personajes de carne y hueso –con atributos, carencias y emociones–, inmiscuidos en ese mecanismo de poder y en las tradiciones populares con arraigo ético en el período –la animadversión de Rosario y de la sociedad al divorcio de Ignacio Aguirre, por poner un claro ejemplo– para fijarlas a lo largo del discurso narrativo, del desarrollo de la historia y de la creación de protagonistas verosímiles.

Si se piensa en la creación de protagonistas verosímiles de Guzmán, el general Ignacio Aguirre –Ministro de Guerra– es ejemplar por sus características psicológicas, sociológicas, dramáticas, humanas. Amigo de la joven Rosario, con conciencia sobre el devenir de su carrera militar, Ignacio Aguirre toma la decisión de retirar su candidatura a la Presidencia de la República por carecer del apoyo del caudillo, quien enaltece a Hilario Jiménez –el otro candidato–, para desembocar en uno de los conflictos de mayor envergadura en México.

Las consecuencias se concatenan con sumo cuidado, en medio de la tensión dramática en la novela, en ascenso en todo momento. Olivier Fernández, cabecilla del Partido Radical Progresista, apoya a Ignacio Aguirre. Pero le es imposible, por su postura política, estar en la contienda con él. Entonces simpatiza con Hilario Jiménez, el predilecto del caudillo. Ignacio Aguirre es testigo del lanzamiento de la candidatura de Hilario Jiménez y del secuestro del diputado Axkaná, su fiel amigo, lo cual altera las relaciones políticas.

La escritora Margo Glantz habla de la “perfección en la escritura de Guzmán”. Tal vez una obra de estas dimensiones humanas esta cercana a la perfección –técnica y composicional–, cuando su apuesta axiológica, sus personajes y la concisión en el lenguaje cobran un significado en la sociedad, a pesar de los años. En esta reedición de La sombra del caudillo el lector volverá a encontrar la recreación de una época y de las prácticas politicas del México de principios del siglo pasado, ya rebasadas por las costumbres contemporáneas, pero con presencia en nuestra mente por la solidez argumental y el peso ético y estético en el trabajo de don Martín Luis Guzmán.

 

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