Los blancos muros antárticos y el deshielo
- Norma Ávila Jiménez - Sunday, 10 May 2020 07:42



“Con sólo la pluma es difícil dar una idea de la impresión que provoca confrontar por primera vez esta poderosa pared de hielo”, escribió en1911 Roald Amundsen, cuando navegaba junto a la Gran Barrera de Ross de la Antártica en su camino al Polo Sur. Esa Gran Barrera es una de las cuarenta y dos que rodean a este territorio. En 2017, una de ellas, la Larsen c, se fracturó, lo que dio lugar al desprendimiento de lo que ahora es el iceberg A-68, con una superficie de 5 mil 800 kilómetros cuadrados.
Los blancos muros son un freno
El doctor Sebastián Marinsek, jefe del Departamento de Glaciología del Instituto Antártico Argentino, puntualiza en entrevista que esos fenómenos ocurren de manera normal. “Si se derritieran los icebergs y las barreras de hielo, no se elevaría el nivel del mar; es similar a un hielo que se deshace en un vaso con agua. El problema está en que esas barreras “son el freno de las masas de hielo que están sobre el nivel del mar (glaciares) y si esos frenos se quitan y ocurre el derretimiento de estas masas, las ciudades costeras quedarían afectadas”. Originados en los continentes por acumulación de nieve durante miles de años, los glaciares podrían deshielarse debido al cambio climático.
Para encontrar la temperatura de años anteriores, “se hacen pozos de nieve de hasta 15 metros de profundidad. De acuerdo a esas mediciones, en promedio, en los últimos cincuenta años la temperatura se ha elevado tres grados y medio en toda la Península Antártica”. En el sur de la península, el incremento medio fue mayor, mientras que en el norte fue menor.
“Los glaciares formados en Los Alpes, Los Andes, el Himalaya y la Patagonia, entre otros, aunque tienen menos hielo que la Antártida, están en mayor proceso de derretimiento debido a la actividad humana. Mientras tanto, aunque ese continente es una gran masa de hielo, no ha perdido tanta agua.”
Respecto a las altas temperaturas registradas en febrero en la Base Esperanza, de 18.3 grados y de 15.8, en la Base Marambio, subraya: “Estaba en Marambio cuando eso sucedió. El personal del Servicio Meteorológico nos informó que una onda de calor proveniente del norte desde una distancia de 400 a 500 kilómetros, alcanzó a toda la Península.” Califica a esa elevación del clima como un evento particular. “Si observamos que en los siguientes cuatro o más años todos los veranos hay un día en que se alcanzan los 18 grados, entonces sí está pasando algo.”
La sobrevivencia de los chiquitos y los grandotes
La doctora Irene r. Schloss, investigadora del Instituto Antártico Argentino, en entrevista hace hincapié en los efectos derivados del calentamiento global, tales como el mayor aporte de agua dulce proveniente de los glaciares. Estas aguas y las partículas que arrastran del desprendimiento glaciario, afectan la fisiología del krill, crustáceo de tres a cinco centímetros de largo, fundamental en la cadena alimenticia.
Recientemente lo han encontrado muerto en algunas playas de la Península Antártica. “Tanto derretimiento aporta material inorgánico, piedritas que obstruyen el sistema de filtración con el que se alimentan y eso los mata.” Además, “hay presencia de toxinas en el mar, lo que es un problema adicional al cambio climático”.
Debido a la elevación de la temperatura del aire, el krill se está desplazando hacia el sur y, por lo tanto, se está restringiendo el área de su distribución. “Las poblaciones de pingüinos Adelia –que dependen mucho del hielo para sobrevivir y se alimentan sólo de krill– han disminuido significativamente; nadan más hacia el sur para encontrar comida”, explica la doctora Schloss.
En el artículo “Variability and change in the west Antarctic Peninsula marine system: Research priorities and opportunities”, que con un grupo de colegas publicó en 2019 en la revista Progress in Oceanography, plantea otro efecto: la colonia de pingüinos emperador de la Península Antártica se ha perdido debido a cambios en la duración estacional del hielo marino.
Probablemente, las especies dependientes del hielo y el krill, como las focas Weddell y las cangrejeras, la ballena minke y los pingüinos Adelia, se distribuyan más hacia el sur, porque su hábitat ubicado al norte se está encogiendo, informa el artículo.
El Tratado Antártico
A fines del año pasado, el Tratado Antártico cumplió sesenta años de haberse firmado y la pregunta es si sus cincuenta y cuatro miembros-países continuarán respetando al continente como una reserva consagrada a la paz y la ciencia, o irán sobre el petróleo, el litio y el agua dulce. El doctor Cristian Lorenzo, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y profesor en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, advierte que a partir de 2048 podría ser revisado el Protocolo de Madrid (parte del Sistema del Tratado Antártico), que en su artículo siete prohíbe la explotación de recursos minerales. “Hay una serie de procedimientos a seguir, pero todo dependerá de los resultados de las votaciones.”