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Ritos iniciáticos del siglo XXI

'Sin mayoría de edad', Joel Flores (compilador), Difusión Cultural/Literatura UNAM, México, 2019.
Antonio Soria

Semejante a la intención de reunir piezas literarias en torno a la Navidad, por mencionar sólo el caso más socorrido, la de compilar un volumen colectivo cuyos temas sean la infancia y la adolescencia no es nuevo; de botepronto viene a la memoria Ritos de iniciación, volumen integrado por Gustavo Sáinz en los años ochenta del siglo pasado, que se cuenta entre lo mejor que al respecto se ha hecho, en materia antológica, en nuestro país.

Al filo de la edad oficialmente establecida para considerar que un ciudadano es “joven” aún, el zacatecano Joel Flores, autor con al menos tres cuentarios en su haber –El amor nos dio cocodrilos, de 2012, Rojo semidesierto, de 2013 y Los maridos de mi madre, de 2018–, así como la novela Nunca más su nombre, por la que recibió el premio Bellas Artes Juan Rulfo para primera novela en 2014, se dio a la tarea de preparar esta compilación, para la cual eligió cuentos escritos por autores nacidos en la década que corre de 1983 a 1993, en siete países: España, Nicaragua, Venezuela, Perú, Argentina, Chile y, por supuesto, México.

De a pieza por autor y en orden de aparición, los convocados son como sigue: la chilena Paulina Flores, los mexicanos Raúl Aníbal Sánchez; Mariel Iribe Zenil; José Manuel Cuéllar Moreno, la peruana Jennifer Thorndike, el mexicano Hernán Arturo Ruiz, la argentina Camila Fabbri, los mexicanos Darío Zalapa, Irsema Fernández, el español Juan Gómez Bárcena, la venezolana Enza García Arreaza, los mexicanos Josué Sánchez y Ana Emilia Felker, el nicaragüense Mario Martz, Alfredo Núñez Lanz, Laia Jufresa, Alejandro Vázquez Ortiz, Aura García Junco, James Nuño, Laura Baeza y Eduardo de Gortari. Al final del volumen se incluye la bibliografía donde se identifica la procedencia de cada cuento, así como los inéditos –seis en total, de los cuales tres son de autores que aún no cuentan con un primer libro publicado.

En su prólogo, Flores explica la génesis y la naturaleza de Sin mayoría de edad: se trataba de reunir textos cuyos autores no excediesen la edad antes referida de treinta y cinco años, así como, naturalmente, que la temática de los cuentos radicara en los que, para citar de nuevo a Sáinz, universalmente pueden ser llamados “ritos
de iniciación”, es decir, las vivencias, experiencias, impresiones y sentimientos que se viven en la infancia y la adolescencia.

Lo dice el propio antologador: “siete cuentos hablan de sexo, uno rescata la juventud de un personaje de la política mexicana, siete tienen música de fondo, en uno de ellos la música es el canal que une a dos adolescentes y sus distintas maneras de comprender al mundo. Ocho tratan sobre personas que son hijos y padres a la vez; en cinco hay niños; en ocho, adolescentes; en siete, jóvenes que casi son adultos; en diez hay ternura; en cuatro, desempleo; en seis, muerte; en cinco, abuso sexual; en uno, una maestra es atraída por su alumno; en tres, se aborda la homosexualidad, y en otro, una mujer queda anclada a un episodio perturbador de su niñez”.

Como puede apreciarse, el espectro es amplísimo y cumple bien el propósito buscado por Flores, de brindarle al lector una diversidad congruente con el complejo y abundantísimo universo emocional y vivencial de aquellas etapas formativas, cuya significación en la vida adulta no podría ser más determinante. Asimismo, se lleva a buen término otro cometido, de carácter formal: dado que, para el antologador, “el cuento es la joya de la corona de la narrativa” –apreciación en la que coincide con enormísimos autores de todos los idiomas y tiempos–, el gran desafío era reunir piezas cuentísticas de calidad irreprochable. Flores las llama “joyas”, directamente, y aunque no se comparta un entusiasmo así de grande, lo cierto es que en efecto se trata de veintiún cuentos mucho muy bien concebidos que, más allá de los premios y reconocimientos que por ellos o por otras obras hayan recibido sus autores, sí hablan de un óptimo estado de salud para el género en nuestra lengua.

 

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