Prosaismos
- Orlando Ortiz - Sunday, 31 May 2020 07:36Puntualizaciones acerca de un (relativo pero injusto) olvido
Creo que abusé un poco de quienes se acercan a echarle un ojo a esta columna, porque en mis últimas colaboraciones escribí de Guillermo Prieto (1818-1897). No puedo ocultar mi admiración por este personaje singular y, me atrevería a decir, único en la historia de nuestras letras y de nuestra historia en general.
Creo que en todas las columnas pequé de exceso al mencionar que había sido menospreciado. Quien se asome al espléndido prólogo del doctor Vicente Quirarte en La Patria como oficio (FCE, FLM, y UNAMu, 2009), de inmediato me cuestionaría y echaría mis columnas al bote de la basura. Sin embargo, debo decir algo a mi favor. A mediados del siglo pasado, cuando yo estaba por entrar a la UNAM a la carrera de Letras Españolas, la poesía medida y rimada era bastante mal vista, y todavía más si era “potable”, es decir, si se podía “beber”; en el mejor de los casos se le arrumbaba en baúl de la lírica popular o del folclor. En ese entonces, el romance de “La Migajita”, si mal no recuerdo, era lo que más se conocía de Prieto. Únicamente los muy enterados y “especialistas” mencionaban Memoria de mis tiempos o Viajes de orden suprema. De ahí que este escribano haya salido de la universidad con una idea equivocada de este autor.
Sin embargo, Guillermo Prieto no siempre fue menospreciado –aunque, como vimos en la carta de Melchor Ocampo que apareció en mi columna anterior, en sus tiempo no faltaron quienes lo descalificaban–; en un escrutinio realizado por el periódico El Nacional, en 1890, para nombrar al “decano de los periodistas”, el comité responsable se pronunció por Guillermo Prieto. Meses después, La República convocó a un certamen similar para averiguar quién era el poeta más popular. Estaban en la palestra Salvador Díaz Mirón, Juan de Dios Peza, etcétera, pero el triunfador fue de nuevo Guillermo Prieto. A sus setenta y dos años de edad recibió un homenaje realizado en el Hotel del Jardín (ubicado en la esquina de las actuales calles de Gante y Francisco I. Madero), donde un joven poeta colocó en la insigne testa una corona de laurel labrada en plata.
Creo que para los seguidores de la teoría de la recepción valdría la pena averiguar lo sucedido posteriormente para que Prieto quedara casi en el olvido y fuese ignorado. ¿Evolución de las formas poéticas? ¿Menosprecio a la temática? ¿Lo universal frente al nacionalismo? No podría descartarse que ya en sus años postreros, al decir de sus biógrafos, era un anciano gruñón e intransigente. Lo de intransigente, me parece, siempre lo fue. En fin.
En mis tiempos, los fanáticos del Declamador sin maestro te recetaban el “Nocturno a Rosario”, “El brindis del bohemio”, “Mamá soy Paquito”, y muchas más que comprende ese volumen, pero de “El romance de la Migajita” sólo sabían el nombre, y de otras composiciones de la Musa callejera, ni el nombre sabían.
Prieto nunca presumió de ser un crítico literario; no obstante, por lo menos en el prólogo a la Linterna mágica y en Algunos desordenados apuntes que pueden considerarse cuando se escriba la historia de la bella literatura mexicana, se percibe su capacidad de observación y su característica inclinación a expresar su personal opinión sin respetar cánones ni obedecer patrones de juicios viciados o sesgados para encontrar valores donde no los había o que no nos pertenecían.
Tal vez también ahí se encuentre el motivo de su inhabilitación como literato, pues entonces y ahora, creo, debe ser imperdonable para los estudiosos de nuestra poesía afirmar que Juan Ruiz de Alarcón debe considerarse poeta español, pero no puede afirmarse que fuera mexicano sólo porque nació aquí; o en el caso de sor Juana escribir que “el defecto de que adolecen sus obras es de su época; pero también es cierto que sor Juana, si se puede presentar con orgullo por su prodigioso ingenio, no debería jamás ofrecerse como modelo”. (Es evidente que Góngora no le gustaba para nada.)
De Guillermo Prieto todavía habría mucho que contar, pero no se preocupen, mi próxima columna abordará otro tema. Fundamentalmente literario, a propósito de autores olvidados y cuentistas.