La “Balada” de Guido Cavalcanti: dos versiones y un solo poema verdadero

- Elsa Cross y Marco Antonio Campos - Sunday, 07 Jun 2020 09:48 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
He aquí un hermoso y doble ejemplo de un gran poema y dos versiones a nuestra lengua, por dos de nuestros poetas que le hacen justicia cada uno a su manera. No es cosa menor, pues se trata de Guido Cavalcanti (Florencia 1255-1300), amigo cercano del Dante y, según Ezra Pound, un poeta de “ésos que en su campo, propio por elección o por destino, no se han inclinado ante nadie”.

Cantar antes de la propia muerte

(Nota y versión de Elsa Cross)

 

Es indudable que palabras tales como virtud, gentileza, cortesía, o expresiones como “siervo de Amor”, han perdido irremisiblemente el significado que les era propio en tiempos de Guido Cavalcanti, en que no sólo respondían a una serie de valores estéticos, religiosos y vitales que formaban un todo indisoluble, sino que conservaban toda la riqueza de connotaciones derivada de los códigos amorosos y caballerescos.

El legado de la lírica provenzal y del dolce stil novo encuentra una sublimación en La divina comedia, donde cristalizan grandiosamente los ideales del espíritu trovadoresco que veían en la amada, la Dama, la clave para toda empresa superior. En esencia, el caballero andante y el trovador no perseguían cosas diferentes. Dante rebasa, sin embargo, los cánones presupuestos por el arte poética de los trovadores, y en este sentido es lícito considerar a Guido Cavalcanti como al último –o al primero— de los trovadores italianos.

Nacido en Florencia después de 1250, de una familia principal, Cavalcanti gozó de la amistad y la admiración de Dante, adolescente apenas cuando él era ya el mejor poeta de la Toscana. En uno de tantos episodios intricados de la lucha entre güelfos y gibelinos, Cavalcanti fue desterrado, junto con otros miembros de la facción güelfa blanca, al ser descubierta una conjura de la facción negra. El gobierno de la Signoria, del cual formaba parte Dante, güelfo blanco también, se vio obligado a castigar por igual a miembros de los negros y los blancos, y para estos últimos decretó destierro en Sarzana, lugar cercano a la región genovesa. Esa sanción fue impuesta en junio y tuvo que ser revocada de inmediato, ya que en Sarzana se había extendido una epidemia mortal. Cavalcanti volvió a Florencia en agosto, pero había contraído la enfermedad y murió días después. Era el año de 1300.

Esta Balada de exilio, escrita en Sarzana, cuando Cavalcanti veía acaso la proximidad de su propia muerte, ha sido especialmente celebrada. Fue traducida al inglés por Dante Gabriel Rossetti y por Ezra Pound, quien decía que nadie había escrito nunca una balada mejor. t. s. Eliot, por
su parte, en el poema “Ash-Wednesday” hace una paráfrasis del primer verso de la Balada: “Because I do not hope to turn again/ Because I do not hope/ Because I do not hope to turn.”

Entre los poetas, Pound no situaba a Cavalcanti junto a los poetas mayores, pero le asignaba un lugar “con los que han cantado, no todas las formas de la vida, pero sí algunas de ellas, insuperablemente; ésos que en su campo, propio por elección o por destino, no se han inclinado ante nadie.”

La presente traducción ha intentado rescatar el ritmo y la medida del poema, y también la rima, que ha significado algún empobrecimiento del texto; parecía necesaria, sin embargo, para preservar el juego de sonoridades, la musicalidad, que en una balada es fundamental. La rima entre los versos finales de cada estrofa, presente en Cavalcanti, deriva de formas provenzales.

 

Balada

 

Porque no espero regresar ya más,

Baladilla, a Toscana,

Ve tú ligera y llana

Hacia la dama mía

Que por su cortesía

Te hará muy gran honor.

 

Tú llevarás noticia que suspire

Llena de espanto y de mucha tristeza;

Mas cuida bien que alguno no te mire

Si es enemigo de la gentileza;

Que entonces, infeliz en mi certeza,

Serías reprendida,

Tanto de ella reñida,

Que la angustia me obsede.

A la muerte sucede

Llanto y nuevo dolor.

 

Tú sientes, Baladilla, que la muerte

Me apresa ya, la vida me abandona;

Sientes al corazón batir tan fuerte

Por quien cada sentido bien razona.

Tan destruida está ya mi persona,

Más no puedo sufrir:

Si me quieres servir

Lleva el alma contigo,

En súplica te digo,

Cuando deje este ardor.

 

Ah, Baladilla, hoy en tu amistad

Esta alma temblorosa va confiando;

Contigo llévala hacia la piedad

De aquella bella dama a quien te mando.

Ay, Baladilla, dile suspirando,

Cuando le estés presente:

“Esta vuestra sirviente

Con vos morará fiel

Ha partido de aquél

Que fue siervo de Amor.”

Tú, temerosa y débil vocecilla,

Que en llanto sales del pecho doliente,

Con el alma y con esta Baladilla

Ve y da razón de la perdida mente.

Hallaréis una dama complaciente

De tan dulce intelecto

Que os será ya dilecto

Estar siempre ante ella.

Y tú, alma, a la bella

Adora en su valor.

 

 

Última Noticia Para La Amada

(Nota y versión de Marco Antonio Campos)

 

Podemos creer, como dicen la verdad o la leyenda, que Guido Cavalcanti escribió esta balada, o baladilla, como la tituló, en la Sarzana, en el exilio, entre junio y agosto de 1300, a los cuarenta años de su edad, presa de la malaria y muy próximo a morir. Como nadie hasta hoy ignora, Dante Alighieri llamó a Guido en La vita nuova, “il primo amico”, el mejor amigo; eso no obstó para que en aquel 1300, año del Gran Jubileo, Dante fuera uno de los que votó por su destierro. Ni Dante ni nadie en Florencia, creemos, hubiera imaginado el fallecimiento del que era en ese momento, junto a Dante (La commedia aparecería más de dos décadas después), el más aplaudido de los rimadores del dolce stil nuovo. Los otros rimadores a los que se suele unir a Guido en los libros son Cino da Pistoia, Dino Frescobaldi, Lapo Gianni y Gianni Alfani. Guido es no sólo uno de los poetas más musicales del duecento, sino de la poesía italiana de cualquier siglo. Hacia 1918 Ezra Pound lo ubicó, junto con Dante, entre los inventores, los que crearon algo nuevo, lo cual es el mayor elogio en poesía. Pound escogería de Guido unos dieciocho poemas y una docena de sus contemporáneos, y claro, y ante todo, La commedia. “En Italia, alrededor de 1300, se establecieron nuevos valores, se dijeron cosas que no se habían dicho en Grecia, Roma o en ninguna otra parte.”

Pese a lo socorrido de la balada en los siglos xiii y xiv, el contexto que rodea la de Guido adquiere una dimensión dramática. No obstante la cercanía de la Sarzana, situada en la región de la Liguria (quizá ciento veinte kilómetros), Guido no espera regresar ya a Toscana, sinécdoque por Florencia, y por tanto, no podrá despedirse de la amada. La manera de hacerlo es que la balada, como paloma mensajera, vaya hasta la dueña y le haga oír las noticias dolorosas. La amada cortésmente la acogerá. Cada estrofa de la balada de Guido Cavalcanti se lee como una premonición de su muerte.

He tratado de ser en el poema lo más fiel posible a la música y al sentido originales. En un ya lejano 1972, gracias a la fervorosa recomendación de Ezra Pound, me acerqué a la poesía de Guido y cuando he estado en Florencia me parece oír a menudo la música verbal de su poesía.

Entre nosotros la Ballatetta ha sido traducida, hasta donde sé, sólo por Elsa Cross. Es fielmente admirable.

 

Balada

 

Porque no espero regresar jamás,

baladilla, a Toscana,

ve tú, ligera y llana,

donde la dueña mía,

quien por su cortesía,

te dará un gran honor.

 

Le llevarás noticias de suspiros,

de dolor llenas y de mucho miedo,

mas cuida que persona no te mire

que sea enemiga de gentil natura,

que, de cierto, y por mi desventura

te hallarás impedida,

por ella reprendida,

lo que me dará angustia;

luego de muerto lleguen

llanto y nuevo dolor.

 

Tú sientes, baladilla, que la muerte

me apremia, sí, y la vida me abandona,

y sientes cómo el pecho late fuerte

por el que cada espíritu razona.

Está tan destruida mi persona

que no puedo sufrir:

si me quieres servir

lleva el alma contigo,

mucho en el ruego obligo,

cuando saldrá del pecho.

 

Oh, baladilla, esta alma temblorosa

a tu amistad estoy recomendando:

en toda su piedad, contigo llévala,

a aquella dueña con quien yo te mando.

Ah, baladilla, dile suspirando,

cuando le estés presente:

“esta vuestra sirviente,

a estar viene con vos,

partida desde aquel

que fue siervo de amor”.

 

Tú, voz disminuida y espantada,

que en llanto sales del dolido pecho,

con el alma y con esta baladilla

ve y dile de mi mente devastada.

Tú hallarás una dama complaciente,

de tan dulce intelecto,

que te será dilecto

estarle a toda hora.

Alma que tú la adoras,

siempre, por su valía.

 

Versión PDF