Avante despacio / Odysseas Elytis

- Odysseas Elytis - Sunday, 28 Jun 2020 07:49 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

3 (2da parte y final)

 

Por desgracia, mientras más aumentan los letrados, más se pierde esta concepción. Se trata de una rudeza de la educación que nos prohíbe ver la vida como un enigma sin presentarnos pruebas de que no lo es. Dispuestos en formación, cegatones legislan en nombre de la arruga y de las cifras, los miserables, cuando lo que a ti te ocupa es sustituir, escribiendo, con tu cuerpo pensable el “cuerpo que transcurre”, para evitar la vejez. Sin embargo, así adquiere tu vida, según la hora o la estación, la forma del rombo, el aroma de las verbenas, el tono ocre del muro, el ritmo de un trío de Haydn, el viento de la velocidad de tu automóvil.

En ocasiones miras tus vivencias alejarse a gran profundidad con una perspectiva claramente onírica, y en otras volver de nuevo al primer plano, tanto, que distingues los poros de tu piel. La casa ligerísimamente revestida de rosa y blanco que alguna vez soñaste y que encontraste idéntica en la realidad, pero con las puertas y las ventanas cerradas, sin que nunca sepas el misterio que encierra. Como también la falda color durazno que te hacía señas desde lejos una noche en algún cine de verano, y que te volviste a encontrar en la portada de un libro de poemas que recibiste al día siguiente por la mañana de una desconocida colega rumana y que no lograste leer jamás. En pocas palabras, lo que atrapa tu mente y lo que atrapa tu mano hecho una sola cosa. A veces pesado, lleno de sensaciones primigenias; a veces ligero o aéreo, como las líneas lejanas de las montañas que al fondo distinguimos mientras navegamos. Que ni se atrapan, ni se tocan, ni sabes si algo ocultan
tras de sí.

Ahora las aguas parecen más serenas, ha amainado el viento y se escuchan más fuerte las máquinas y los latidos de mi corazón. Sobre todo ellos –¿cómo si no? Ningún puerto nos recibe ya. Es un hecho. La antigua indiferencia ha llegado a ser hostilidad. Apenas nos vamos a acercar en el muelle se aglomera una voluble multitud; arpías abotonadas hasta el cuello, viejos malévolos, jóvenes con arete y abrigos largos y negros. Gesticulan, gritan, nos hacen seña de alejarnos, de irnos, parece que presienten de qué especie es nuestra carga, la importancia que tiene el “bien” o la “oposición”, que para ellos da lo mismo.

El único camino que nos queda ahora es el peligro. Es aquella negruzca línea divisoria que se dibuja a la derecha, al fondo, la que está llena de rocas afiladas, escollos, arrecifes, remolinos, aguajes. Nos quedamos detenidos en medio de alta mar. Su soledad es interminable y amarga. Se extiende hasta los más extremos límites del horizonte, parecería que se tensa, se atiranta, hasta que en un momento dado toque tu mente su otro extremo ideal que yace más allá, pero con el que en esencia linda, como ocurre con todos los contrarios en su mayor intensidad. En efecto, ahora siento que estoy cerca, que casi “tiento” aquello que narran los viejos marineros sobre una vasta e ignota claridad, en la que tu peso no cuenta, y donde la luz no es la del sol que conocemos ni la de ningún otro cuerpo celeste o artificial. Es la luz que no requiere pasar por los ojos para que se te haga sensible. Ahí, dicen, se consuma la reconquista del cuerpo sin su parte vulnerable. La reintegración de la materia que te constituye con base en elementos completamente desconocidos y estremecedores para nosotros, sobre todo desde el punto de vista de que no se subordinan ya a los procesos del tiempo. Así, pues, viraje todo a la derecha y avante de frente al peligro. No puede ser de otra manera. O te rindes y permaneces uno de los de aquí, o pasas allá. Atención. Que nadie se apoque. Las manos sobre el timón. Ya un mensaje de oxígeno transterrenal llega hasta nosotros. Atención. Coraje. Llegó el tiempo de verificarse. Avante. Avante despacio hacia lo no turbio, lo ineludible, lo desnudo, lo claro, lo comprensible en sí mismo, lo inalterable.

 

Versión de Francisco Torres Córdova

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