




Bolívar Echeverría, el filósofo aforista
De Bolívar Echeverría, nacido en la ecuatoriana ciudad de Riobamba hace poco menos de ocho décadas, y fallecido en Ciudad de México hace exactamente diez años, son conocidos y reconocidos varios de los volúmenes de ensayo filosófico-político que legó a una posteridad hasta el momento en franca deuda con quien, además de marxista lúcido y brillante –como su estimado y admirado Adolfo Sánchez Vázquez–, para muchos figura entre los más importantes pensadores latinoamericanos de los tiempos recientes. Textos suyos imperdibles e indispensables para entender a fondo el pensamiento y el clima espiritual –por decirlo con una imagen hasta hace no mucho en boga– de esta región del mundo, son, entre otros, La modernidad de lo barroco, Modernidad y blanquitud, El discurso crítico de Marx, Definición de la cultura, Siete aproximaciones a Walter Benjamin y La americanización de la modernidad.
Para quienes, como le sucede a la mayoría, se han aproximado o han sabido de Bolívar Echeverría sobre todo en tanto filósofo y ensayista provisto de un rigor académico y una estructura discursiva irreprochables, un libro como Ziranda significará una completa rareza, cuando no inclusive una especie de anomalía: ¿Bolívar Echeverría aforista? ¿El filósofo y catedrático que ha reinterpretado, para mejor explicar/se/lo, a Marx, Benjamin y otros monstruos del pensamiento, entregado a la dispersión (aparente) y la poca rigurosidad (ídem) del aforismo o ese texto brevísimo a veces llamado microensayo, ambos recursos más literarios que ensayísticos? La respuesta, inevitable y necesariamente coloquial, sería “pues sí, ¿cómo la ven, señores de la Academia?”
Para más señas y más asombro quizá por parte de uno que otro autoproclamado censor de las formas correctas del discurso, en los aforismos aquí reunidos consiste la feliz derivación que B.E. quiso y supo extraer de la Minima Moralia, de Theodor W. Adorno, a finales del pasado milenio, luego de haberlo estudiado a fondo con el propósito de impartir un curso. Conforme con los resultados, el autor tuvo a bien publicarlos a manera de entregas, a lo largo de 2003, en la Revista de la Universidad de México, y es apenas ahora, una década más tarde –aunque el registro editorial indique 2019–, que los aformismos bolivarecheverrianos ven la luz en forma de libro.
En diálogo intergráfico-textual con el trabajo plástico de Alberto Castro Leñero, los aforismos fueron agrupados bajo la palabra que da título al volumen con la intención juguetona de emular los efectos que produce el artefacto llamado precisamente “ziranda”: con seguridad quedan pocas personas que lo recuerden, pero una ziranda es, grosso modo, un poste de mediana altura, del que penden tres o cuatro cadenas, de cuya asa al final debe uno aferrarse y girar en torno al poste tan rápido como sea posible, para que la fuerza centrífuga generada impela a echarlo disparado, mientras las piernas comienzan a elevarse, seguidas del cuerpo entero, y uno se sostiene con todas sus fuerzas.
Ahora imagine el lector ese mismo efecto, literalmente vertiginoso, pero producido por las ideas, los conceptos, los puntos de vista y los hallazgos que un aforismo o un microensayo es capaz de revelar, en muchos casos con más prontitud y eficacia que un largo discurso, sobre todo en manos de un pensador informadísimo y tan certero como B.E. Pero no crea en las palabras de este reseñista y acuda mejor a la fuente directa, de la que se dejan aquí un par de ejemplos brevísimos:
“Fácil. Tenemos las leyes, sólo falta quien pueda cumplirlas. Cuando tengamos las dos cosas, estaremos en la democracia. Ya tenemos el hueco; sólo falta forrarlo de acero… y tendremos un cañón.”
“Imposible regresar a Dublín. Tal es el trabajo de la nostalgia, que termina por sacrificar su objeto en beneficio del objeto añorado. Uno quiere volver, pero volver es imposible; no sólo por lo de Heráclito y el río, que ya de por sí es implacable, sino porque, transfigurada, la ciudad a la que uno quisiera regresar sólo puede existir en verdad, espejismo cruel, en el universo inestable de la memoria.”